La tensión militar en el Caribe no es un accidente ni un arrebato retórico. Es el resultado de una estrategia rediseñada en Washington para restaurar su hegemonía hemisférica y doblegar al gobierno de Nicolás Maduro que considera una anomalía geopolítica. Bajo la administración Trump, Venezuela dejó de ser un problema diplomático para convertirse en un caso de estudio sobre cómo se combinan sanciones, despliegues navales, operaciones psicológicas y presiones económicas en un intento de cambio de régimen en pleno siglo XXI.
La línea dura del presidente no surgió de la nada. Durante su campaña repitió que Estados Unidos “debería invadir Venezuela” para recuperar sus pozos petroleros, dejando claro que el conflicto trasciende la retórica democrática. Lo central es el control de recursos estratégicos en un momento de competencia global con China y Rusia.
Del Esequibo al Caribe, ExxonMobil como actor con bandera
El resurgimiento de la disputa por el Esequibo encaja en esta lógica. Detrás del litigio territorial está la presión de ExxonMobil, una compañía que busca abiertamente asegurar áreas de explotación. La narrativa de amenaza regional, construida desde Washington, ofrece el marco perfecto para justificar la presencia militar estadounidense en aguas cercanas a Venezuela.
A esa ecuación se suma el uso sistemático de fake news como herramienta de guerra híbrida. El patrón no es nuevo: Libia en 2011, Granada en 1983, Panamá en 1989. Hoy, Venezuela ocupa ese lugar simbólico que antes sirvió para legitimar intervenciones previas.
Narco-terrorismo, el término contra Maduro que abre la puerta a la guerra
La acusación de “narco-Estado” ya no era suficiente. Para mover las piezas legales necesarias, la administración Trump incorporó un término más peligroso: narco-terrorismo. Esa categoría, explican los analistas, permite atacar sin haber sido agredido, borrar el habeas corpus en procesos judiciales y justificar operaciones militares con la bandera de la seguridad nacional.
El problema es que la premisa carece de sustento. El llamado “Cartel de los Soles” no aparece en informes recientes de la DEA ni de la ONU. Tampoco hay evidencia sólida que conecte al Estado venezolano con el tráfico transnacional de drogas, que entra en un 90% por el Pacífico, no por el Caribe.
Pero en geopolítica militar los hechos pesan menos que los marcos que legitiman la acción.
Trump entre dos fuegos, su base y sus financiadores
Trump gobierna atrapado entre dos presiones. Por un lado, su base MAGA —xenófoba, radical, pero profundamente antiguerra— rechaza financiar nuevas aventuras exteriores. Por el otro, los grupos sionistas que respaldaron económicamente su campaña exigen una línea dura con Irán y, por extensión, con aliados como Venezuela.
La filtración de documentos vinculados al caso Epstein habría sido un mensaje directo: alinearse o pagar un precio político. La geopolítica militar no ocurre solo en el mar; también se libra en los pasillos del poder.
Despliegue militar en el Caribe, una fuerza real con propósito ambiguo
Los destructores, el submarino nuclear y los 4.000 marines enviados al Caribe sirven tanto para presionar a Caracas como para enviar señales a Moscú, Pekín y Teherán. Expertos describen esa operación como performativa, un espectáculo de fuerza destinado a crear incertidumbre estratégica. Pero incluso los gestos tienen consecuencias: aumentan el riesgo de errores de cálculo y alimentan el relato de asedio que el chavismo convierte en capital político interno.
El regreso de Monroe
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional publicada por la Casa Blanca asegura que Washington retomará la Doctrina Monroe para impedir la presencia de potencias no hemisféricas y controlar “activos estratégicos” en América Latina. El mensaje es directo: Venezuela es un obstáculo, no un actor.
Y el continente lo sabe. Colombia, Brasil y México intentan contener la escalada mientras Argentina se alinea sin fisuras con Estados Unidos. La región vuelve a dividirse en un momento en que ninguna potencia está dispuesta a ceder terreno.
Un equilibrio frágil contra Maduro
Mientras tanto, la estrategia de presión económica —Chevron, sanciones, aranceles— busca debilitar las finanzas de Caracas y provocar fracturas internas. Pero cada movimiento parece reforzar la narrativa nacionalista de Maduro, que se presenta como víctima de una agresión externa.
Estados Unidos se juega mucho más que una disputa ideológica. Se juega la posibilidad de reinstalar la ley del más fuerte en América Latina. Y en ese tablero, Venezuela es la primera pieza, pero no necesariamente la última.
