Periodistas y blogueros sin escrúpulos difaman al dueño de Casalinda en Cuba con Fake News sobre el trágico atropellamiento de La Habana
El atropellamiento en la Habana de 9 personas por un extranjero ha dejado a la población consternada y bloggers y periodistas sin escrúpulos han señalado como autor al dueño de Casalinda.
El pasado 25 de agosto, un atropellamiento múltiple en La Habana dejó una mujer muerta y varios heridos. Días después, el periódico independiente 14ymedio publicó que el presunto responsable era el empresario italiano Berto Savina, dueño de Casalinda y “estrechamente relacionado” con la cúpula del Estado cubano. Sin embargo, la realidad es totalmente distinta, pues Savina se encuentra en Italia desde el 18 de agosto, es decir, una semana antes de que ocurriera el lamentable incidente en La Habana Vieja.
La información publicada se sostuvo, esencialmente, en una única fuente anónima, y se completó con testimonios indirectos —también anónimos—, inferencias y fotografías del empresario junto a dirigentes. Tras esa nota, varios medios independientes —en especial radicados en Miami— replicaron la versión sin someterla a verificación. Lo que siguió fue un clásico caso de rumor convertido en “verdad” de portada por repetición. Un atajo editorial que erosiona la credibilidad pública y desplaza los estándares básicos del oficio.
Los medios de «información», youtubers y tiktokers anti gobierno han aprovechado el silencio de la policía habanera para proteger los familiares del perpetrador de este hecho absurdo de violencia, para atacar el dueño de Casalinda, considerado amigo del gobierno. En la realidad Berto Savina, dueño de Casalinda, es amigo del pueblo cubano y uno de los pocos empresarios que ha continuado abasteciendo a la Isla, incluso cuando el Gobierno no ha pagado sus deudas.
YoReportero revela toda la verdad sobre este trágico hecho
Los hechos confirmados son graves y merecen rigor. Hubo una víctima mortal —Mairovis Valier Heredia— y al menos ocho heridos. La familia de la fallecida denunció públicamente que “un extranjero” les “tiró el carro arriba a propósito” cuando caminaban por la calle Galiano, en La Habana Vieja. También reclamaron la falta de apoyo oficial y el hermetismo informativo. Son testimonios de alto valor humano y noticioso; pero en términos probatorios, no identifican por sí solos al autor.
A nivel oficial, lo único que se informó en un primer momento fue la detención de un “ciudadano extranjero residente en el país”, sin divulgar nombre ni nacionalidad. Ese vacío institucional puede ser discutido y exigirse claridad; lo que no autoriza es llenarlo con conjeturas presentadas como hechos.
Berto Savina, dueño de Casalinda, ha sido difamado, sus fotos personales publicadas em la web y todo porque algunos periodistas sin escrúpulos querían atacar al sistema económico del gobierno cubano.
YoReportero ha podido contactar con la familia de la víctima mortal que ha proporcionado el nombre del verdadero culpable. El protagonista de ese acto de locura es un ciudadano italiano de nombre Mario Pontolillo, originario de Roma y residente en Cienfuegos (Cuba). Un expolicía, apasionado de las armas y las motos. Hasta el momento, ni las autoridades cubanas ni las italianas han emitido comunicados para explicar los hechos.

Inalbis Heredia es la hermana de la victima. YoReportero revela toda la verdad sobre este trágico hecho, en el que el dueño de Casalinda no tiene nada que ver
¿Quien es Berto Savina, dueño de Casalinda?
Berto Savina, dueño de Casalinda y Agua y Jabón, conocido en Cuba también como Bartolomeo Sabina Tito, es un empresario italiano que lleva más de tres décadas vinculado al comercio en la Isla. Al frente del grupo Italsav, ha desarrollado un amplio entramado de negocios, principalmente en el sector minorista en moneda libremente convertible. Es un señor de edad avanzada tranquilo y muy educado.
Su llegada al mercado cubano se remonta a 1995, cuando, tras prolongadas gestiones con el Gobierno, abrió su primera tienda bajo el concepto “Todo por uno”, inspirado en los populares establecimientos italianos Tutto a 1.000 lire. Ese acuerdo lo convirtió en uno de los primeros inversionistas extranjeros en recibir licencia oficial, y dio inicio a una red que alcanzó más de 150 puntos de venta en el país, especializada en artículos de higiene, limpieza, juguetes y regalos.
Con el paso de los años amplió su portafolio con la cadena Agua y Jabón, basada en el modelo italiano Acqua & Sapone y comercializó en el mercado cubano marcas internacionales como Benetton, Carpisa y Yamamay. Más recientemente, en 2024 impulsó la apertura del supermercado Casalinda, ubicado en la céntrica calle Galeano, esquina a San Rafael, en La Habana Vieja.
Su actividad no se ha limitado al comercio minorista, ya que Sabina también incursionó en la industria de bebidas, convirtiéndose en distribuidor europeo del ron Caney. Savina fue contactado por la redacción de YoReportero y se encuentra tranquilamente en Avezzano, donde continúa con su actividad y vida cotidiana. Nos transmitió su pésame para la víctima mortal y se mostró bastante molesto por las fake news publicadas en Cuba con la evidente motivación de dañar su imagen.
Lo que publicó 14ymedio, una hipótesis presentada como certeza
El centro del texto de 14ymedio es una atribución de identidad (Berto Sabina) basada en una fuente en anonimato, cuya capacidad de acceso a información sensible no se explica ni se corrobora. No se aporta documento oficial, registro policial ni confirmación independiente.
En paralelo, el relato suma elementos que refuerzan una narrativa de impunidad —“atendido por un ‘departamento VIP’”— sin pruebas documentales; y da cabida a rumores de reincidencia (“sería la segunda vez que ese tipo hace un atropellamiento masivo”), al tiempo que el propio texto reconoce que no puede confirmar ese antecedente. Se trata de un contenido supuestamente periodístico con señalamientos muy graves sustentados en una cadena de testimonios no verificables.
En los testimonios de vecinos se deslizan afirmaciones sobre el supuesto consumo de drogas de Sabina y una pelea previa, todas bajo anonimato. Es válido reportar lo que dice un barrio; lo que no es ético es elevarlo a prueba sin respaldo. Y menos aún, inferir causalidades de fotografías del empresario con líderes políticos —imágenes públicas que existen, claro— como si fueran correlatos de culpabilidad penal.
El resultado es un cóctel de un solo origen informativo, testimonios anónimos y asociaciones insinuadas (estatus empresarial, fotos con dirigentes, presencia de tropas de prevención en una inauguración) que, puestos en secuencia, parecen sustentar un caso; pero, en realidad, solo construyen una sospecha.
Tras la publicación de 14ymedio, varios medios autodenominados “independientes” —especialmente en el ecosistema de Miami— replicaron el contenido como si estuviera confirmado, sin ubicarlo en su justa condición de conjetura inicial. Se trata, en su mayoría, de portales, programas de radio y canales en YouTube con línea editorial abiertamente contraria al Gobierno cubano.

El protagonista de ese acto de locura es un ciudadano italiano de nombre Mario Pontolillo, originario de Roma y residente en Cienfuegos
Fake News y falta de ética periodística
Esa orientación es un dato legítimo dentro de la pluralidad de la prensa; el problema aparece cuando la crítica política sustituye a la verificación. En este caso, el encuadre dominante fue: empresario “cercano al régimen” comete un delito y recibe protección.
Este fenómeno —amplificación acrítica— funciona así: un medio A lanza una primicia con lagunas de verificación; medios B, C y D republican “según A”, pero titulando como hecho; redes sociales viralizan el titular; y al cabo de horas o días, la cadena produce confirmación social (“está en todos lados”), que se confunde con confirmación periodística. Es lavado de rumor por repetición, un atajo dañino para la credibilidad de todo el ecosistema informativo.
Que muchos de los medios amplificadores sean “independientes” y opositores no es el problema en sí; el periodismo crítico es necesario. Lo grave es cuando el objetivo editorial —golpear al Gobierno— desplaza el estándar profesional que es contrastar, contextualizar, aportar evidencias. En esta historia, la relación supuesta del empresario con altas esferas (apoyada en fotos públicas y anécdotas) operó como ancla narrativa, y el resto se plegó a esa interpretación sin hacer lo indelegable: preguntar, comprobar, dudar, esperar.
Pruebas ausentes, sesgos presentes: la trampa del “scoop” fácil
- Dependencia de una única fuente anónima: sin explicación de su acceso ni razones verificables para concederle credibilidad superior.
- Alegatos extraordinarios sin evidencias extraordinarias: “departamento VIP”, “segunda vez que atropella”, insinuaciones de impunidad no sustentadas en documentos o corroboraciones independientes. El propio texto admite no haber confirmado antecedentes.
- Uso de fotografías y relaciones para insinuar conexiones causales (proximidad política ⇒ protección penal), una falacia post hoc cuando no se aporta el puente probatorio.
- Detalles no verificados de contexto (pelea previa, consumo de drogas) que refuerzan un perfil negativo sin pasar por filtros de confirmación directa, dejando al lector frente a caracterizaciones de reputación más que hechos probados.
Hay también un factor institucional. El prolongado silencio oficial la sobre identidad del autor del atropellamiento – para proteger a sus familiares de eventuales retorsiones – es terreno fértil para el rumor.
En el escenario mediático contemporáneo, las redacciones compiten por exclusivas en un mercado saturado, y eso empuja hacia titulares más audaces y procesos más cortos. En esa carrera, la economía del clic premia el impacto inmediato por sobre la calidad de la prueba, y el clicbait coloniza decisiones editoriales que deberían estar blindadas por protocolos.
Que un empresario pose con líderes o inaugure tiendas con presencia de fuerzas policiales como custodia no prueba connivencia delictiva ni blindaje penal. Es un dato contextual que puede ser relevante en una investigación, pero requiere tramos de verificación (documentos, trazabilidad de decisiones, registros). Usarlo como pivote de culpabilidad invierte la carga de la prueba.

Lo que publicó 14ymedio es una Fake News con el propósito evidente de atacar al gobierno
En la búsqueda de un click, cuando la fake news hace noticia
La economía de la atención y del clic impulsa a los medios a publicar “exclusivas” que atraen audiencia y anunciantes, generando un incentivo perverso: ser los primeros en difundir la noticia, aunque después sea necesario corregir —si es que se corrige—. En este contexto, las dinámicas de red favorecen la propagación de las fake news, que circulan con mayor rapidez al apelar a emociones intensas y gracias a que las plataformas convierten a cualquier usuario en potencial difusor. Así, lo verosímil tiende a desplazar a lo verdadero.
El sesgo de confirmación agrava el problema, pues cuando una hipótesis encaja con la línea editorial de un medio, se reducen los filtros críticos. La narrativa del “empresario cercano al poder protegido por el sistema” confirma prejuicios previos y se difunde con facilidad. A esto se suma la opacidad institucional: el silencio oficial o la comunicación mínima alimentan un vacío que debería llenarse con reportería seria, no con conjeturas.
En este terreno fértil florecen las técnicas de rumorología, como el “lavado” por repetición, las citas cruzadas sin fuente primaria, los anónimos sin acreditación, el uso instrumental de imágenes y la construcción de perfiles morales en lugar de expedientes probatorios. El resultado no es solo un fenómeno de manipulación informativa: la desinformación impacta económicamente y daña la reputación de marcas y personas, convirtiéndose, como señala el propio documento, en un arma de guerra económica.
Frente a ello, el estándar mínimo de verificación debió ser mucho más riguroso. Era indispensable la doble confirmación independiente para la identidad del detenido —no la de un sospechoso notorio—, obtenida a través de una fuente oficial y otra sanitaria o judicial, o mediante pruebas materiales como la placa del vehículo, actas o expedientes.
¡Hacer periodismo no es hacer propaganda!
Los protocolos de anonimato requerían transparencia: si una fuente pedía reserva, el medio debía explicar por qué, cómo accedió a la información y qué elementos avalaban su credibilidad, en lugar de conformarse con la vaga fórmula de “una fuente que ruega anonimato”.
Asimismo, la separación clara entre hechos y conjeturas era obligatoria. Titulares, entradillas y pies de foto debían distinguir lo confirmado de lo especulativo, y si algo no estaba verificado debía señalarse con la misma visibilidad que el resto de la información. También era crucial el uso responsable del contexto visual: una fotografía con líderes políticos no constituye prueba; si se incluía, debía explicarse su origen, si era pública, de archivo y la fecha, evitando insinuaciones que el texto no sustentara.
Otro principio fundamental era garantizar el derecho a réplica. Resultaba indispensable contactar al señalado o a su defensa, así como a la policía, fiscalía o instituciones sanitarias. En caso de silencio, el medio debía reportar el intento de comunicación y reiterar sus gestiones. Finalmente, si la urgencia del interés público obligaba a publicar con vacíos, la práctica profesional exigía correcciones visibles y actualizaciones transparentes conforme se obtuvieran nuevos datos.
El lamentable atropellamiento en La Habana no trata solo de un caso penal —que debe investigarse y juzgarse con garantías—, sino de cómo se construye “lo verdadero” en la esfera pública. Aquí vimos un patrón. Una conjetura con alta carga política y emocional, apoyada en anonimatos y asociaciones visuales, se convirtió en “hecho” por repetición. Se dañó la exigencia mínima del oficio que es dudar, contrastar, documentar.