En los últimos años, un fenómeno económico y social ha tomado fuerza entre Cuba y la isla venezolana de Margarita: el auge de las «mulas cubanas», viajeros que convierten el turismo comercial en un negocio rentable.

Este flujo constante de personas, que viajan con maletas repletas de productos para revender en la Isla, ha generado millones de dólares en divisas, beneficiando tanto a los comerciantes informales como a las arcas de los gobiernos de Cuba y Venezuela. Desde su inicio en 2022, este programa ha movilizado a casi 30.000 cubanos, según datos del Ministerio de Turismo venezolano, transformando a Margarita en un epicentro de compras y oportunidades.

El origen de un comercio transfronterizo

El término «mulas» se refiere a personas que viajan al extranjero para adquirir mercancías escasas en sus países de origen y luego las revenden en el mercado informal. En el caso de Cuba, la crisis económica crónica, marcada por el desabastecimiento de alimentos, medicinas y productos básicos, ha impulsado esta práctica. Isla Margarita, ubicada en el estado venezolano de Nueva Esparta, se ha convertido en un destino ideal gracias a su cercanía, la ausencia de requisitos migratorios estrictos y la gestión estatal de los viajes a través de la agencia Cubatur.

El programa comenzó como una iniciativa para reactivar el turismo en Isla Margarita, un lugar que había perdido brillo por la crisis venezolana. Sin embargo, lo que empezó como una estrategia de promoción turística pronto se transformó en un lucrativo sistema de importación informal. Los cubanos llegan con dólares en efectivo, gastan miles en mercancías y regresan a casa con maletas que alimentan un mercado negro hambriento de bienes.

Mulas cubanas, un viaje costoso pero provechoso

El paquete típico a Margarita, ofrecido por Cubatur, incluye vuelo y estadía, con precios que oscilan entre los 610 y los 860 dólares, dependiendo de la temporada. A esto se suma el gasto en compras, que puede rondar los 3.000 dólares por viajero.

La Aduana cubana permite la importación sin límites de alimentos, medicinas y productos de aseo, lo que incentiva a los viajeros a maximizar sus compras. Sin embargo, el riesgo está presente: los costos suben constantemente, y las ganancias dependen de la habilidad para negociar precios en Margarita y evadir inspecciones estrictas al regresar. A pesar de estos obstáculos, el margen de beneficio sigue siendo atractivo.

El impacto económico de las mulas cubanas

Este comercio no solo beneficia a las mulas. En Cuba, el gobierno ha encontrado en estos viajes una fuente constante de divisas. Desde mediados de 2024, los paquetes se venden exclusivamente en dólares, una medida que asegura que el dinero fluya directamente a las cuentas estatales a través de Cubatur.

En el primer año del programa, los cubanos dejaron en Margarita unos 17 millones de dólares, según el presidente de la Cámara de Comercio de Nueva Esparta. Esta cifra, aunque significativa, es solo la punta del iceberg, ya que el valor de las mercancías revendidas en Cuba multiplica exponencialmente esa inversión inicial.

Para Venezuela, el impacto es igualmente notable. El ministro de Turismo, Alí Padrón, ha celebrado que los cubanos gasten entre 3.000 y 5.000 dólares por visita, dinamizando la economía local. Tiendas y mercados en Margarita se han adaptado a esta clientela, ofreciendo productos que los viajeros cubanos buscan con avidez: desde electrodomésticos hasta ropa y artículos de higiene.

Los riesgos y las críticas

No todo es ganancia. Las mulas enfrentan condiciones adversas: largas esperas en aeropuertos, maltratos por parte de aerolíneas como Conviasa y la incertidumbre de las regulaciones aduaneras. Además, el modelo ha generado críticas. Algunos analistas señalan que este sistema perpetúa la dependencia cubana de importaciones informales, en lugar de fomentar la producción interna. Otros, en Venezuela, ven con ironía cómo el gobierno de Nicolás Maduro celebra el «turismo de alta gama» mientras ambos países enfrentan crisis humanitarias.

Mulas cubanas, un negocio que trasciende fronteras

A pesar de las dificultades, el negocio de las mulas a Margarita sigue creciendo. Para muchos cubanos, es una tabla de salvación en un contexto de inflación galopante y escasez. «Todo depende de cuánto equipaje traigas y qué compres», explica otro viajero. Esta flexibilidad, combinada con la demanda insatisfecha en Cuba, asegura que el flujo de maletas no se detenga pronto.