La Unión Europea presume de músculo exportador. En 2024 colocó en el mercado mundial bienes por más de 2,5 billones de euros y cerró con un superávit cercano a los 150.000 millones. Sin embargo, esa fortaleza queda en entredicho cuando se observa la dependencia en sectores estratégicos. El caso de las tierras raras revela una paradoja, ya que muestra a una potencia industrial sin control sobre los materiales que necesita para sostener su propio modelo productivo.
El monopolio chino y la vulnerabilidad europea
El 95% de las tierras raras del planeta se extraen en China. Pekín no solo domina la producción, también controla el refinado de litio y cobalto, piezas fundamentales para la transición energética y la industria tecnológica. Europa, a diferencia de grandes corporaciones como Airbus o BASF, compra pocas veces de manera directa. La mayoría de sus empresas depende de cadenas de suministro largas, que pasan por Estados Unidos y, en algunos casos, por varios intermediarios adicionales.
Ese esquema convierte a la UE en un actor vulnerable en tres frentes: la necesidad de mantener abierto el flujo de minerales desde China, el acceso a bienes intermedios fabricados en Estados Unidos y, sobre todo, la estabilidad de las relaciones comerciales entre ambas potencias. Cualquier fricción bilateral repercute de inmediato en el Viejo Continente.
Estados Unidos, intermediario clave con las tierras raras
Aunque su peso como productor directo es limitado, Estados Unidos logró insertarse en la cadena global de valor de las tierras raras. Su industria de bienes intermedios convierte los minerales chinos en semiconductores, imanes y componentes esenciales que luego llegan a Europa. En la práctica, Washington se asegura un rol central sin asumir los altos costos ambientales y energéticos del refinado.
La consecuencia para Bruselas es clara. Incluso cuando compra en Estados Unidos, termina dependiendo de materiales que en origen proceden de China. El Banco Central Europeo ya advirtió que menos del 5% de las empresas europeas tiene acceso directo a las minas chinas, lo que amplifica la exposición a disrupciones.
Restricciones y cuellos de botella
La tensión se agudizó en abril de este año, cuando China impuso controles a la exportación de siete minerales estratégicos e imanes derivados. El argumento oficial fue la seguridad nacional, en un contexto de escalada arancelaria con Estados Unidos. Pero el impacto golpeó de lleno a Europa.
Según la Cámara de Comercio de la UE en China, a septiembre solo 19 de 141 solicitudes de licencias habían sido aprobadas. El resto, pendientes o descartadas, paralizaron operaciones de empresas europeas con filiales en el gigante asiático. En agosto se registraron siete paradas de producción; para septiembre se preveían 46. El panorama amenaza con extenderse hasta finales de año.
El Parlamento Europeo denunció la maniobra como coercitiva, subrayando el cuasimonopolio chino. Mientras tanto, el sector automotriz ya había encendido las alarmas: líneas de montaje en Europa se vieron obligadas a detenerse por falta de suministros en medio de un mercado cada vez más competitivo.
La lenta reacción europea ante las tierras raras
Bruselas intenta recuperar terreno perdido. En 2024 aprobó la Ley de Materias Primas Críticas, que fija objetivos para 2030 en extracción, procesado y reciclaje dentro de la UE. También se propuso la creación de reservas estratégicas, una medida que recuerda a las reservas de petróleo y gas pero aplicada ahora a minerales esenciales.
La Comisión impulsa, además, acuerdos de diversificación con países que ofrecen depósitos de bajo riesgo, al tiempo que fomenta la economía circular y el reciclaje. El tema ya figura en la agenda del G7, con propuestas que incluyen la fijación de precios mínimos para reducir la volatilidad.
Un riesgo económico de gran calado
El Banco Central Europeo reconoce que la escasez de tierras raras podría paralizar la producción industrial y frenar la actividad económica en general. En un continente que apuesta por la electromovilidad, las energías renovables y la digitalización, el riesgo se multiplica.
Europa necesita más que buenas intenciones. Si no avanza rápido en asegurar el suministro, la dependencia de Pekín y Washington seguirá siendo el mayor talón de Aquiles de su economía. En la geopolítica de los minerales, el tiempo ya corre en su contra.