España se ha convertido en el único país de la OTAN que se resiste abiertamente a cumplir el nuevo objetivo común: dedicar el 5% del PIB al gasto en defensa antes de 2035. Mientras el resto de los 32 países aliados firmaron el compromiso en la reciente cumbre de La Haya, el presidente Pedro Sánchez confirmó que España solo alcanzará el 2,1%, alegando razones técnicas, sociales y presupuestarias. La postura ha generado un choque frontal con Estados Unidos y una intensa controversia política interna.

El nuevo compromiso de la OTAN: presión creciente

El llamado “Compromiso de Defensa de La Haya” estipula que los países aliados deben alcanzar un gasto del 5% de su PIB en defensa, dividido entre un 3,5% para necesidades básicas y un 1,5% para capacidades militares adicionales. Esta exigencia responde a la presión creciente de Washington, en especial del presidente Donald Trump, quien ha convertido el gasto militar europeo en un punto clave de su agenda geopolítica desde 2017. Según Trump, este nuevo acuerdo representa una victoria para «la civilización occidental».

España firma, pero no cumple

Pese a haber suscrito el documento final, Sánchez aseguró que España no aumentará su inversión por encima del 2,1% del PIB. Según él, ese porcentaje responde a criterios técnicos del Ministerio de Defensa y garantiza que se cumplen “en tiempo y forma” los compromisos con la OTAN. Además, defendió la compatibilidad de esa cifra con el modelo de bienestar social del país. No obstante, su interpretación del acuerdo ha sido desmentida por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien declaró que no hay excepciones: todos los aliados deben llegar al 3,5%.

La amenaza de Trump: guerra comercial a la vista

Donald Trump reaccionó con dureza. En rueda de prensa, acusó a España de ser «el único país que quiere que la defensa le salga gratis» y advirtió que «les haremos pagar el doble». Sugirió incluso negociar personalmente un acuerdo comercial que imponga represalias económicas. Sin embargo, la amenaza choca con la realidad legal de la Unión Europea: los acuerdos comerciales no se negocian bilateralmente, sino a través de la Comisión Europea, lo que limita el margen de acción de Washington.

Una fractura interna y externa

A nivel nacional, la postura de Sánchez ha abierto un frente político. Desde el Partido Popular y VOX hasta sectores de izquierda como Podemos y Sumar, la decisión de firmar el acuerdo —pero no cumplirlo— ha sido tildada de incoherente y oportunista. La oposición acusa al presidente de mentir a los ciudadanos y a los aliados. Por su parte, figuras como Yolanda Díaz y Alberto Ibáñez defienden la negativa a incrementar el gasto militar y rechazan lo que consideran un chantaje extranjero.

En el plano internacional, voces como la del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, han señalado a España como «un gran problema para la Alianza». Rubio cuestionó la sostenibilidad del plan español y alertó sobre el aislamiento diplomático que podría acarrear su negativa.

Soberanía y prioridades

España argumenta que su modelo social y su soberanía presupuestaria deben prevalecer. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, subrayó que España sigue siendo un socio confiable y que cualquier negociación comercial será canalizada por la Comisión Europea. En su discurso, Sánchez insistió en que “España es la solución, no el problema”, desmarcándose del tono beligerante de Trump.

¿Un modelo en disputa en la OTAN?

El fondo del conflicto es ideológico: ¿debe Europa seguir subordinando su política de defensa a las exigencias de Washington? ¿Hasta qué punto el gasto militar debe condicionar el modelo social de un país? España, hoy por hoy, ha decidido resistir. Pero la presión no ha hecho más que empezar. La próxima batalla se librará en Bruselas, no en los cuarteles. Y su resultado marcará el futuro de la seguridad europea y la autonomía estratégica del continente.