El flujo de remesas, vital para millones de familias en América Latina, enfrenta un desafío sin precedentes. La propuesta de gravar estas transferencias, promovida por el vicepresidente electo de Estados Unidos, J.D. Vance, podría desestabilizar economías enteras y agravar la desigualdad en la región. Este impuesto no solo pone en riesgo el sustento de millones, sino que también podría generar consecuencias sociales y económicas de largo alcance.
Una propuesta que reabre viejas heridas
El vicepresidente electo Vance ha reactivado una idea que Donald Trump consideró durante su primer mandato: imponer un impuesto del 10 % a las remesas enviadas al extranjero. Este gravamen, según sus promotores, serviría para financiar el control fronterizo y combatir actividades ilegales como el tráfico de drogas y personas. Sin embargo, expertos y economistas señalan que las consecuencias podrían ser mucho más perjudiciales que los beneficios prometidos.
Remesas en América Latina, un salvavidas para millones
Cada año, millones de familias en América Latina y el Caribe dependen de las remesas para cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda y salud. En 2023, por ejemplo, las remesas a México alcanzaron los 63 mil millones de dólares, representando el 3.7 % del PIB del país. Estas transferencias también tienen un peso significativo en otras naciones: en Nicaragua constituyen el 28 % del PIB, en Honduras el 26 % y en El Salvador el 24 %.
Para las familias receptoras, el impacto es transformador. En Colombia, por ejemplo, las remesas aumentan el ingreso familiar en más del 40 %, permitiendo que muchas familias superen la línea de pobreza y accedan a una canasta básica de consumo. Sin estas transferencias, la estabilidad económica de millones de hogares estaría en peligro.
Los riesgos de un impuesto a las remesas en América Latina
La propuesta de Vance no solo busca gravar estas transferencias, sino también castigar a quienes intenten eludir el sistema, con multas de hasta 500,000 dólares y penas de prisión. Los defensores de la medida afirman que así se recuperaría parte de los 151 mil millones de dólares anuales que, según ellos, se invierten en servicios sociales para inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
Sin embargo, los expertos advierten que este impuesto podría incentivar el uso de mercados secundarios y canales no regulados, haciendo que las transferencias escapen al control del sistema financiero formal.
El impacto en las economías locales
En México, las remesas son una fuente clave de ingresos extranjeros, superando incluso a sectores como el turismo y las exportaciones de petróleo. Además, están dirigidas principalmente a los estados más pobres, donde el 30 % de los hogares más necesitados recibe más del 65 % del total de remesas. Reducir este flujo podría profundizar la desigualdad y forzar a más personas a migrar en busca de mejores oportunidades.
En América Central, el panorama es aún más crítico. En países como Guatemala, Honduras y El Salvador, las remesas sostienen no solo el consumo diario, sino también la estabilidad de la balanza de pagos y el tipo de cambio. Una caída significativa podría generar recesión económica y aumentar las tensiones sociales.
¿Una medida contraproducente?
El argumento de que las remesas en América Latina financian actividades ilegales también ha sido cuestionado. No existe evidencia concluyente de que las mafias utilicen estas transferencias para enviar dinero a sus países de origen. De hecho, la mayoría de las remesas se utilizan para cubrir necesidades domésticas, impulsando el consumo y el crecimiento económico.
Por otro lado, la digitalización del sistema financiero podría limitar la efectividad de estas medidas. Plataformas como Dollarize permiten enviar dinero sin que las transacciones sean clasificadas como remesas, eludiendo así cualquier impuesto.
Una región en riesgo
América Latina y el Caribe se encuentran en una encrucijada. Las remesas, que han sido un motor económico durante décadas, podrían verse gravemente afectadas por las nuevas políticas de la administración Trump.
La pregunta ahora es si la región podrá adaptarse a este nuevo panorama o si estas políticas exacerbarán la migración, la desigualdad y la inestabilidad. Lo que está en juego no es solo el dinero enviado desde Estados Unidos, sino el futuro de millones de personas que dependen de él para sobrevivir.