En un mundo donde la tecnología promete liberarnos de las cadenas del trabajo repetitivo, la idea de trabajar 60 horas semanales, promovida por figuras como Larry Page, cofundador de Google, suena más a un eco del pasado industrial que a una visión del futuro.

Page, conocido por su genialidad en la creación de uno de los imperios tecnológicos más influyentes, ha defendido en varias ocasiones que el éxito requiere un esfuerzo titánico, medido en horas brutas frente a la pantalla o el escritorio. Pero, ¿es esta mentalidad realmente sostenible en el siglo XXI, o estamos ante una glorificación disfrazada de la explotación personal?

El mito de trabajar 60 horas semanales como sinónimo de éxito

La premisa de trabajar 60 horas semanales se basa en una lógica simple: más horas equivalen a más resultados. Sin embargo, esta ecuación ignora un factor crucial: la naturaleza humana.

Estudios como los realizados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han demostrado que, más allá de las 40 o 50 horas semanales, la productividad por hora disminuye drásticamente. El cerebro, lejos de ser una máquina incansable, necesita descanso para procesar, innovar y evitar el agotamiento. Entonces, ¿por qué insistir en un modelo que castiga la eficiencia en nombre de la dedicación?

Larry Page no es el único en esta cruzada. La cultura de Silicon Valley, con sus historias de emprendedores durmiendo bajo el escritorio, ha romantizado el sacrificio extremo. Pero este relato omite un detalle: no todos tienen el lujo de fracasar y volver a intentarlo. Para el trabajador promedio, trabajar 60 horas semanales no es una elección heroica, sino una imposición que erosiona la salud mental y física. Ansiedad, insomnio y burnout son solo algunos de los “regalos” que este ritmo deja a su paso.

La tecnología debería liberarnos, no esclavizarnos

Google, bajo la visión de Page, revolucionó el acceso a la información y automatizó tareas que antes tomaban días. Irónicamente, mientras la empresa desarrollaba algoritmos para hacernos más eficientes, su fundador abogaba por un modelo laboral que contradice esa misma promesa tecnológica. Si la inteligencia artificial y las herramientas digitales pueden resolver problemas en minutos, ¿por qué seguimos midiendo el éxito en horas trabajadas y no en resultados obtenidos?

En 2025, con avances como la IA generativa y la automatización masiva, trabajar 60 horas semanales parece un anacronismo. Países como Finlandia y Nueva Zelanda han experimentado con jornadas de cuatro días a la semana, demostrando que menos horas pueden traducirse en mayor bienestar y, sorprendentemente, en mayor productividad. La obsesión por las 60 horas ignora estas lecciones y perpetúa una mentalidad que valora el esfuerzo visible sobre la inteligencia estratégica.

El costo humano de trabajar 60 horas semanales

Más allá de los números, está la vida misma. Trabajar 60 horas semanales deja poco espacio para lo que realmente importa: familia, amigos, hobbies o simplemente el derecho a descansar. En una semana de 168 horas, dedicar más de un tercio al trabajo significa sacrificar el equilibrio. Para alguien con hijos, pareja o responsabilidades personales, este ritmo no es solo agotador, sino alienante. ¿De qué sirve construir un imperio tecnológico si no tienes tiempo para disfrutarlo?

Además, la salud paga un precio elevado. La Universidad de California publicó un estudio en 2023 que vincula las jornadas extensas con un 35% más de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Dormir menos de seis horas por noche, algo común en quienes trabajan 60 horas semanales, también aumenta las probabilidades de depresión. Page podría argumentar que el éxito exige sacrificio, pero ¿a qué costo? ¿Es el triunfo profesional válido si te condena a una vida de pastillas y terapia?

Repensar el trabajo en la era moderna

La propuesta de trabajar 60 horas semanales no es solo cuestionable; es obsoleta. En un mundo donde la tecnología nos permite lograr más con menos, aferrarse a este estándar es como insistir en usar un ábaco en la era de las calculadoras. Larry Page y otros titanes del Silicon Valley han demostrado que la innovación cambia vidas, pero su visión del trabajo necesita una actualización urgente.

El futuro no debería medirnos por las horas que pasamos frente a una pantalla, sino por las ideas que generamos y el bienestar que cultivamos. Trabajar menos, pero mejor, es el verdadero legado que merecemos.