La economía venezolana ha dado signos de vida este año, al registrar un sorprendente crecimiento del 6.2% que la posiciona entre los líderes de América Latina. Sin embargo, este aparente resurgimiento económico podría ser más frágil de lo que parece, especialmente ante un 2025 que se avecina turbulento.

El petróleo como motor de la recuperación de la economía venezolana

El incremento en la producción petrolera hasta los 900,000 barriles diarios ha sido el principal catalizador de esta recuperación. Las licencias otorgadas a gigantes energéticos como Chevron y Repsol han permitido inyectar nueva vida a una industria que parecía moribunda. Este renacimiento petrolero, sin embargo, pende de un hilo ante la posibilidad de que Estados Unidos revoque estas licencias en 2025.

La sombra de la crisis política

Las controvertidas elecciones presidenciales de julio han generado un punto de inflexión en la trayectoria económica del país. Lo que comenzó como un año prometedor, con una inflación controlada en torno al 60% -una cifra notable para un país que experimentó hiperinflación-, ha comenzado a mostrar grietas. La victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos y la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado proyectan un horizonte complicado para las relaciones bilaterales.

Las dos caras de la recuperación de la economía venezolana

En medio de la incertidumbre, el sector industrial venezolano mantiene el pulso, generando más de 300,000 empleos directos. Los sectores de alimentos, bebidas, farmacéutico y cuidado personal lideran esta modesta recuperación. Sin embargo, la capacidad instalada apenas alcanza el 50%, evidenciando el largo camino que queda por recorrer.

La brecha del 18% entre la tasa oficial y el mercado paralelo revela las debilidades estructurales que persisten en la economía venezolana. El Banco Central lucha por mantener la estabilidad cambiaria con reservas limitadas, mientras la moneda permanece sobrevaluada, generando nuevos desequilibrios.

La magnitud del colapso económico que experimentó Venezuela entre 2018 y 2020, cuando perdió el 80% de su PIB, pone en perspectiva la actual recuperación. Los expertos señalan que, incluso manteniendo un crecimiento sostenido superior al 10% anual durante dos décadas, apenas se alcanzaría el nivel económico previo a la crisis.

El éxodo empresarial

Tras las elecciones de julio, una nueva ola de pesimismo ha invadido el sector privado. El cierre de negocios y la fuga de capitales amenazan con revertir los avances logrados. La confianza empresarial, ese intangible fundamental para el crecimiento económico, se ha deteriorado significativamente.

La CEPAL proyecta una desaceleración del crecimiento hasta el 3.1% para 2025, una cifra que podría ser optimista si se materializan las amenazas de nuevas sanciones. La recuperación petrolera, pilar fundamental del actual crecimiento, podría verse severamente afectada por decisiones políticas externas.

El gobierno de Maduro, que desde 2020 ha intentado una apertura hacia la inversión privada y ha mantenido una política monetaria más prudente, se enfrenta a una encrucijada. La posibilidad de un endurecimiento de las sanciones internacionales podría forzar un retorno a políticas más restrictivas.

La economía venezolana se encuentra en un momento decisivo. La recuperación actual, aunque significativa, es frágil y está amenazada por factores tanto internos como externos. El 2025 se presenta como un año crucial que determinará si el país puede mantener su senda de crecimiento o si volverá a sumergirse en la inestabilidad económica. La clave estará en la capacidad de mantener la producción petrolera y en la habilidad para navegar un entorno internacional cada vez más complejo.