Quien observe Ashburn desde el aire no verá monumentos ni paisajes inspiradores, sino cajas enormes, grises, sin ventanas. Pero esas cajas forman Data Center Alley, un corredor que procesa, en cualquier segundo, casi el 70 % del tráfico global de Internet. Un dato que, repetido tantas veces, pareciera exagerado; hasta que uno se para frente a esos edificios y escucha, detrás del silencio, el zumbido de millones de operaciones por segundo.

Ashburn no compite con Silicon Valley ni con Austin. Juega otra liga, menos visible y más decisiva: la infraestructura física que permite que Internet exista. Y en la era de la inteligencia artificial, ese rol adquirió una importancia estratégica que ninguna capital tecnológica puede ignorar.

El origen de un fenómeno que nadie imaginó

Hace décadas, este rincón de Virginia estaba hecho de bosques, campos y urbanizaciones modestas. Pero su cercanía con Washington, el Pentágono y la antigua sede de AOL creó el caldo perfecto para que aquí se instalara la columna vertebral de la Internet comercial estadounidense. Lo que comenzó como una ventaja logística terminó convirtiéndose en la mayor concentración de centros de datos del planeta. Allí existen 152 instalaciones para una ciudad que apenas supera los 40.000 habitantes.

No se trata solo de densidad. Se trata de intensidad, de propósito. Aquí cada metro cuadrado está optimizado para mover datos. Y ahora, también para entrenar modelos de IA que exigen capacidades energéticas impensables hace diez años.

La carrera que no da respiro en el Data Center Alley

El auge no se explica sin la explosión de la inteligencia artificial. En 2025, las empresas privadas invierten 40.000 millones de dólares mensuales en nuevos centros de datos en Estados Unidos, un salto descomunal si se compara con los 1.800 millones mensuales de una década atrás. Google, Amazon, Microsoft y OpenAI son los arquitectos de esa fiebre constructiva que convirtió a Data Center Alley en un territorio en permanente transformación.

Aquí, cada mes aparecen nuevas edificaciones que parecen fortalezas electrónicas. Y detrás de cada una está como objetivo obtener más capacidad de cómputo para alimentar la IA generativa.

La ingeniería extrema que exige la inteligencia artificial

Data Center Alley siempre fue un nodo crítico, pero la IA lo empujó a otra dimensión. Los servidores que operan GPUs para entrenar grandes modelos son tan pesados, calientes y voraces que requieren edificios rediseñados desde la estructura hasta el sistema eléctrico.

Los expertos reconocen que los data centers de Virginia consumieron, solo el año pasado, la misma electricidad que toda la ciudad de Nueva York. Y el cálculo seguirá creciendo mientras los modelos de IA demanden más potencia de cómputo.

A esto se suma el problema térmico. Los sistemas tradicionales de enfriamiento ya no funcionan. Los servidores que sostienen tecnologías similares a ChatGPT requieren refrigeración líquida, una solución eficiente pero que depende del acceso constante a agua local. En Ashburn, ese tema ya genera tensiones.

La paradoja económica del corredor de oro

Los centros de datos trajeron prosperidad visible. Se abrieron comercios nuevos, barrios residenciales, instalaciones públicas que parecen salidas de una postal suburbana. Loudoun, el condado donde se encuentra Ashburn, ostenta el mayor ingreso per cápita de Estados Unidos. Y sin embargo, los beneficios directos no siempre se sienten puertas adentro.

Los empleos son abundantes durante la construcción. Después, casi no se ven trabajadores: largas filas de servidores operan con un nivel mínimo de intervención humana. Data Center Alley genera riqueza, sí, pero no necesariamente empleo estable. Y eso alimenta un malestar creciente entre sectores de la comunidad.

Algunos políticos locales, antes entusiasmados por atraer estos proyectos, hoy hacen campaña pidiendo frenar su expansión. No por rechazo a la tecnología, sino por el temor razonable de que la infraestructura que impulsó la región termine superando su capacidad ambiental y energética.

El futuro del Data Center Alley

La industria lo tiene claro. Las dudas sociales existen, pero la demanda tecnológica avanza sin pausa. Digital Realty —uno de los grandes operadores de Ashburn— lo define de forma directa: el crecimiento es “monumental”. Los gigantes de la IA no planean reducir la velocidad. Necesitan más espacio, más energía, más infraestructura.

La pregunta real no es si Data Center Alley seguirá expandiéndose. La pregunta es cómo, y a qué costo. ¿Podrá Ashburn sostener su rol como arteria mundial sin quedarse sin agua, sin energía o sin paciencia ciudadana? ¿Puede una comunidad de 40.000 personas cargar sobre sus hombros el peso de la digitalización global?

Data Center Alley sigue creciendo. No tiene rostro, pero tiene un impacto profundo. Y aunque la mayoría del planeta jamás pise esta ciudad, su vida digital —la de todos— pasa por aquí decenas de veces al día. Sin que lo sepamos. Sin que deje de hacerlo.