Durante décadas, las potencias occidentales asumieron que su superioridad tecnológica bastaba para asegurar la victoria. Misiles hipersónicos, drones con inteligencia artificial y satélites de última generación parecían la clave del dominio militar. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha desmontado esa narrativa: la tecnología más avanzada puede ofrecer ventajas, pero a menudo son efímeras.

Lo que realmente está marcando la diferencia es la combinación entre sistemas sofisticados y soluciones sorprendentemente simples. Lo improvisado, lo barato y lo abundante están reescribiendo las reglas.

El caso de los drones: David contra Goliat

La llamada “Operación Telaraña” dejó una imagen potente: drones comerciales, modificados con cámaras de visión en primera persona, destruyendo aviones rusos que valen miles de millones. No son máquinas diseñadas por gigantes de la industria militar, sino cuadricópteros adaptados por cientos de innovadores que ajustan piezas, cambian software y lanzan versiones mejoradas casi tan rápido como aparecen las contramedidas enemigas.

El éxito no está en la sofisticación de cada aparato, sino en la masa crítica y la rapidez con la que se multiplican. Un enjambre de drones baratos puede hacer más daño que un puñado de dispositivos de elite que tardan años en producirse.

El regreso de lo viejo con esteroides

El frente ucraniano es un catálogo de soluciones de “baja tecnología con esteroides”. Viejos tanques reforzados con jaulas improvisadas para resistir misiles antitanques. Camionetas Toyota compradas por Internet y adaptadas para combate. Redes de pesca tendidas sobre rutas para confundir a drones enemigos. Incluso motocicletas y escúteres reaparecen en misiones rápidas.

En muchos casos, estos recursos modificados han resultado más decisivos que costosos sistemas de precisión. Las bombas “tontas” convertidas en planeadoras mediante kits de guiado han alterado batallas enteras.

Adaptabilidad con baja tecnología, la verdadera arma secreta

La lección central es incómoda para Occidente: no basta con tener lo mejor, hay que adaptarse más rápido que el rival. Ucrania lo ha demostrado conectando drones a cables de fibra óptica para sortear la guerra electrónica rusa, o produciendo en masa soluciones improvisadas desde pequeños talleres.

Un tanque de última generación que llegará al frente dentro de dos años no ayuda a ganar la batalla de la semana que viene. Un vehículo viejo que pueda estar en el frente en cinco días, sí.

Innovar sin olvidar lo práctico

Esto no significa abandonar la alta tecnología. Contra adversarios menos capaces, puede ser decisiva. Pero ante un oponente de igual nivel, la clave está en equilibrar la inversión en sistemas avanzados con la producción masiva de herramientas simples, fiables y rápidas de desplegar.

Los analistas sugieren que Europa destine entre un 10% y un 15% de sus presupuestos de defensa a tecnologías emergentes, evitando comprometer cada euro por adelantado. La flexibilidad financiera y logística es vital para responder en tiempo real.

Una burocracia que frena la victoria

Uno de los grandes lastres para las fuerzas occidentales es la lentitud de sus procesos de compra. La innovación no sirve si tarda años en llegar al campo de batalla. El modelo de la Unidad de Innovación en Defensa de Estados Unidos, que adjudica contratos de prototipos en 60 días y completa proyectos en un año o dos, muestra un camino más ágil.

El papel clave de las startups

En Ucrania, cientos de pequeñas empresas han fabricado desde sistemas de comunicación hasta blindajes improvisados. El servicio de pruebas “Iron Range” acelera la validación y adopción de nuevas tecnologías para que entren en combate en tiempo récord. Es una colaboración activa entre el Estado y el sector privado que Occidente debería imitar.

La baja tecnología hace repensar el concepto de poder militar

La guerra del futuro no será ganada solo por quien tenga las armas más inteligentes. Será ganada por quien logre integrar lo sofisticado con lo improvisado, por quien sea capaz de ajustar sus estrategias, sus compras y sus procesos al ritmo caótico del combate moderno.

En el nuevo tablero de la guerra, lo barato y lo rápido pueden ser tan letales como lo más futurista. Y las fuerzas que comprendan esto primero serán las que definan el próximo capítulo de la historia militar.