En los márgenes más profundos de Internet opera Huione, una red clandestina que mueve miles de millones de dólares en actividades ilegales sin ser interrumpida. No es una aplicación popular, ni aparece en los titulares convencionales, pero su impacto silencioso ha transformado el panorama global del cibercrimen.

Desde 2014, este conglomerado digital con sede en Camboya ha tejido una compleja red de plataformas financieras, canales de mensajería y sistemas de pago diseñados para facilitar el fraude, el lavado de dinero, las estafas románticas y hasta operaciones vinculadas a gobiernos como el de Corea del Norte. Lo que comenzó como un conjunto de servicios opacos hoy se ha convertido en uno de los centros más activos del crimen digital internacional.

De Camboya al mundo: la expansión invisible de Huione

Fundado en 2014, Huione ha construido un ecosistema criminal digital. Desde Phnom Penh controla plataformas como Huione Pay, Huione Crypto y Haowang Guarantee (antiguamente Huione Guarantee). A través de ellas han pasado al menos 96.000 millones de dólares en criptoactivos desde 2021, una cifra que supera incluso a Hydra, el mercado negro ruso desmantelado en 2022.

En mayo de este año, la red recibió un golpe simbólico: Telegram prohibió sus canales. Pero la red no se fragmentó, se reconfiguró. Parte de los usuarios migraron a Tudou Guarantee, que vio multiplicar por 70 su volumen diario de operaciones. Otros regresaron rápidamente a Telegram con cuentas nuevas. El servicio Huione Pay, lejos de paralizarse, aumentó un 50% su volumen transaccional en los días posteriores a la prohibición.

El cierre anunciado fue solo de fachada. Las operaciones siguieron a toda marcha. Y peor aún: con más sofisticación y menos exposición pública.

La plataforma replica los esquemas de marketplaces legales como Amazon o Alibaba, pero en lugar de electrodomésticos o ropa, se ofrecen kits de phishing, identidades falsas, servicios de fraude, datos robados y herramientas para el blanqueo digital.

Los pagos se realizan mayormente con criptomonedas, y los canales de acceso utilizan cifrado de última generación. No hay controles KYC. No hay AML. No hay fronteras. Solo un mar de transacciones imposibles de rastrear para la mayoría de las autoridades.

Estados Unidos ataca a Huione

La FinCEN (Red de Control de Delitos Financieros del Tesoro de EE.UU.) decidió pasar a la ofensiva. El 1 de mayo de este año designó al Grupo Huione como “foco primario de lavado de dinero” bajo la Sección 311 de la Ley Patriota. Esta medida —la más severa de su tipo— corta el acceso de Huione al sistema bancario estadounidense y obliga a instituciones internacionales a decidir: o ellos, o el dólar.

La reacción fue inmediata en el sector bancario. Pero no en la red. El sistema construido por Huione ha demostrado que no necesita del sistema tradicional para sobrevivir.

Huione y la criptogeopolítica del crimen

Uno de los elementos más perturbadores de este caso es la conexión con actores estatales. Según la FinCEN, Huione sirvió como vehículo para el lavado de más de 37 millones de dólares vinculados al Lazarus Group, el grupo de hackers norcoreanos sancionado por Naciones Unidas. Es decir, Huione no solo facilita el crimen organizado, también puede ser una herramienta de guerra digital encubierta.

Cerrar canales, bloquear accesos o sancionar empresas no basta. Lo que revela el caso Huione es la necesidad urgente de nuevas estrategias multidimensionales: inteligencia artificial para rastrear patrones, cooperación internacional más ágil, educación financiera a usuarios y sistemas regulatorios que vayan más allá del papel.

Como advirtió Chainalysis, combatir redes como Huione implica actuar sobre la arquitectura subyacente del cibercrimen global. No se trata de tumbar una puerta. Se trata de desmantelar una ciudad subterránea.

El futuro de la ciberdelincuencia ya llegó

Huione no es un caso aislado ni un problema del futuro. Es el presente. Y su éxito desnuda la fragilidad de las estructuras legales y financieras tradicionales frente al poder de la descentralización digital. Cada día que pasa sin una respuesta eficaz, el mercado ilegal gana fuerza, perfecciona sus métodos y expande su clientela.

Mientras tanto, plataformas como Huione se consolidan como la cara más oscura del ciberespacio. Y el desafío no es solo técnico o legal. Es, sobre todo, un problema político, económico y humano que exige actuar antes de que sea imposible apagar el incendio.