En los años ochenta, cuando se repartían dominios de internet a cada país y territorio, Anguila recibió las letras “.ai”. Nadie sospechaba que, cuatro décadas más tarde, esas dos iniciales coincidirían con el acrónimo de “artificial intelligence” y convertirían a esta pequeña isla caribeña en un jugador inesperado del nuevo orden digital.

Lo que empezó como una formalidad administrativa terminó transformándose en un fenómeno económico. Hoy, el .ai no es solo un sufijo de internet: es la llave que está financiando carreteras, clínicas y hasta un nuevo aeropuerto en un territorio con apenas 16.000 habitantes.

Del turismo al dominio digital, gracias al .ai

Durante décadas, Anguila dependió del turismo de lujo. Sus playas atraen cada año a más de 100.000 visitantes, en su mayoría estadounidenses. Pero la belleza natural tiene un enemigo recurrente: los huracanes que cada otoño golpean al Caribe y paralizan la principal fuente de ingresos.

Frente a esa vulnerabilidad, el dominio .ai se ha convertido en un salvavidas inesperado. En 2024 generó 39 millones de dólares, equivalentes al 23% de los ingresos públicos. La cifra no solo rivaliza con el turismo —que representa el 37% del presupuesto—, sino que abre una oportunidad de diversificación estratégica en un contexto climático cada vez más incierto.

El boom de los dominios .ai

El crecimiento ha sido vertiginoso. En 2020 existían menos de 50.000 dominios .ai registrados. Hoy superan los 850.000. Empresas tecnológicas, startups y hasta fondos de inversión quieren vincular su marca al concepto de inteligencia artificial.

El negocio no se limita a los registros básicos, que cuestan entre 150 y 200 dólares con renovaciones bianuales. El verdadero espectáculo está en las subastas de dominios premium. Nombres como you.ai se vendieron en 700.000 dólares, cloud.ai alcanzó los 600.000 y law.ai se cerró en 350.000. En cada operación, el gobierno de Anguila se lleva la tajada más importante, mientras que la empresa estadounidense Identity Digital, encargada de la gestión, cobra alrededor del 10% de comisión.

Una gestión diferente

Anguila aprendió de los errores de otros. Tuvalu, en el Pacífico, cedió su dominio .tv por una tarifa fija en los noventa, un acuerdo que se volvió irrisorio cuando el mercado explotó. En cambio, Anguila optó por un modelo de reparto de beneficios, mucho más lucrativo a medida que la demanda global crece.

Además, trasladó los servidores de los dominios fuera de la isla para evitar interrupciones por huracanes o cortes eléctricos. Una decisión estratégica que asegura el flujo de dinero incluso en momentos de desastre natural.

¿Burbuja o activo alternativo?

El entusiasmo es evidente, pero no todos lo ven como una mina de oro sin fin. Inversores y emprendedores del sector reconocen que los .ai son un activo atractivo, aunque advierten que los clásicos .com seguirán manteniendo mejor su valor en el largo plazo. Para los especuladores digitales, el consejo es claro: elegir pocos nombres buenos, evitar compras compulsivas y calcular con cuidado el coste total, incluidas las renovaciones.

Aun así, el auge del .ai tiene implicaciones que van más allá del mercado de dominios. Representa la forma en que una coyuntura tecnológica global puede alterar la economía de un territorio pequeño, siempre que exista visión política para aprovecharla.

El reto de administrar la bonanza

Con los ingresos en ascenso —132 millones de dólares del Caribe Oriental previstos para 2025 y 138 millones en 2026—, el desafío no está en recaudar, sino en invertir. Anguila promete destinar el dinero a infraestructura resistente a huracanes, salud pública y modernización de servicios básicos. Reino Unido, que conserva la soberanía del territorio, respalda esta estrategia como una vía hacia la autosuficiencia financiera.

La verdadera pregunta es si la isla podrá convertir esta riqueza inesperada en desarrollo duradero, o si quedará atrapada en la volatilidad de un boom tecnológico que podría desinflarse con la misma rapidez con la que llegó.