La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocida popularmente como los mormones, ha puesto sus ojos en España y Portugal. A través de su fondo agrícola, esta institución religiosa planea invertir 800 millones de euros en la adquisición de fincas rústicas, consolidando una estrategia global que combina fe, finanzas y agricultura.
Una inversión estratégica en tierras ibéricas
El fondo agrícola de los mormones, gestionado principalmente por Farmland Reserve, una entidad con más de un siglo de experiencia en inversiones agrícolas, ha identificado a España y Portugal como destinos clave para su expansión europea. Este plan se enmarca en una visión a largo plazo que considera la agricultura como un pilar esencial para preservar y aumentar sus reservas financieras.
El primer paso de esta conquista ya se dio en enero de este año, con la compra de la finca «Herdade de Zambujeira» en el Alentejo portugués. Esta propiedad, dedicada al cultivo de olivos, almendros y mandarinas, marca el inicio de una ofensiva que promete no detenerse. Expertos del sector estiman que los mormones planean diversificar sus adquisiciones, abarcando desde viñedos hasta explotaciones de frutos secos, aprovechando el clima favorable y los precios competitivos de la región en comparación con mercados como California o Australia.
¿Por qué interesa España y Portugal a los mormones?
La elección de España y Portugal no es casualidad. Ambos países ofrecen ventajas únicas: suelos fértiles, una larga tradición agrícola y un mercado de fincas rústicas que, aunque en auge, sigue siendo más accesible que otros destinos internacionales. Además, la incertidumbre generada por posibles aranceles comerciales, como los propuestos por el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, ha llevado a los mormones a buscar alternativas fuera de su país de origen, donde ya controlan cerca de 690.000 hectáreas.
El interés por la Península Ibérica también responde a una tendencia global: el aumento de la demanda de alimentos y la escasez de tierras cultivables de calidad. Con una población mundial que superará los 9.000 millones en las próximas décadas, invertir en agricultura se ha convertido en una estrategia no solo rentable, sino también estratégica para instituciones con visión de futuro como la Iglesia mormona.
Farmland Reserve, el brazo agrícola de los mormones
Farmland Reserve no es un actor novato en el mundo agropecuario. En Estados Unidos, esta filial se posiciona como el quinto mayor propietario institucional de tierras agrícolas y forestales, con explotaciones que van desde ranchos ganaderos hasta huertos frutales. Su modelo de negocio combina la compra de terrenos con su explotación directa o su arrendamiento a agricultores locales, una práctica que podría replicarse en España y Portugal.
En la Península Ibérica, los mormones no solo buscan adquirir tierras, sino también establecer una estructura operativa propia. Esto podría incluir la creación de empresas locales para gestionar las fincas, optimizar la producción y asegurar beneficios a largo plazo. Esta ambición ha generado tanto entusiasmo como preocupación entre los actores del sector, que ven en esta llegada una oportunidad de modernización, pero también un riesgo de especulación.
Impacto en el mercado local
La entrada de un inversor de esta magnitud no pasa desapercibida. Con una inversión proyectada de 800 millones de euros, los mormones podrían influir en los precios de las fincas rústicas, especialmente en regiones como Andalucía, Castilla-La Mancha o el Alentejo, conocidas por su potencial agrícola. Aunque algunos expertos celebran la inyección de capital y la profesionalización del sector, otros advierten sobre los peligros de una mayor concentración de la propiedad de la tierra en manos de grandes fondos extranjeros.
Un futuro verde con raíces religiosas
Más allá de los números, la apuesta agrícola de los mormones refleja sus valores fundamentales: la autosuficiencia y el compromiso con obras humanitarias. Las ganancias generadas por estas inversiones se destinan a financiar proyectos educativos, caritativos y religiosos en todo el mundo, desde la construcción de templos hasta la ayuda en desastres naturales. En este sentido, su llegada a España y Portugal no es solo una conquista económica, sino también una extensión de su misión global.