La cadena hotelera española Meliá, una de las principales operadoras turísticas en Cuba, cerró el 2024 con un desplome significativo en sus ingresos en la Isla, un reflejo de la profunda crisis que atraviesa el sector turístico cubano. Este año, marcado por apagones prolongados, escasez de suministros y una ocupación hotelera en mínimos históricos, ha puesto en jaque las operaciones de Meliá, que teme que 2025 no traiga mejoras sustanciales.

Un retroceso económico alarmante de Meliá en Cuba

En 2024, los ingresos por habitación (RevPAR) de Meliá en Cuba se situaron en apenas 30,5 euros, un 2,3% menos que en 2023, según datos recientes. Este indicador, clave para medir la salud financiera del sector hotelero, evidencia una baja ocupación que no supera el 25% a nivel nacional, según estimaciones de expertos. En términos prácticos, esto significa que tres de cada cuatro habitaciones permanecen vacías, un lujo que la economía cubana, dependiente del turismo como motor de divisas, no puede permitirse.

La situación no es exclusiva de Meliá en Cuba. Otras cadenas españolas como Iberostar también han expresado preocupación por el deterioro de la imagen de destinos emblemáticos, como la Torre K en La Habana, afectada por la crisis energética y la falta de mantenimiento. Sin embargo, Meliá, con 32 hoteles y más de 14.000 habitaciones en la Isla, siente el golpe con especial intensidad, dado su peso en el mercado cubano.

Factores detrás de la caída de Meliá en Cuba

Varios elementos convergen en esta debacle. Primero, los apagones, que en 2024 alcanzaron niveles críticos, han afectado no solo a los hogares cubanos, sino también a la experiencia turística. A esto se suma la escasez de alimentos y productos básicos, que dificulta a los hoteles mantener estándares mínimos de calidad. Los turistas, cada vez más exigentes, optan por destinos alternativos en el Caribe, como República Dominicana, que en 2023 superó los 10 millones de visitantes mientras Cuba apenas alcanzó 2,4 millones.

Para Meliá, esta caída representa un desafío estratégico. La empresa, pionera en el sector turístico cubano desde hace más de tres décadas, ha invertido millones en infraestructura hotelera. Sin embargo, los resultados no acompañan: en 2020, sus ingresos en Cuba ya habían caído un 84%, y aunque la pandemia explica parte de esa debacle, la recuperación esperada no llegó. En 2024, la cadena apenas logró mantenerse a flote, y sus previsiones para 2025 son pesimistas.

El impacto trasciende a Meliá. El turismo, que históricamente aporta cerca del 10% del PIB cubano y es la tercera fuente de divisas tras las remesas y los servicios médicos, está en un punto de inflexión. Las autoridades, lideradas por el primer ministro Manuel Marrero, reconocen la crisis, pero sus preguntas retóricas en actos oficiales —¿Cómo romper el círculo vicioso de la falta de financiamiento?— no ofrecen soluciones concretas. Mientras tanto, la inversión estatal en hoteles, que supera los 24.000 millones de dólares en las últimas décadas, contrasta con el abandono de sectores clave como la energía y la agricultura.

¿Hay luz al final del túnel?

El futuro no es alentador. Sin reformas estructurales profundas —resolución de la crisis energética, mejora en el transporte y apertura a la inversión extranjera—, el turismo cubano seguirá rezagado frente a sus competidores regionales. Para Meliá, la decisión de continuar en la Isla podría depender de un cambio de rumbo que no se vislumbra. Mientras tanto, la cadena enfrenta un dilema: mantener su apuesta por Cuba a pesar de las pérdidas o redirigir sus esfuerzos a mercados más estables.