El presidente colombiano Gustavo Petro lanzó una idea que sigue generando debate. Si se avanzara en legalizar la cocaína en todo el mundo, el narcotráfico perdería su razón de ser y con él desaparecerían las mafias que hoy alimentan la violencia en América Latina.
El mandatario lo expresó en Manaos, durante la apertura del Centro de Cooperación Policial Internacional de la Amazonía. Escogió un escenario cargado de simbolismo: la selva donde confluyen riqueza natural, economías ilícitas y grupos armados.
La prohibición bajo cuestionamiento
La llamada guerra contra las drogas, impulsada durante décadas por Estados Unidos, ha fracasado. No redujo el consumo y trasladó la carga de la violencia a los países productores y de tránsito. Petro recordó un dato incómodo. El fentanilo provoca unas 100.000 muertes al año en Estados Unidos, mientras que en la época en que la cocaína dominaba el mercado, los decesos eran alrededor de 3.000. Con la marihuana, la cifra es aún más clara. Ni en tiempos de ilegalidad ni ahora, tras su legalización, se registran muertes asociadas.
El contraste duele en América Latina. Miles de jóvenes terminaron en prisión por fumar un cigarrillo de cannabis, mientras en Wall Street o Broadway se consume libremente. La política prohibicionista generó muertos, cárceles abarrotadas y sociedades marcadas por la desigualdad.
Un negocio que se diversifica
El narcotráfico no se sostiene únicamente en la cocaína. Petro advirtió que las organizaciones criminales también controlan el oro y otras economías ilícitas vinculadas a la trata y asesinato de niños en espacios como el internet oscuro. Una realidad aterradora que muestra hasta dónde se expanden las redes del crimen organizado.
Las cifras son estremecedoras. Un millón de latinoamericanos han muerto a causa del narcotráfico. Colombia lleva la mayor carga, seguida de México y Brasil. Un dato que refuerza la idea de que la prohibición se convirtió en un motor de violencia descontrolada.
La selva en la mira
El impacto ambiental es otro punto clave. La Amazonía, considerada el gran pulmón del planeta, se ha convertido en víctima directa de la economía cocalera. Los cultivos ilícitos, los laboratorios y la minería ilegal han arrasado miles de hectáreas.
Petro sostiene que legalizar la cocaína podría reducir la presión sobre la selva. Al arrebatarle a las mafias el control de la producción, desaparecerían los incentivos que hoy alimentan la deforestación. Proteger la biodiversidad pasaría también por transformar la forma en que se aborda el tema de las drogas.
Legalizar la cocaína, ¿una alternativa posible?
La legalización de la cocaína sigue siendo vista como una utopía. Sus detractores advierten que podría aumentar el consumo y poner en riesgo la salud pública. Sin embargo, los ejemplos de países que regularon la marihuana muestran que una política distinta no solo es viable, sino que puede disminuir la violencia y generar ingresos para el Estado.
Petro insiste en que la prohibición ha costado más vidas que la propia sustancia. De ahí que proponga un cambio de enfoque. No se trataría de normalizar el consumo sin control, sino de diseñar un sistema de regulación acompañado de programas de salud y prevención.
El debate está abierto. La pregunta es si el mundo está preparado para asumir que la guerra contra las drogas no se ganó, y que quizá nunca se pudo ganar. Legalizar la cocaína, lejos de ser un gesto de permisividad, podría convertirse en una estrategia de supervivencia para millones de personas en América Latina.