La tecnología debería ayudar a fortalecer la educación, pero estamos viendo lo contrario: jóvenes y adultos que escriben como si nunca hubieran pasado por un aula. Y lo peor es que no solo no dominan la ortografía, sino que tampoco comprenden lo que leen. Eso es, precisamente, el semianalfabetismo: saber leer y escribir, pero no comprender ni expresarse correctamente.
La pregunta “¿Cómo se escribe…?” encabeza millones de búsquedas cada mes. Google Trends confirma que esta frase se encuentra entre las más comunes al iniciar una consulta. Lo alarmante no es que las personas pregunten —aprender es siempre deseable—, sino que la duda está relacionada con palabras cotidianas que deberían estar claras desde la primaria.
No estamos hablando de palabras como “concupiscencia” o “otorrinolaringólogo”. Estamos hablando de “hoy”, “ayer”, “haber”, “iba”, “valla”, “allí”, “hecho” o “echo”.
Semianalfabetismo digital, un fenómeno que se normaliza
Algunos mensajes reales tomados de conversaciones entre adolescentes (con permiso y anonimato) ilustran el problema:
- “oie ya bamos a ir? xq ia me aburri de esperar”
- “mi mama me dijo q ablamos de eso maniana”
- “haber si puedes venir, sino pos nimodo jaja”
- “te hecho d menos muxo”
- “ke agas lo ke kieras, me da iwal”
Más allá del uso informal, los errores no son solo ortográficos. Hay una ausencia total de estructura gramatical, concordancia, puntuación y uso adecuado de palabras. Y este modo de escribir —que se inicia como un código adolescente— se filtra luego a correos laborales, formularios oficiales y publicaciones en redes sociales.
Una sociedad que lee menos… y peor
Leer activa zonas del cerebro que nos ayudan a comprender el mundo. Pero en una época donde los titulares de 5 palabras compiten con vídeos de 15 segundos, la lectura profunda ha quedado relegada. Según la UNESCO, el 56% de los adolescentes en América Latina no alcanzan niveles mínimos de comprensión lectora.
Y el problema no se queda en la juventud: adultos jóvenes que no distinguen entre “hay”, “ahí” y “ay”; profesores que corrigen con errores; aspirantes a empleos que presentan currículos con faltas ortográficas. ¿Cómo aspirar a un desarrollo pleno si no dominamos el lenguaje que nos da forma?
¿Quién tiene la culpa del semianalfabetismo digital?
El dedo acusador apunta a muchos lados: el sistema educativo, que en muchas regiones ha perdido rigor; las redes sociales, que premian la rapidez y no la corrección; los padres y madres, que ya no leen cuentos por la noche ni modelan con el ejemplo; los medios, que publican sin edición; y sí, también los propios usuarios, que muchas veces no se preocupan por mejorar.
Pero más que buscar culpables, urge una solución estructural: necesitamos un rescate urgente del lenguaje, desde la educación primaria hasta los entornos digitales.
Educar, leer, recuperar el valor de la palabra
No se trata de prohibir los emojis o los memes, ni de renegar del lenguaje informal propio de cada generación. Se trata de no abandonar lo básico. Porque cuando dejamos de saber cómo se escribe una palabra, dejamos también de saber cómo construir ideas. Y si no sabemos expresarnos, tampoco podremos defender nuestros derechos, reclamar justicia, ni siquiera contar una historia.
El semianalfabetismo no es solo un problema lingüístico: es un síntoma de exclusión, de pérdida de oportunidades, de desigualdad.
Volvamos a leer. A escribir bien. A preguntar con curiosidad, sí, pero también a estudiar con profundidad. Porque el futuro no se construye con frases mal escritas, sino con palabras que abran puertas, que nombren con precisión, que comuniquen quiénes somos.