Cada vez más habaneros deciden proteger sus casas, garajes y negocios con puertas mecánicas enrollables. Es lógico: ofrecen comodidad, seguridad y un aire moderno. Pero hay un problema grave —y creciente— que muchos descubren demasiado tarde: detrás de ese portón brillante puede esconderse una estafa disfrazada de profesionalismo.
Y es que en La Habana no faltan los “emprendedores” que venden humo, prometen puertas blindadas y terminan dejando un desastre… o algo peor.
Promesas rimbombantes de puertas mecánicas, resultados desastrosos
Uno de los supuestos “emprendimientos” más mencionados —y criticados— en este sector es “Puertas y Motores”, con taller en el Vedado, cuyo dueño es un tal “Félix” y ofrece como informaciones de contacto el teléfono +5355305296 y correo electrónico [email protected]. Su discurso de ventas es todo un espectáculo: materiales “alemanes”, resistencia “militar”, instalación “experta”. Te dicen que nadie podrá tumbar esa puerta… pero olvidan mencionar que puede caerse sola antes de que alguien intente forzarla.
Sí, eso ocurrió. Una puerta enrolladora vendida como “premium” se desplomó sin intervención externa. Ni un empujón. Solo una instalación tan torpe y mal hecha que puso en riesgo la vida de quienes vivían allí.
De la negligencia a la intimidación
Hasta aquí, uno podría pensar: “Fue un error técnico”. Grave, pero corregible. Sin embargo, lo que vino después pinta el retrato completo de un “emprendimiento” que no solo trabaja mal, sino que no tiene escrúpulos.
El dueño, el tal Félix, al ser contactado por el cliente, no ofreció disculpas ni soluciones. Ni siquiera cuando la puerta mecánica se encontraba dentro del período de garantía “garantizado” por ese “emprendimiento”. En su lugar, soltó amenazas. Habló de sus “contactos en niveles altos” y dejó claro que sus trabajadores querían “romperlo todo”. ¿Esa es la respuesta profesional de una empresa seria? ¿O estamos ante un grupo que se mueve más cerca del chantaje que del servicio técnico?
Lo cierto es que este tipo de comportamiento no puede ser tolerado ni normalizado. Si una empresa reacciona con violencia verbal ante una queja legítima, no merece estar en el mercado.
Un negocio sucio de principio a fin
La trampa no acaba en la instalación chapucera de la puerta mecánica. Para colmo, el “emprendimiento” obliga a pagar el servicio a una cuenta bancaria en República Dominicana, en dólares. Así evaden impuestos en Cuba, y tú —el cliente— quedas desamparado. Sin respaldo legal. Sin derecho a reclamo. Sin garantías que valgan más que el papel en que están escritas.
Ese dinero que entregaste con confianza, pensando que comprabas seguridad, termina alimentando un modelo opaco, tramposo y abusivo. Y lo más triste: cada vez hay más víctimas.

Este es el resultado de la chapucería del «emprendimiento» Puertas y Motores
Cómo no caer en la trampa de los improvisados
Aquí no hay medias tintas. Si vas a invertir en una puerta mecánica en La Habana, no puedes permitirte ser ingenuo. Toma nota:
- No creas en discursos de mostrador
Cualquiera puede aprenderse un guion de ventas. Lo importante es ver hechos, obras terminadas, reseñas reales. Exige pruebas, no palabras.
- Pide contratos legales, hechos en Cuba
Todo debe quedar por escrito, con validez nacional. Nada de documentos “informales” ni pagos en el extranjero.
- Pregunta por referencias. Llama tú mismo.
Habla con personas que ya hayan contratado ese servicio. Investiga. Lee reseñas públicas. Si no las hay, desconfía.
- Tolerancia cero a las amenazas
Una empresa que responde con intimidación debería estar fuera del mercado. Denuncia. Habla. No te calles.
Porque la seguridad de la puerta mecánica no se improvisa
Una puerta mecánica no es un adorno. Es una barrera entre tu hogar y el mundo exterior. Si quien la instala lo hace sin formación, sin ética y sin vergüenza, el resultado puede ser un accidente… o una pesadilla.
En un país donde cada inversión cuesta, no podemos darnos el lujo de caer en manos de chapuceros ni estafadores. Y mucho menos de quienes, ante una reclamación justa, responden con amenazas y violencia verbal.