La Selva del Darién, una vasta extensión selvática que marca la frontera entre Colombia y Panamá, ha sido durante mucho tiempo un símbolo de aislamiento y peligro en el continente americano. Conocida como una de las selvas más peligrosas del mundo, esta región ha captado titulares no solo por sus riesgos naturales y humanos, sino también por un fenómeno económico inesperado: el auge de una economía informal impulsada por el flujo de migrantes que la atraviesan rumbo a Estados Unidos.
El auge de la economía informal en el Darién
En los últimos años, la Selva del Darién ha experimentado un aumento significativo en el número de migrantes que intentan cruzarla. Según datos actualizados, en 2023 se registró un récord de 520,085 personas atravesando esta región inhóspita, aunque esta cifra disminuyó a más de 300,000 en 2024, según estimaciones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y autoridades panameñas. Procedentes principalmente de Venezuela, Haití, Cuba y países africanos, estos migrantes buscan llegar a Estados Unidos, enfrentando la selva como el primer gran obstáculo en su travesía por Centroamérica.
Este flujo masivo ha dado lugar a una economía informal que beneficia a las comunidades locales, muchas de ellas indígenas. Los guías, conocidos como «coyotes», han encontrado en la migración una fuente de ingresos significativa, cobrando entre $500 y $1,000 por persona para liderar a los migrantes a través de los senderos fangosos y peligrosos de la selva. Además, pequeños comerciantes en aldeas cercanas venden agua, alimentos, ropa y otros suministros esenciales a precios elevados, capitalizando la desesperación y la falta de opciones de los viajeros.
Efectos económicos del Darién en las ciudades cercanas
El impacto económico trasciende las fronteras de la selva y se siente en las ciudades circundantes, como Turbo en Colombia y Yaviza en Panamá. Estos centros urbanos han experimentado un auge en la actividad comercial gracias a la llegada de migrantes, trabajadores humanitarios y periodistas. Hoteles modestos, restaurantes y servicios de transporte han visto un incremento en la demanda, lo que ha generado empleo y dinamismo económico. Sin embargo, este crecimiento trae desafíos: la inflación ha disparado los precios de bienes básicos, y los servicios públicos, como el agua y la salud, están al límite de su capacidad.
A pesar de los beneficios económicos, las tensiones sociales también han aumentado. En muchas comunidades, los residentes locales ven con recelo la llegada de miles de extranjeros, lo que ha generado debates sobre el uso de recursos y la seguridad en la región.
Los peligros que definen a la Selva del Darién
La Selva del Darién no solo es un desafío por su geografía, sino también por las actividades ilícitas que prosperan en su interior. Grupos armados ilegales, incluidas guerrillas y carteles de drogas, han convertido la región en una ruta clave para el tráfico de estupefacientes y armas. Estos actores ven en los migrantes una oportunidad de lucro, extorsionándolos o robándoles sus pertenencias. En casos extremos, los viajeros enfrentan secuestros o incluso la muerte, lo que refuerza la reputación de la selva como un lugar letal.
Desafíos naturales
Más allá de las amenazas humanas, la selva impone un castigo físico a quienes la atraviesan. Sus densos bosques, ríos desbordados y pantanos dificultan el avance, mientras que las lluvias torrenciales y el calor sofocante agotan rápidamente a los migrantes. Las enfermedades tropicales, como la malaria, la fiebre amarilla y el dengue, son una amenaza constante, especialmente para aquellos sin acceso a medicamentos o atención médica. Sin caminos pavimentados ni infraestructura básica, el aislamiento de la región agrava estos riesgos.
Un vacío de infraestructura
La ausencia de desarrollo en la Selva del Darién contribuye a su peligrosidad. No hay hospitales, estaciones de policía ni redes de comunicación confiables. Los migrantes dependen exclusivamente de sus propios recursos y de la ayuda de los guías, quienes a menudo carecen de formación para manejar emergencias. Esta falta de infraestructura también dificulta los esfuerzos de las autoridades para monitorear la región y brindar asistencia, dejando a los viajeros en extrema vulnerabilidad.
Medidas para controlar el flujo migratorio
Los gobiernos de Colombia y Panamá han implementado medidas para responder a la crisis migratoria. En 2024, Panamá reportó una disminución del 41% en los cruces del Darién respecto al año anterior, gracias a políticas impulsadas por el presidente José Raúl Mulino, incluyendo un acuerdo con Estados Unidos para deportar a migrantes que ingresen ilegalmente tras cruzar la selva. Además, se incrementó la presencia militar en la zona para combatir a los grupos armados y disuadir el paso de migrantes.
Organizaciones como la OIM, la Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras han intensificado sus operaciones en el Darién, proporcionando alimentos, refugio y atención médica. Sin embargo, la escala del problema supera los recursos disponibles, y miles de personas llegan a campamentos improvisados en condiciones deplorables. Las ONG han hecho un llamado urgente a la comunidad internacional para aumentar la financiación y el apoyo logístico.
La Administración Trump y su impacto en la Selva del Darién
Con la llegada de la administración Trump en enero de 2025, el flujo migratorio a través del Darién ha experimentado una caída drástica. Según datos recientes, la migración ha disminuido más del 90% en comparación con el mismo período de 2024. En enero de 2025, solo 72 personas por día cruzaron el Darién, la cifra más baja desde febrero de 2021. Esta reducción se atribuye a las políticas migratorias estrictas de la administración Trump, que incluyen la detención y expulsión del 100% de los migrantes que intentan cruzar la frontera sur de Estados Unidos.
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ha colaborado con la administración Trump para cerrar el Darién a la migración irregular. En julio de 2024, Mulino firmó un acuerdo con Estados Unidos para deportar a migrantes que cruzaran ilegalmente la selva, y desde entonces, Panamá ha realizado deportaciones masivas, incluyendo vuelos de repatriación financiados por Estados Unidos. Hasta febrero de 2025, se han repatriado aproximadamente 1,548 migrantes desde Panamá. Además, se han implementado «deportaciones puente», enviando a países como Panamá y Costa Rica migrantes de terceros países para su posterior repatriación; en enero de este año, 299 fueron enviados a Panamá y 135 a Costa Rica.
Estas medidas han reducido significativamente el flujo migratorio, pero han generado preocupaciones humanitarias. Organizaciones de derechos humanos advierten que las deportaciones masivas podrían violar las obligaciones internacionales de protección a solicitantes de asilo y refugiados.
Selva del Darién, un equilibrio entre oportunidad y riesgo
La Selva del Darién, con su mezcla única de peligro y oportunidad económica, representa un microcosmos de los desafíos globales de la migración. La economía informal surgida en torno al flujo de migrantes ha traído beneficios a las comunidades locales y ciudades cercanas, pero también ha evidenciado las limitaciones de la región para manejar esta crisis. Los peligros inherentes a la selva —grupos armados, enfermedades y falta de infraestructura— siguen cobrando un alto precio en vidas humanas.
Con la disminución drástica del número de migrantes en 2025 debido a las políticas de la administración Trump, la necesidad de una respuesta coordinada sigue siendo apremiante. La Selva del Darién no solo es un paso hacia un futuro incierto para miles de personas, sino también un recordatorio de las complejidades económicas y humanas en los márgenes del mundo moderno.