La noticia parece sacada de una novela de ciencia ficción: una empresa estadounidense acaba de iniciar el camino para crear lo que podría convertirse en el primer “ejército” de 100.000 robots humanoides. Y aunque aún no portan armas ni visten uniforme, su mera existencia ya plantea preguntas urgentes sobre el futuro de la humanidad, el trabajo y la guerra.
La startup que desafía el presente
Figure AI no es una compañía más en Silicon Valley. Fundada por Brett Adcock, esta joven empresa ha revolucionado la industria robótica al crear en apenas 31 meses su primer modelo humanoide funcional: Figure 01. Le siguieron dos versiones más sofisticadas. La última ya camina a una velocidad cercana a la humana y, lo más importante, no necesita ser programada con instrucciones rígidas. Aprende. Observa. Se adapta.
La clave está en su cerebro artificial: redes neuronales que permiten a estos robots absorber información y ejecutar tareas complejas de manera autónoma. Desde mover cajas en una planta industrial hasta asistir a una persona mayor en su casa. No se trata de máquinas torpes que siguen rutinas predecibles. Son sistemas que evolucionan.
Del hogar a las fábricas, ¿y luego al campo de batalla?
El plan de Figure AI es tan audaz como realista: distribuir estos robots en sectores como manufactura, logística, atención médica y servicios domésticos. Ya hay acuerdos firmados con gigantes de la industria, incluido BMW. El enfoque no es dispersarse, sino profundizar: trabajar con pocos clientes, entender sus necesidades y construir soluciones a la medida.
Pero hay un detalle que inquieta: la empresa firmó un pacto con una de las mayores corporaciones estadounidenses y, según algunas fuentes, podría haber solicitado permiso oficial para desplegar estos robots como una fuerza nacional. ¿Militar? Todavía no lo dicen abiertamente. Pero en un mundo donde la inteligencia artificial avanza a pasos de gigante y las tensiones geopolíticas escalan, la posibilidad ya no es ciencia ficción. Es prospectiva real.
Inversiones de alto voltaje
La promesa de Figure AI ha seducido a los grandes del dinero y la tecnología. Jeff Bezos puso 100 millones sobre la mesa. Microsoft, OpenAI y Nvidia también apostaron fuerte. Hoy, la empresa ya roza los 40.000 millones de dólares en valoración. No se trata solo de fe ciega. Es una carrera estratégica. Un campo de batalla silencioso donde cada dólar invertido puede marcar quién liderará la próxima revolución tecnológica.
Estados Unidos vs. China: la batalla por los humanoides
La competencia no se detiene en los laboratorios californianos. En China, Zhiyuan Robotics se propone lanzar 1.000 robots antes de que acabe el año. Lo que hace apenas una década era un terreno marginal, hoy es un eje de tensión global. Ya no se compite por petróleo, sino por cerebros artificiales.
Las consecuencias son difíciles de anticipar. ¿Quién regulará estas tecnologías? ¿Qué pasa cuando un robot tome una mala decisión en un entorno humano? ¿Dónde están los límites éticos? Por ahora, las leyes internacionales se muestran torpes ante la avalancha de lo nuevo.
Una civilización que camina hacia la automatización
El paso que acaba de dar Figure AI marca un antes y un después. El número —100.000 robots— es simbólico, pero también aterrador. Equivale al tamaño de un ejército moderno. Aunque sus creadores insistan en que servirán para cargar cajas o asistir a enfermos, es inevitable preguntarse: ¿qué podrían hacer si se les da una orden distinta?
La automatización total ya no es una idea futurista. Es una estrategia de negocio. Una apuesta política. Una herramienta de poder. Y en esa ecuación, los robots humanoides de Figure AI no son solo productos tecnológicos. Son actores de un mundo que cambia demasiado rápido.