En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), las propiedades sin herederos no quedan abandonadas para siempre. Existe un entramado legal y social que busca darles destino. Cada cierto tiempo, el Banco Ciudad organiza subastas de inmuebles que provienen de herencias vacantes. Es decir, viviendas cuyos dueños fallecieron sin dejar sucesores legítimos ni testamento válido. Detrás de lo que parece un trámite notarial frío se esconde la trama compleja del patrimonio urbano que se recicla y se reinserta en el mercado, en lugar de deteriorarse hasta volverse una ruina.
El sistema, regulado por la Procuración General porteña, permite que los bienes pasen al Estado local. Luego, mediante remates públicos, esas propiedades sin herederos encuentran nuevos dueños. Con ello no solo se recauda, sino que también se evita que barrios enteros acumulen casas vacías, fuente habitual de usurpaciones o conflictos judiciales interminables.
Seis nuevas propiedades sin herederos en CABA, múltiples historias
Este mes de octubre, seis propiedades sin herederos repartidas entre Villa Luro, Agronomía, Monserrat, Flores, Balvanera y Villa Urquiza entrarán en este proceso. Desde un monoambiente en el centro hasta una casa amplia con doble vivienda, la variedad es notable. Los valores base oscilaron entre 23.000 y 170.000 dólares. Pero lo interesante no es solo el precio, sino que cada lote refleja cómo la ciudad administra legados truncos que, de otro modo, quedarían atrapados en el limbo legal.
Los compradores deben participar de manera online, lo que facilita que los interesados, de cualquier parte de Argentina, puedan sumarse. Esa modalidad no es menor, ya que digitaliza un proceso históricamente reservado a quienes podían acercarse físicamente al remate.
La dimensión social, de la muerte a la redistribución
Detrás de cada herencia vacante hay una ausencia. Personas que murieron sin hijos, sin parientes o cuyos posibles herederos no pudieron acreditar el vínculo. En muchos casos se trata de adultos mayores en soledad, parte de un fenómeno creciente en las grandes urbes. Allí el Estado se convierte en heredero de última instancia.
La venta de estos bienes se traduce en ingresos que se destinan a fondos públicos de CABA. Así, el patrimonio individual se reintegra, en cierta forma, a la comunidad. Es un mecanismo de redistribución silencioso, pues lo que no tuvo continuidad familiar adquiere un nuevo rol social.
Pasos, requisitos y costos para comprar propiedades sin herederos
El esquema no está exento de formalidades. Para ofertar, los interesados deben registrarse al menos 48 horas antes, consignar domicilio en la Ciudad de Buenos Aires y pagar una garantía equivalente al 3% del valor base. Este dinero es reembolsado si no se gana la puja.
Una vez adjudicada la propiedad, los pagos se realizan en pesos argentinos, calculados al tipo de cambio vendedor del Banco Nación del día anterior a la subasta. Esta cláusula evita la especulación cambiaria y asegura transparencia en las operaciones.
Urbanismo y mercado, los efectos colaterales
Más allá del proceso puntual, las subastas de herencias vacantes generan efectos en el mercado inmobiliario. Para muchos inversores representan oportunidades de entrada a precios relativamente bajos. Sin embargo, también abren interrogantes: ¿hasta qué punto estas ventas benefician a particulares y no al Estado? ¿Cuál es la utilidad de que se concentren en zonas específicas de la ciudad?
Los barrios donde suelen aparecer más herencias vacantes coinciden, muchas veces, con áreas de población envejecida y con baja rotación demográfica. El reciclaje de estas propiedades introduce dinamismo y previene la degradación urbana.
Una mirada hacia adelante con las propiedades sin herederos
El mecanismo de herencias vacantes plantea dilemas éticos y sociales. ¿Es justo que el Estado se convierta en heredero universal de quienes no dejaron descendencia? ¿Deberían existir fondos específicos para volcar lo recaudado en políticas de vivienda o salud de adultos mayores, justamente quienes suelen protagonizar estas historias?
Por ahora, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sigue utilizando las subastas como puente entre la muerte sin herederos y la vida inmobiliaria que continúa. Cada departamento, cada casa, simboliza un final, pero también un inicio: el de un nuevo propietario que entra en escena gracias a un engranaje legal que transforma la soledad en oportunidad colectiva.