Durante años, la obesidad fue abordada con una receta simple y frustrante: comer menos y moverse más. Sin embargo, la ciencia médica ha empezado a desmantelar este enfoque simplista con una revolución farmacológica sin precedentes. Nuevas pastillas para bajar de peso, más potentes y precisas que el famoso Ozempic, están transformando el tratamiento de una condición que afecta ya a casi un octavo de la población mundial.

La llegada de medicamentos como tirzepatida, retatrutida o Cagrisema ha marcado un antes y un después. No solo consiguen pérdidas de peso del 20% al 24% en un año y medio —muy por encima del 3% o 4% alcanzado con cambios de estilo de vida—, sino que lo hacen actuando directamente sobre los sistemas hormonales que regulan el apetito, el metabolismo y la saciedad.

La carrera farmacéutica por las pastillas para bajar de peso

Todo empezó con la semaglutida, base del Ozempic, un fármaco diseñado originalmente para la diabetes tipo 2. Su capacidad de suprimir el apetito y mejorar el control glucémico lo convirtió rápidamente en una solución para la obesidad. Wegovy, su versión comercial para la pérdida de peso, disparó las acciones de la farmacéutica danesa Novo Nordisk y abrió un mercado estimado en 100.000 millones de dólares para 2030.

Pero los avances no se detienen. La tirzepatida, desarrollada por Eli Lilly, añade al GLP-1 otro análogo hormonal, el GIP, logrando una pérdida de peso promedio del 20%. La retatrutida, en fase de desarrollo, incorpora una tercera hormona, el glucagón, con resultados del 24%. Mientras tanto, Cagrisema combina GLP-1 con un análogo de la amilina, ralentizando el vaciado gástrico y profundizando la saciedad.

Una medicina más precisa para un problema complejo

El gran cambio de paradigma es entender que la obesidad no es simplemente un problema de conducta, sino una enfermedad hormonal multifactorial. El cuerpo produce péptidos que avisan al cerebro cuándo detener la ingesta, pero en las personas con obesidad, este sistema suele estar dañado. Por eso, dietas restrictivas suelen fracasar: el cuerpo se resiste metabólicamente, reduce su gasto basal y acumula más grasa.

Una de las grandes novedades es el desarrollo de pastillas para bajar de peso, como el orforglipron de Eli Lilly. A diferencia de las inyecciones, estas píldoras no requieren refrigeración, son más cómodas y accesibles. En estudios iniciales, mostraron pérdidas de peso de hasta siete kilos en 40 semanas y reducciones importantes en los niveles de azúcar en sangre.

Esto podría cambiar las reglas del juego: facilitar su administración diaria puede abrir el acceso a millones de personas y aliviar la presión sobre los sistemas sanitarios. Sin embargo, los precios actuales siguen siendo un obstáculo. En España, Ozempic solo está cubierto por la sanidad pública si se prescribe para diabetes. Su uso para obesidad, como Wegovy o Mounjaro, implica un coste elevado: entre 180 y 358 euros por inyección.

¿Una cura milagrosa o un riesgo subestimado?

Pese a los avances, expertos advierten que estos fármacos no son soluciones mágicas. “El foco debe estar en una pérdida de peso saludable, sin comprometer la masa muscular”, señala Cristóbal Morales, endocrinólogo y uno de los investigadores de orforglipron. Además, recuerda que los estudios clínicos se realizan bajo condiciones muy controladas, con apoyo nutricional y seguimiento constante, algo difícil de replicar en la atención primaria.

Los especialistas coinciden: las pastillas para bajar de peso no reemplazan una vida saludable, sino que la complementan. Su uso debe ir acompañado de una dieta de calidad y actividad física, no solo para mantener el peso perdido, sino para evitar efectos secundarios y promover un bienestar integral.

El fin del estigma sobre las pastillas para bajar de peso

La nueva generación de medicamentos no solo trata la obesidad con más eficacia. También cuestiona décadas de estigma social y médico. Al reconocer la dimensión fisiológica del problema, la narrativa culpabilizadora empieza a desmoronarse. El cuerpo humano es más complejo que una ecuación de calorías: la biología, por fin, está teniendo la última palabra.