La deuda pública de Panamá vive un momento poco común en la región: crece la demanda internacional incluso en medio de déficits fiscales superiores al 5%. Para muchos analistas, suena a paradoja. Pero cuando se observa cómo Panamá ha reconfigurado su presencia en los mercados globales durante la última década, el fenómeno deja de ser misterio para convertirse en tendencia.

El país, tradicionalmente dependiente de emisiones externas, hoy convierte también sus bonos locales en instrumentos con alcance global gracias a un engranaje técnico que cambió las reglas del juego: el iLink, el enlace operativo con Euroclear que abrió una autopista financiera directa hacia inversionistas de Europa, Asia y América.

El iLink, punto de inflexión que internacionalizó la deuda pública de Panamá

Cuando Latinex activó el iLink, la deuda panameña dejó atrás sus fronteras. Más de $9,000 millones en valores emitidos localmente bajo legislación panameña pueden ser hoy comprados en cualquier plaza financiera del mundo, un privilegio que Panamá ostenta en la región gracias a su estructura dolarizada.

La explicación de Lerzy Batista, vicepresidenta senior Comercial de Latinex, va al núcleo del asunto. El iLink funciona como un puente operativo que abre la puerta a inversionistas internacionales sin modificar la naturaleza local de las emisiones. Esto significa liquidez, profundidad y, sobre todo, confianza.

El ejemplo que mejor ilustra el salto cualitativo es el Panabono 31, emitido en 2021 por $1,250 millones. Más de la mitad —el 54%— quedó en manos de inversionistas globales. Para un mercado pequeño como el panameño, la anécdota roza lo estructural: sin el iLink esa colocación simplemente no habría sido posible.

Tres fases para un ecosistema de deuda más sofisticado

La internacionalización no ocurrió de golpe. El programa avanzó por etapas:

  • Primera fase: títulos de gobierno y cuasigobierno.
  • Segunda fase (2024): emisiones corporativas, multilaterales y supranacionales, con más de $75 millones participantes.
  • Tercera fase (pendiente): acciones y fondos de inversión panameños.

Este despliegue no solo diversifica la base de emisores; también convierte a Panamá en un hub regional de capitales, un imán que ya atrae a actores de Ecuador, Guatemala y otros mercados necesitados de plataformas con mayor eficiencia y menor fricción transfronteriza.

La otra pieza del rompecabezas de la deuda pública de Panamá

De acuerdo con varios especialistas, el atractivo internacional tiene una raíz adicional: las tres principales calificadoras mantienen el grado de inversión de Panamá. En un contexto geopolítico y financiero turbulento, ese sello funciona como blindaje y como tarjeta de presentación. Mientras otros países centroamericanos lidian con percepciones de riesgo más elevado, Panamá se coloca en la fila preferente de quienes buscan instrumentos de renta fija con riesgo moderado y rendimientos competitivos.

No obstante, los analistas también señalan que el país recurre a la deuda porque necesita liquidez inmediata, y las emisiones se han vuelto la vía más viable para cubrir obligaciones y un déficit persistente.

Más negociación, más liquidez, más visibilidad

El mercado secundario también ha reaccionado a la nueva arquitectura. En el último año, el volumen negociado de emisiones soberanas superó los $8,000 millones, por encima de los $7,000 millones del año previo. Detrás de ese salto hay más participantes globales, más rotación de portafolios y una convicción extendida de Panamá como un mercado pequeño, pero eficiente.
Ese dinamismo, sostienen en Latinex, está directamente asociado a la estabilidad institucional y conectividad financiera. Cuando un país logra ambas, el capital entra sin pedir demasiadas explicaciones.

¿Un modelo sostenible para la deuda pública de Panamá?

Aunque el apetito inversor parece asegurado, el desafío de fondo no desaparece: Panamá continúa dependiendo de la deuda para financiar gasto corriente y cerrar brechas fiscales. La internacionalización abre puertas y mejora condiciones, pero también exige disciplina fiscal, transparencia y claridad estratégica.

El país ha ganado un lugar privilegiado en el mapa de los mercados globales. La pregunta ahora es si logrará aprovechar ese impulso para algo más que tapar huecos y sí construir un modelo que combine financiamiento responsable, innovación financiera y un crecimiento económico capaz de sostener su credibilidad.