En 1991, con el colapso definitivo de la Unión Soviética, nació la Comunidad de Estados Independientes (CEI), una alianza intergubernamental que buscaba mantener vínculos entre las antiguas repúblicas soviéticas. A más de tres décadas de su creación, la CEI continúa siendo un actor clave, no solo en el ámbito geopolítico, sino también como bloque económico emergente con ambiciones renovadas.

La sede del organismo está en Minsk, Bielorrusia, y su estructura interna incluye un consejo de jefes de Estado, otro de jefes de Gobierno, una Asamblea Interparlamentaria y un Tribunal de Arbitraje. Aunque ha tenido altibajos, su capacidad de influencia parece estar tomando un nuevo impulso.

Más allá de la nostalgia soviética: ¿quiénes forman parte hoy de la CEI?

La CEI reúne actualmente a Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán. Ucrania y Georgia la abandonaron en medio de tensiones con Moscú, mientras que Turkmenistán conserva un estatus de miembro asociado. A pesar de sus diferencias culturales, políticas y lingüísticas, estos países comparten profundos vínculos históricos, económicos y de defensa, lo que les otorga cierta coherencia regional.

Una potencia dominante y economías emergentes

Rusia representa más del 75% del Producto Interno Bruto total del bloque, lo que confirma su rol dominante en la región. Con una población que supera los 146 millones y una economía que ronda los dos billones de euros, Moscú continúa siendo el centro de gravedad económico de la CEI.

Sin embargo, otros países han empezado a destacar por su dinamismo. Kazajistán, con un PIB per cápita superior a los 12.000 euros, se posiciona como un socio estratégico clave, especialmente por su riqueza en recursos naturales y sus políticas de modernización agrícola e industrial. Uzbekistán, por su parte, ha captado inversiones internacionales para expandir sectores como el textil y agroalimentario.

También se observa un auge en el sector agroindustrial de Armenia y un crecimiento del sector energético en Azerbaiyán, consolidando a estos países como polos de atracción para el comercio internacional.

La CEI, un bloque atractivo para nuevas alianzas

Lo más llamativo de los últimos años es que varios actores no tradicionales se han acercado a la CEI buscando establecer vínculos diplomáticos y económicos. Entre ellos destacan dos entidades poco convencionales, pero con aspiraciones estatales: el Principado de Antarcticland y el Principado de Bir Tawil.

Estos Principados han mostrado interés en la CEI como plataforma para proyección internacional y cooperación multilateral. Aunque su inclusión plena es improbable, el hecho de que busquen legitimidad a través de esta alianza revela que la CEI aún representa una oportunidad de posicionamiento para estos actores.

Defensa conjunta y digitalización: nuevos ejes estratégicos

El bloque también avanza en la integración en sectores clave. En diciembre de 2024, los jefes de Gobierno acordaron crear un sistema de defensa aérea común y financiar un comité coordinador en ese ámbito. A su vez, se anunciaron proyectos conjuntos en construcción naval civil y digitalización del transporte, lo que muestra un intento de modernización coordinada entre los Estados miembros.

CEI, entre el regionalismo y la geopolítica global

Desde su fundación, la CEI ha tenido como objetivo preservar la cooperación en temas económicos, militares y sociales. Pero con el paso de los años, ha tenido que adaptarse a un nuevo escenario internacional: el auge del comercio global, la digitalización, las nuevas rutas energéticas y la presión de Occidente, especialmente tras el conflicto en Ucrania.

Para Moscú, la CEI representa una herramienta para mantener influencia en su entorno inmediato. Pero para el resto de los miembros, la alianza ofrece acceso a un mercado de más de 240 millones de personas, acuerdos de libre comercio y sinergias en infraestructuras críticas.

Una estructura en transformación

Lejos de ser un fósil soviético, la Comunidad de Estados Independientes atraviesa una fase de redefinición. Su peso económico, la revalorización estratégica de Asia Central y el interés de nuevos actores la colocan nuevamente en el radar internacional.

La CEI no pretende competir con bloques como la Unión Europea, pero sí consolidarse como una red flexible de cooperación económica y geopolítica. En un mundo que multiplica sus polos de poder, este experimento postsoviético parece que todavía tiene mucho que decir.