Hace poco más de una década, Bitcoin era apenas una curiosidad tecnológica. Hoy, su capitalización de mercado equivale al 1,7 % del dinero global, un dato que lo coloca oficialmente dentro de la conversación sobre grandes activos monetarios. Según un estudio de la firma River, la suma de monedas fiduciarias principales (112,9 billones de dólares) más el oro (25,1 billones) define una masa monetaria de 138 billones de dólares. En ese océano financiero, Bitcoin ya ocupa un espacio que, aunque pequeño, resulta imposible de ignorar.
El salto es aún más notable si se considera la velocidad. En apenas 16 años pasó de valer cero a rondar los 2,29 billones de dólares de capitalización. La proporción es todavía mínima, pero el simple hecho de que un activo descentralizado y ajeno a los bancos centrales ya represente casi el 2 % del dinero global habla de un cambio estructural.
El oro y Bitcoin, ganadores en tiempos de inflación
El análisis de River excluyó metales industriales como la plata o el platino para evitar distorsiones. Se enfocó únicamente en monedas fiat y en el oro. La comparación es relevante porque tanto el oro como Bitcoin crecen en participación cuando los bancos centrales recurren a la imprenta.
La inflación erosiona el poder adquisitivo y empuja a los inversionistas a buscar refugio en activos de emisión limitada. El oro siempre cumplió ese papel. Bitcoin, con su naturaleza deflacionaria y su límite de 21 millones de unidades, comienza a reclamar un lugar similar. La diferencia está en su carácter digital. Este se mueve con la velocidad del internet y no requiere bóvedas para su almacenamiento.
La Reserva Federal mueve las fichas con el Bitcoin
El presente ascenso de Bitcoin no puede entenderse sin la política monetaria de Estados Unidos. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, reconoció en Jackson Hole que las tasas de interés están ahora 100 puntos básicos más cerca de una posición neutral que hace un año. Lo que en lenguaje de banquero central significa una puerta abierta a recortes en el corto plazo.
El mercado leyó entre líneas una expansión monetaria. Y reaccionó con velocidad. El precio del Bitcoin subió más del 2 % tras el discurso, tocando los 116,000 dólares por unidad. La cifra, simbólica o no, confirmó la sensibilidad del mercado cripto frente a las señales de liquidez global.
Expectativas de recortes y la reacción del mercado
Según los datos del Grupo CME, tres de cada cuatro inversores apuestan por un recorte de 25 puntos básicos en septiembre. El hecho de que un simple discurso provoque un repunte inmediato del Bitcoin muestra cómo la criptomoneda se ha integrado en la dinámica de los grandes activos financieros.
La correlación con la liquidez mundial es clara. Cada vez que la Fed relaja, Bitcoin despega. Pero no se trata solo de especulación a corto plazo. El mercado lo percibe como un activo que se beneficia directamente de la expansión monetaria, igual que las acciones tecnológicas, aunque con un matiz esencial: su oferta es fija, lo que refuerza la narrativa de “dinero duro” en contraste con la elasticidad de las divisas fiat.
¿Reserva de valor o apuesta especulativa?
Bitcoin ocupa un espacio híbrido. Tiene características de reserva de valor, como el oro, pero también se comporta como un activo especulativo sensible a la liquidez, al estilo de las grandes tecnológicas. Esta dualidad lo convierte en un actor difícil de encasillar.
Si el oro es un refugio tradicional, Bitcoin es un refugio experimental. Uno que combina deflación programada con un ADN digital que lo hace universal, accesible y, en teoría, incorruptible.
El futuro del Bitcoin ¿hacia el 5 % del dinero global?
El 1,7 % alcanzado en agosto no es un punto de llegada, sino de partida. La pregunta inevitable es qué ocurrirá en otros 16 años. Si el ritmo se mantiene, Bitcoin podría acercarse al 5 % de la masa monetaria mundial.
En un mundo donde los bancos centrales parecen atrapados entre inflación persistente y necesidad de imprimir más, los activos de emisión limitada seguirán ganando atractivo. Bitcoin ya no es un experimento marginal, sino una señal de que la arquitectura monetaria global empieza a mutar, y lo hace desde un lenguaje ajeno al Estado, nacido del código y la confianza digital.