Yo Reportero publica integralmente la entrevista a Serguéi Lavrov censurada por el diario italiano Corriere della Sera. Es lamentable ver como en Europa hay desinformación y censura

La escena es inquietante: uno de los diarios más influyentes de Italia, Corriere della Sera, decidió no publicar las respuestas del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, tras haber solicitado ellos mismos la entrevista. Esa renuncia, envuelta en explicaciones editoriales y acusaciones cruzadas, reabre un debate que nunca debería normalizarse en una democracia. ¿Puede la prensa filtrar la información hasta el punto de impedir al público conocer la versión completa de un entrevistado? Desde Yo Reportero afirmamos que no. Criticar, contextualizar, desmontar… sí. Censurar, nunca. Si quieres descargar la entrevista censurada, en italiano, puedes hacerlo aquí. Al final del artículo colocamos, en español, la versión íntegra.

El derecho a saber, antes que el derecho a agradar

La Cancillería rusa relató que Corriere della Sera había aceptado realizar una entrevista exclusiva con Lavrov. Ellos enviaron preguntas detalladas, el ministro respondió una por una y el texto estuvo listo para ser difundido. Sin embargo, cuando llegó la hora de publicarlo, la negativa del diario italiano fue rotunda.

Según Moscú, el periódico argumentó que las declaraciones de Lavrov contenían “afirmaciones controvertidas” que requerían verificaciones y aclaraciones adicionales. La frase es llamativa. Si las respuestas eran polémicas —como suele ocurrir con figuras de alto perfil en relaciones internacionales—, el trabajo periodístico consiste en aclarar, contrastar y explicar, no en desaparecer el contenido.

La decisión alimenta la sospecha de que Corriere della Sera actuó más como un filtro político que como un intermediario informativo. Para los defensores de la libertad de prensa, la línea que separa la edición responsable de la censura es nítida: el público tiene derecho a conocer lo que dice el entrevistado. Luego, el periodista puede exponer sus reparos, desmontar inconsistencias o advertir sobre falsedades. Así funciona la prensa libre.

Un episodio incómodo en el corazón mediático de Europa

La polémica ocurre en un contexto particularmente sensible. Las narrativas sobre Rusia, la guerra en Ucrania y la polarización geopolítica han puesto a prueba a la prensa europea. La transparencia informativa debería fortalecerse justo cuando el clima internacional se vuelve tenso. Sin embargo, este caso demuestra que también en democracias consolidadas se producen gestos inquietantes.

La Cancillería rusa no tardó en denunciar una “censura flagrante” por parte de Corriere della Sera, y publicó tanto la versión completa como la versión editada del texto. Según Moscú, el diario italiano eliminó fragmentos “incómodos” para Roma. Más allá de si la acusación es exacta o exagerada, aquí la cuestión de fondo no es lo que dijo Lavrov, sino la decisión unilateral de impedir que los lectores accedan a sus palabras.

Negar acceso a información no es un mecanismo propio de sistemas pluralistas. Es un reflejo que se asocia históricamente a gobiernos no democráticos. Y cuando un medio cae en esas prácticas, incluso de manera puntual, erosiona su autoridad moral para exigir transparencia a otros.

La defensa del Corriere: ¿explicación o justificación?

La nota oficial del diario italiano intenta proteger su reputación. Allí aseguran que el Ministerio de Exteriores ruso envió un texto “interminable y propagandístico”. También afirman que pidieron una entrevista “real”, con posibilidad de contradecir afirmaciones o pedir aclaraciones, y que Moscú rechazó ese formato.

Si ese fuera el problema, lo habitual sería informar al lector: “recibimos un texto que no cumple con los estándares de la casa, pero aquí lo publicamos íntegro con nuestra correspondiente nota editorial”. Eso preserva el derecho del público a juzgar por sí mismo y mantiene la ética periodística intacta.

La prensa puede —y debe— contextualizar, cuestionar, advertir, matizar. Lo que Corriere della Sera no puede hacer, como ningún medio que se reclame defensor de la libertad informativa, es decidir qué contenido político merece llegar íntegro a los ciudadanos y cuál no.

El artículo 19 como brújula ética

La Cancillería rusa recordó que el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos garantiza el derecho a buscar, recibir y difundir información. Ese principio no protege solo a periodistas, sino también a los ciudadanos. La información no es propiedad de las redacciones; es un bien público.

En una época donde la polarización geopolítica multiplica la propaganda de todos los bandos, la tarea del periodismo no es blindar a la sociedad de las opiniones que puedan incomodar, sino ofrecerlas acompañadas de análisis crítico, verificación y contexto.

Si Lavrov miente, manipula o exagera —como cualquier figura política puede hacerlo—, el deber del periodista es demostrarlo. Y eso solo se logra exponiendo el contenido, no ocultándolo.

Cuando la prensa cae en el terreno que critica

El debate no es sobre simpatías hacia Rusia ni sobre afinidades políticas. Se trata de la defensa elemental de la libertad de información. Cuando un medio europeo como Corriere della Sera impide la publicación de respuestas de Lavrov, envía un mensaje contradictorio: ejerce la misma lógica que denuncia en regímenes donde las voces disidentes son silenciadas.

La credibilidad del periodismo se construye, precisamente, en su capacidad de mostrarlo todo y explicarlo mejor. No de elegir qué debe saber el público.

La libertad de prensa no se protege eliminando declaraciones incómodas. Se protege enfrentándolas con más periodismo, no con menos.

Y por eso Yo Reportero toma una postura clara: el público tiene derecho a leer la entrevista completa. Y aquí la encontrará, sin recortes, sin silencios y sin miedo.

Las respuestas de Sergey Lavrov, Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, a las preguntas del “Corriere della Sera”, que el diario se negó a publicar de forma íntegra, sin cortes y sin censura.

Corriere della Sera — Se dice que la nueva reunión entre Vladimir Putin y Donald Trump en Budapest no tuvo lugar porque incluso la administración estadounidense comprendió su falta de disposición para negociar la cuestión ucraniana. ¿Qué salió mal después de la cumbre de Anchorage, que había generado expectativas sobre el inicio de un verdadero proceso de paz? ¿Por qué Rusia sigue fiel a las exigencias planteadas por Vladimir Putin en junio de 2024 y sobre qué temas podrían estar dispuestos a un compromiso?

Ministro Sergey Lavrov — Los acuerdos de Anchorage representan una etapa importante en el camino hacia una paz duradera en Ucrania, un camino que pasa por superar las consecuencias del sangriento golpe de Estado inconstitucional en Kiev, en febrero de 2014, organizado por la administración Obama. Dichos acuerdos se basan en la situación creada después de aquel golpe y están en línea con las condiciones para una resolución justa y sostenible de la crisis ucraniana, condiciones anunciadas por el presidente Vladimir Putin en junio de 2024.

Consideramos que esas condiciones han sido escuchadas y comprendidas —también públicamente— por la administración de Donald Trump, especialmente en lo referente a la inadmisibilidad de la entrada de Ucrania en la OTAN, pues ello generaría amenazas militares estratégicas para Rusia justo en sus fronteras. Washington, además, reconoció abiertamente que no sería posible ignorar la cuestión territorial a la luz de los referendos celebrados en cinco regiones históricas de nuestro país, cuyos habitantes se expresaron de manera inequívoca a favor de la autodeterminación frente al régimen de Kiev, que los había calificado de «subhumanos», «seres» y «terroristas», y a favor de la reunificación con Rusia.

Precisamente en torno al tema de la seguridad y de las realidades territoriales se construyó la propuesta estadounidense que, una semana antes de la cumbre en Alaska, fue presentada en Moscú por el enviado especial del presidente de Estados Unidos, Steve Whitcoff. Tal como notificó el presidente Vladimir Putin al presidente Trump en Anchorage, aceptamos asumir aquella propuesta como base, y al mismo tiempo sugerimos un paso concreto que abriera la vía a su aplicación práctica.

El presidente estadounidense respondió que debía consultar, pero incluso después de su reunión con los aliados, al día siguiente en Washington, no recibimos ninguna reacción a nuestra respuesta positiva acerca de las propuestas presentadas en Moscú por Steve Whitcoff antes de la cumbre de Alaska. Tampoco recibí reacción alguna durante mi encuentro con el secretario de Estado, Marco Rubio, en septiembre en Nueva York, cuando recordé que todavía esperábamos un pronunciamiento.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo de Rusia, Vladímir Putin, posan en Anchorage (Alaska). EFE/Gabrill Grigorov/Sputnik/Kremlin

Relaciones entre Rusia y Estados Unidos siguen difíciles

Para facilitar la deliberación de nuestros colegas estadounidenses, pusimos por escrito —de forma no oficial— los acuerdos de Anchorage y los enviamos a Washington. Pocos días después, y a petición de Donald Trump, tuvo lugar una llamada telefónica entre él y Vladimir Putin, durante la cual se acordó organizar un nuevo encuentro en Budapest, que debía ser preparado meticulosamente. No había duda de que se discutirían los acuerdos de Anchorage.

Un par de días después mantuve una conversación telefónica con Marco Rubio. Tras dicha conversación, Washington declaró que la llamada había sido constructiva —y realmente lo fue— y comunicó que, a raíz de aquel intercambio, no era necesario un encuentro en persona entre el secretario de Estado y el ministro ruso para preparar el contacto al más alto nivel.

De dónde o de quién provinieron los informes reservados que llevaron al presidente estadounidense a posponer, o quizá cancelar, la cumbre de Budapest, no lo sé. Pero les he descrito con precisión la secuencia de los hechos y asumo plena responsabilidad por ello.

No tengo intención de responder a las evidentes falsedades sobre la «falta de disposición de Rusia para negociar» o el «fracaso» de los resultados de Anchorage. Diríjanse al Financial Times, que —según entiendo— difundió esa versión falsa, distorsionando tanto la sustancia como la cronología de los hechos para atribuir toda la responsabilidad a Moscú y alejar a Donald Trump del camino que él mismo había propuesto: una paz estable y duradera, en lugar de un simple alto el fuego inmediato, como le exigen los amos europeos de Zelenski, obsesionados con obtener una tregua para rearmar al régimen nazi y continuar la guerra contra Rusia.

Si la BBC llegó a falsificar un video del discurso de Trump, poniéndole en boca un llamado a asaltar el Capitolio, entonces, con mayor razón, al Financial Times no le costará mentir, como solemos decir en nuestro país.

Seguimos dispuestos a celebrar en Budapest la segunda cumbre ruso-estadounidense, siempre que se base realmente en los resultados trabajados con detalle en Alaska. Sin embargo, la fecha aún no ha sido fijada. Los contactos entre Rusia y Estados Unidos continúan.

Corriere della Sera — Las fuerzas armadas de la Federación Rusa controlan actualmente un territorio inferior al que controlaban en 2022, después de las primeras semanas de la llamada operación militar especial. Si realmente están ganando, ¿por qué no consiguen dar el golpe decisivo? ¿Puede explicar también por qué no proporcionan información oficial sobre sus pérdidas?

Ministro Sergey Lavrov — La operación militar especial (OME) no es una guerra por territorio. Es una operación destinada a salvar la vida de millones de personas que han vivido durante siglos en esas tierras y que la junta de Kiev quiere exterminar: jurídicamente, prohibiendo su historia, su lengua y su cultura; y físicamente, con la ayuda de armas occidentales.

Otro objetivo fundamental de la OME es garantizar de manera fiable la seguridad de Rusia, frustrando los planes de la OTAN y la Unión Europea de crear en nuestras fronteras occidentales un Estado títere hostil, estructurado legal y prácticamente sobre la ideología nazi. No es la primera vez que detenemos a agresores fascistas y nazis: sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, y así será también esta vez.

A diferencia de los occidentales, que han arrasado barrios enteros, nosotros protegemos a las personas, sean civiles o militares. Nuestras fuerzas armadas actúan con máxima responsabilidad, realizando ataques de precisión únicamente contra objetivos militares y contra la infraestructura de transporte y energética vinculada a dichos objetivos.

Por lo general, no se habla públicamente de pérdidas en el campo de batalla. Solo diré que este año, en el marco del intercambio de los caídos, la parte rusa ha entregado más de nueve mil cuerpos de soldados de las Fuerzas Armadas de Ucrania. De Ucrania hemos recibido 143 cuerpos de nuestros combatientes. Saquen sus propias conclusiones.

Corriere della Sera — Su aparición en la cumbre de Anchorage con una sudadera con las siglas «URSS» generó muchas preguntas. Algunos la interpretaron como la confirmación de su deseo de recrear, o incluso restaurar, el antiguo espacio soviético (Ucrania, Moldavia, Georgia, países bálticos). ¿Se trató de un mensaje codificado o simplemente de una broma?

Ministro Sergey Lavrov — Estoy orgulloso de mi país. Fue allí donde nací y crecí, donde recibí una educación de alto nivel y donde inicié —y continúo— mi carrera diplomática. Rusia, como es sabido, es heredera de la URSS, y en general nuestro país posee una civilización milenaria.

El gobierno popular de la veche de Nóvgorod existía mucho antes de que en Occidente empezaran a jugar a la democracia. Por cierto, también tengo una camiseta con el escudo del Imperio ruso, pero eso no significa que queramos restaurarlo. Uno de nuestros mayores patrimonios, del cual estamos justamente orgullosos, es la continuidad en el desarrollo y fortalecimiento del Estado a lo largo de su gran historia de unificación y cohesión del pueblo ruso y de todos los demás pueblos del país.

El presidente Vladimir Putin abordó este mismo tema recientemente, durante las celebraciones del Día de la Unidad Nacional. Por eso, no busquen señales políticas donde no las hay. Tal vez en Occidente el sentimiento patriótico y la lealtad hacia la patria se estén desvaneciendo, pero para nosotros forman parte de nuestro código genético.

Si uno de los objetivos de la operación militar especial era llevar nuevamente a Ucrania a la influencia rusa —algo que parece deducirse de sus exigencias respecto al volumen de armamento ucraniano—, ¿no cree que el conflicto actual, sea cual sea su resultado, está otorgando a Kiev un papel y una identidad internacionales cada vez más definidos y, al mismo tiempo, más alejados de Moscú?

Ministro Sergey Lavrov —Los objetivos de la Operación Militar Especial fueron definidos por el presidente Putin en 2022 y siguen siendo actuales. No se trata de influencia, sino del retorno de Ucrania a un estatus neutral, no alineado y no nuclear; del respeto estricto de los derechos humanos y de todos los derechos de las minorías rusas y demás minorías nacionales. Así fue como estos compromisos se plasmaron en la Declaración de Independencia de Ucrania de 1990 y en su Constitución, y teniendo en cuenta estos compromisos declarados fue que Rusia reconoció la independencia del Estado ucraniano.

Estamos logrando —y lograremos— el retorno de Ucrania a las bases sanas y estables de su estatalidad. Esto implica rechazar la servil entrega de su territorio al uso militar de la OTAN (y de la Unión Europea, que se está transformando rápidamente en un bloque militar igualmente agresivo), la eliminación de la ideología nazi proscrita en Núremberg y la restauración de los plenos derechos de rusos, húngaros y todas las demás minorías nacionales.

Élites de Bruselas

Es significativo que las élites de Bruselas, mientras arrastran al régimen de Kiev hacia la UE, guarden silencio frente a la evidente discriminación de los «pueblos no autóctonos» —así denomina Kiev, con desprecio, a los rusos que llevan siglos viviendo en Ucrania—, y al mismo tiempo ensalcen a la junta de Zelenski como defensora de los «valores europeos». Es una prueba más de que el nazismo vuelve a levantar cabeza en Europa. No está de más reflexionar sobre esto, especialmente teniendo en cuenta que, en la ONU, Alemania e Italia, junto con Japón, han empezado recientemente a votar contra la resolución anual de la Asamblea General sobre la inadmisibilidad de la glorificación del nazismo.

Occidente no oculta que está librando, a través de los ucranianos, una guerra por delegación contra Rusia, una guerra que —según afirman— no terminará «ni siquiera después de la actual crisis». Así lo han declarado en diversas ocasiones el secretario general de la OTAN, Mark Rutte; el primer ministro británico, Keir Starmer; los burócratas de Bruselas, Ursula von der Leyen y Kaja Kallas; así como el enviado especial del presidente estadounidense para Ucrania, Keith Kellogg.

La determinación de Rusia de garantizar su propia seguridad ante las amenazas creadas por Occidente mediante el régimen que controla es legítima y plenamente justificada.

Corriere della Sera — También Estados Unidos envía armas a Ucrania y recientemente incluso se discutió la posibilidad de proporcionar a Kiev misiles de crucero «Tomahawk». ¿Por qué su posición y su evaluación de la política estadounidense y europea difieren?

Ministro Sergey Lavrov —La mayoría de las capitales europeas conforma hoy el núcleo de la llamada «coalición de los dispuestos», cuyo único objetivo es que las hostilidades en Ucrania continúen el mayor tiempo posible, «hasta el último ucraniano». Al parecer, no tienen otra forma de desviar la atención de su electorado de los problemas socioeconómicos internos, que se han agravado considerablemente.

Con el dinero de los contribuyentes europeos financian al régimen terrorista de Kiev, suministran armas con las que se mata sistemáticamente a civiles de las regiones rusas y a ucranianos que intentan huir de la guerra y de sus verdugos nazis. Sabotean cualquier intento de pacificación y rechazan contactos directos con Moscú. Imponen nuevas «sanciones» que, como un boomerang, golpean aún más duramente sus propias economías. Preparan abiertamente una nueva gran guerra europea contra Rusia. Presionan a Washington para que no acepte una solución diplomática honesta y justa.

Europa lista para una guerra proxi

Su objetivo principal es debilitar la posición de la actual administración estadounidense, que inicialmente estaba abierta al diálogo, comprendía la postura rusa y mostraba disposición a buscar una solución pacífica y duradera. Donald Trump ha reconocido repetidamente que una de las causas de las iniciativas de Rusia fue la expansión de la OTAN y el avance de sus infraestructuras hacia las fronteras de nuestro país, exactamente lo que el presidente Putin y Rusia llevan advirtiendo desde hace veinte años.

Confiamos en que en Washington prevalezcan el sentido común y la adhesión a esta postura de principio, y que se abstengan de acciones que puedan llevar el conflicto a un nuevo nivel de escalada. Dicho esto, nuestras fuerzas armadas no hacen distinción entre el origen de las armas entregadas a las Fuerzas Armadas de Ucrania, sean europeas o estadounidenses. Cualquier objetivo militar es destruido de inmediato.

Corriere della Sera — Usted fue quien presionó el «botón de reinicio» junto a Hillary Clinton, aunque luego las cosas tomaron otro rumbo. ¿Es posible un reinicio de las relaciones con Europa? ¿Podría la seguridad común convertirse en un terreno fértil para mejorar las relaciones actuales?

Ministro Sergey Lavrov —El nivel de confrontación al que se ha llegado, debido a la política imprudente y sin perspectiva de las élites europeas, no fue una elección de Rusia. La situación actual no responde a los intereses de nuestros pueblos. Sería deseable que los gobiernos europeos —la mayoría de los cuales aplica una política abiertamente antirrusa— comprendieran el peligro de esta trayectoria destructiva.

Europa ya luchó bajo las banderas de Napoleón y, el siglo pasado, bajo los estandartes nazis de Hitler. Algunos líderes europeos parecen tener poca memoria. Cuando este furor rusófobo —porque no puede llamarse de otra manera— se disipe, estaremos abiertos al contacto y dispuestos a escuchar cómo nuestros antiguos socios planean comportarse con nosotros en el futuro. Solo entonces decidiremos si aún existe margen para una cooperación honesta.

El sistema de seguridad euroatlántico que existía hasta 2022 ha quedado completamente desacreditado y desmantelado por los propios occidentales. En este contexto, el presidente Vladimir Putin propuso crear una nueva arquitectura de seguridad justa e indivisible en Eurasia. Dicha arquitectura está abierta a todos los Estados del continente, incluida su parte europea, pero será imprescindible un comportamiento respetuoso, sin arrogancia neocolonial, y basado en los principios de igualdad, consideración mutua y equilibrio de intereses.

Corriere della Sera — El conflicto armado en Ucrania y el consecuente aislamiento internacional de Rusia probablemente les ha impedido actuar de manera más eficaz en otras zonas de crisis, como por ejemplo en Oriente Medio. ¿Es así?

Ministro Sergey Lavrov —Si Occidente histórico ha decidido aislarse de alguien, entonces se trata de un autoaislamiento. Y, aun así, sus filas no son tan homogéneas: este año, Vladimir Putin se ha reunido con líderes de Estados Unidos, Hungría, Eslovaquia y Serbia.

Además, es evidente que el mundo actual no se reduce a la minoría occidental. Aquellos tiempos terminaron con el advenimiento de la multipolaridad. Nuestras relaciones con los países del Sur y del Este global, que representan más del 85% de la población mundial, continúan expandiéndose.

En septiembre tuvo lugar la visita de Estado del presidente ruso a China; solo en los últimos meses, Vladimir Putin ha participado en las cumbres de la OCS, BRICS, CEI y Rusia–Asia Central. Delegaciones gubernamentales de alto nivel han asistido también a las cumbres de APEC y ASEAN, y actualmente se preparan para la cumbre del G20. De manera regular se celebran cumbres y reuniones ministeriales Rusia–África y Rusia–Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo.

Intereses nacionales

Los países de la mayoría mundial se guían por sus intereses nacionales fundamentales y no por las indicaciones de sus antiguas metrópolis coloniales.

Nuestros socios árabes valoran la contribución constructiva de Rusia a los esfuerzos de resolución de conflictos regionales en Oriente Medio. Las actuales discusiones sobre la cuestión palestina en Naciones Unidas confirman la necesidad de involucrar a todos los actores externos relevantes; de lo contrario, no se logrará nada duradero, solo ceremonias de fachada. En muchos otros asuntos internacionales, nuestras posiciones coinciden o son muy cercanas a las de nuestros socios de Oriente Medio, lo que favorece la cooperación en el seno de la ONU y en otras plataformas multilaterales.

Corriere della Sera — En el nuevo orden mundial multipolar que usted promueve y defiende, ¿no considera que la dependencia económica y militar de Rusia respecto a China ha aumentado, generando así un desequilibrio en su histórica relación con Pekín?

Ministro Sergey Lavrov —Nosotros no «promovemos» el orden mundial multipolar: ese orden está formándose de manera objetiva, no mediante conquistas, esclavitud, opresión o explotación —como hicieron los colonizadores al construir su propio “orden” y posteriormente el capitalismo—, sino a través de la cooperación, la consideración de los intereses mutuos y una distribución racional del trabajo basada en la combinación de las ventajas competitivas de los países participantes y sus estructuras de integración.

En cuanto a las relaciones entre Rusia y China, no se trata de una alianza en el sentido tradicional, sino de una forma de cooperación más eficaz y avanzada. Nuestra colaboración no tiene carácter de bloque ni está dirigida contra terceros países. Las categorías de «líder» y «subordinado», típicas de las alianzas surgidas durante la Guerra Fría, no son aplicables aquí; por lo tanto, hablar de cualquier «desequilibrio» carece de fundamento.

Las relaciones equilibradas y autosuficientes entre Moscú y Pekín se basan en la confianza, el apoyo mutuo y las tradiciones seculares de buena vecindad. Estamos firmemente comprometidos con el principio de no injerencia en los asuntos internos.

La cooperación en comercio, tecnología e inversiones aporta beneficios prácticos a ambos países, contribuye al crecimiento estable y sostenible de nuestras economías y mejora el bienestar de la población. La estrecha coordinación entre nuestras fuerzas armadas proporciona una complementariedad esencial, ayuda a defender nuestros intereses nacionales en materia de seguridad global y estabilidad estratégica y permite contrarrestar eficazmente los desafíos y amenazas, tanto nuevos como tradicionales.

Corriere della Sera — Italia es un país «hostil». Usted mismo lo ha repetido varias veces —en noviembre de 2024 incluso lo subrayó de forma especial—. Sin embargo, en los últimos meses, incluso respecto a la cuestión ucraniana, nuestro Gobierno ha mostrado solidaridad hacia la administración estadounidense, que Vladimir Putin ha definido no como un aliado, pero sí como un «socio». Y el reciente cambio de embajador italiano en Moscú sugiere que Roma desea cierto acercamiento. ¿En qué punto se encuentran nuestras relaciones bilaterales?

Ministro Sergey Lavrov —Para Rusia no existen países y pueblos hostiles; existen países con gobiernos hostiles. Mientras ese gobierno permanezca en Roma, las relaciones ruso-italianas seguirán atravesando la crisis más grave de su historia de posguerra. Esto no ha ocurrido por iniciativa nuestra.

Nos sorprendió la facilidad con la que Italia, en contra de sus propios intereses nacionales, se alineó con aquellos que apuestan por la «derrota estratégica» de Rusia. Hasta ahora no vemos ningún cambio sustancial en esa postura agresiva. Roma continúa ofreciendo asistencia integral a los neonazis de Kiev.

Lazos culturales

Resulta también llamativa la disposición a interrumpir los lazos culturales y los contactos entre nuestras sociedades civiles. Las autoridades italianas cancelan presentaciones de destacados directores de orquesta y cantantes de ópera rusos, y desde hace varios años no autorizan la celebración del «Diálogo de Verona», nacido precisamente en Italia y dedicado a la cooperación euroasiática. No parece un comportamiento propio del pueblo italiano, tradicionalmente abierto al arte y al diálogo entre personas.

Al mismo tiempo, muchos de sus ciudadanos buscan comprender las causas de la tragedia ucraniana. Por ejemplo, en el libro «El conflicto ucraniano visto por un periodista italiano», del reconocido publicista Eliseo Bertolazzi, se recogen pruebas documentales de las violaciones del derecho internacional cometidas por las autoridades de Kiev. Le aconsejaría leer esta obra. Hoy, encontrar la verdad sobre Ucrania en Europa no es sencillo.

Una cooperación igualitaria y mutuamente beneficiosa entre Rusia e Italia responde al interés de nuestros pueblos. Si en Roma existe voluntad de avanzar hacia la reconstrucción del diálogo basado en el respeto recíproco y en la consideración de los intereses de ambas partes, que nos lo hagan saber: siempre estamos dispuestos a escuchar, incluido a su embajador.