Los incentivos perversos tienen como propósito mejorar un proceso, motivando al equipo o a la población creando el efecto cobra

En el caso del efecto cobra los incentivos perversos se otorgan con una remuneración económica por alcanzar la meta, o con una clase de beneficio. A continuación, hablaré del efecto cobra, el cual explica a la perfección los incentivos perversos.

El efecto cobra

Durante la ocupación inglesa en India, una de las mayores preocupaciones del gobierno británico eran las cobras. La cobra real es un animal temible. Puede llegar a medir 7 metros de longitud. Su mordedura puede inyectar hasta 7 ml de veneno y es capaz de matar a un humano sin mayor problema.

La población de cobras era particularmente abundante en la ciudad de Delhi. Tanto así que el gobierno decidió tomar cartas en el asunto. El resultado fue la creación de un programa de recompensas para cada persona que trajera una cabeza de cobra a las oficinas de gobierno.

El resultado fue la creación de un programa de recompensas para cada persona que trajera una cabeza de cobra a las oficinas de gobierno. Inicialmente, la estrategia funcionó y miles de cobras fueron cazadas.

Eventualmente, las cobras empezaron a escasear. Fue en ese momento en el que ocurrió una innovación de proceso. Esto quiere decir que los habitantes de Delhi notaron esta oportunidad de mercado (cobras), creando así una serie de modelos de negocio innovadores alrededor del problema.

La gente empezó a capturar, cruzar y criar cobras. Primero, decenas, luego centenas y al final, miles. El gobierno eventualmente se dio cuenta de esto y decidió suspender el programa.

Al destruir el mercado las cobras ahora no valían nada, por lo tanto, la gente las soltó en la naturaleza y el problema se volvió mucho peor que en un inicio. Este es el origen del famoso efecto cobra, lo que en los   esfuerzos de planeación estratégica se conoce como incentivos perversos.

¿Qué es un incentivo perverso?

Los incentivos perversos son políticas, reglas o costumbres presentes en las organizaciones que tienen el efecto contrario al que originó su creación. Existen incontables ejemplos de los mismos en la literatura empresarial e incluso en la historia.

Una situación similar a la de India ocurrió en Hanoi durante la ocupación francesa, cuando el gobierno pagaba recompensas por cada cola de rata entregada, o por la falsificación de estados de resultados para ejecutivos recompensados por declarar ganancias más altas, cómo ocurrió en Fannie Mae.

Los incentivos perversos son el eterno mal de las empresas. Ocurren en todas las organizaciones porque los esfuerzos de planeación estratégica suelen quedar cortos y no observar el panorama completo de la organización.

¿Qué podemos hacer para evitar los incentivos perversos?

En la empresa, así como en estrategias de gobierno pasa igual. En lo personal, yo he visto estos incentivos en incontables procesos empresariales. Algunas de las lecciones que podemos obtener son las siguientes:

Uno de los primeros síntomas que indican que una empresa tiene incentivos perversos es un inventario grande, alto enfoque en el costo unitario y una mentalidad de maximizar la producción de acuerdo a la capacidad instalada, no enfocándose en el ritmo de compra del mercado. Sin embargo, los síntomas pueden manifestarse de múltiples formas.

  • Si nuestro incentivo es castigar a la persona, los problemas se esconderán.
  • Si nuestro incentivo es desconectar procesos que tienen ritmos diferentes, nuestro trabajo en proceso aumentará (y con ello los costos).
  • Si nuestro incentivo es la prisa, nuestra calidad se verá mermada.
  • Si nuestro incentivo es reducir el costo unitario, nuestros costos globales crecerán.

Tal vez la reflexión más poderosa es que todas las organizaciones tienen “cobras”.

La única manera de combatir y mitigar sus efectos es por medio del pensamiento sistémico, el análisis de causa raíz de los problemas y la solución multidisciplinaria de los mismos.

Si afrontamos la realidad con análisis cortos, aislados y someros, probablemente solo haremos los problemas más grandes. Si afrontamos nuestros problemas de frente, con empatía y con un análisis profundo, tenemos una mayor oportunidad de evitarlos.