En un mundo donde las certezas económicas se desvanecen, el oro brilla más que nunca. En el segundo trimestre de 2025, la demanda global del metal precioso ascendió a 1.249 toneladas. Pero lo realmente impresionante es su valor: 132.000 millones de dólares, un salto del 45% en comparación con el mismo periodo del año anterior. No es una fiebre pasajera, sino un cambio estructural.

Los inversores institucionales lo están entendiendo. No se trata solo de protegerse frente a la inflación. Es una apuesta por algo más profundo: la desconfianza en el sistema monetario actual.

La gran jugada de los bancos centrales (y sus límites) al invertir en oro

Uno de los motores silenciosos de esta tendencia es el comportamiento de los bancos centrales. En lo que va de año, ya han añadido 166 toneladas a sus reservas. Pero los expertos lo tienen claro: la verdadera fuerza detrás del precio viene de la demanda financiera, no estatal. Los ETF de oro —vehículos de inversión respaldados por oro físico— están desbordados.

Esta dinámica convierte cada corrección del mercado en una oportunidad de entrada. Aunque los 4.000 dólares por onza parecen una barrera psicológica, muchos analistas esperan que, si se repiten ciclos anteriores, el oro pueda escalar hasta 16.000 dólares hacia el final de la década.

¿Burbuja o blindaje? Lo que dicen los números

Desde julio de 2023, cuando se estabilizaron los tipos reales en Estados Unidos, el oro ha escalado un 74%. No es casualidad. La política monetaria de la Fed, sumada a nuevas presiones inflacionarias y tensiones geopolíticas —como los efectos arancelarios derivados del regreso de Trump— están empujando a los inversores a buscar refugios más sólidos.

Y aunque algunos alertan sobre retrocesos técnicos si se fortalecen el dólar o las relaciones comerciales, otros insisten: estas caídas deben verse como momentos ideales para acumular. Porque en este tablero global incierto, el oro sigue siendo “el único dinero real”, como dicen los más ortodoxos del metal.

El papel del oro en una cartera moderna

¿Dónde encaja el oro en una cartera diversificada? Para inversores con un enfoque conservador, el 5% puede ser suficiente. Pero los perfiles más agresivos están elevando su exposición hasta el 20% o incluso el 35%, especialmente si se confirma un nuevo ciclo de recortes de tasas de interés reales.

Además, ya no se trata de elegir entre oro físico o financiero. Ambos formatos cumplen funciones complementarias. Mientras el físico ofrece propiedad sin riesgo de contraparte, los ETFs, mineras o derivados amplifican el rendimiento potencial.

China, Rusia y la rebelión contra el dólar

Hay una dimensión política que no puede ignorarse. Desde la crisis de 2008, y con más intensidad tras la guerra de Ucrania, países como China y Rusia han dejado de comprar deuda estadounidense. En su lugar, prefieren invertir en oro y acumular. ¿La razón? El uso del dólar como arma geopolítica ha encendido las alarmas en las principales potencias emergentes.

Aunque China solo tiene el 7% de sus reservas en oro (frente al promedio mundial del 20%), el margen de crecimiento es enorme. Esa demanda no solo presiona al alza los precios, sino que refuerza la narrativa de un mundo cada vez más desdolarizado.

Invertir en oro no está de moda, sino en el centro

Pese a sus oscilaciones y advertencias de corrección, invertir en oro no es una moda de mercado. Es una herramienta estratégica que gana protagonismo en cada sacudida del sistema global. En un entorno donde la deuda crece sin control, las monedas pierden confianza y las tensiones geopolíticas son la norma, el oro vuelve a ser lo que siempre fue: un ancla. Y en estos tiempos, tener anclas no es un lujo. Es una necesidad.