A partir de la publicación en la Gaceta Oficial No. 94 de 2025, Cuba entra en una nueva fase de su ya prolongada crisis monetaria. El país estrena una tasa de cambio oficial flotante, presentada por el Gobierno como un paso clave dentro del Programa de Estabilización Macroeconómica. La medida llega tarde, con cautelas y rodeada de tensiones. Pero llega. Y ese solo hecho marca un punto de inflexión en una economía que lleva años operando con el peso cubano como una moneda sin ancla.
La tasa flotante como reconocimiento implícito
El dato más revelador no es la creación del nuevo segmento cambiario, sino el valor con el que arranca. El Banco Central decidió comenzar prácticamente en el mismo nivel que marcaba el mercado informal el día anterior: 410 pesos cubanos (CUP) por un dólar. Ese gesto desmonta, en la práctica, la narrativa oficial que durante meses acusó a plataformas independientes de “manipular” el precio del dólar.
Lo que queda claro es que el mercado informal no inventó la crisis. La midió. La nueva tasa reconoce, aunque no lo diga explícitamente, la magnitud del deterioro del peso cubano, el empobrecimiento acumulado de los hogares y el impacto real de la inflación cuando se traduce a dólares.
Un sistema que sigue siendo múltiple
Pese al discurso de transformación, no hay unificación cambiaria. Se mantienen las tasas de 24 CUP y 120 CUP, ahora acompañadas por la flotante y por un mercado informal que no desaparece. El resultado es un esquema con al menos cuatro referencias cambiarias, cada una con funciones distintas y con incentivos cruzados difíciles de administrar.
Esta coexistencia prolonga distorsiones conocidas. La economía cubana sigue midiendo costos, ingresos y rentabilidades con reglas distintas según el actor, el sector y el acceso a divisas. La promesa de convergencia queda abierta, pero sin calendario ni hoja de ruta clara.
El gran ausente de la nueva tasa de cambio: la empresa estatal
Uno de los silencios más elocuentes del nuevo régimen es el sector empresarial estatal. No hay ajuste del tipo de cambio que enfrentan estas empresas, muchas de las cuales operan con pérdidas crónicas y dependen de transferencias presupuestarias.
Mantenerlas al margen del ajuste implica perpetuar empresas zombis, déficit fiscales persistentes y presiones inflacionarias. Sin una corrección cambiaria en ese segmento, cualquier estabilización será parcial y frágil.
Un mercado más amplio para el sector no estatal
Donde sí hay un cambio tangible es en el Segmento III, que incluye a personas naturales y a una amplia gama de actores no estatales: mipymes, cooperativas, productores agropecuarios, artistas y creadores. Esta apertura puede reducir costos de transacción, riesgos legales y dependencia del efectivo.
Además, la posibilidad de operar desde cuentas bancarias, y no solo en efectivo, permite canalizar remesas y transferencias internacionales a una tasa más realista. En teoría, esto debería favorecer la formalización y restar peso al mercado informal.
Incentivos parciales para exportadores e inversión extranjera
El nuevo esquema permite que exportadores e inversionistas extranjeros vendan divisas autorizadas en el segmento flotante. Para los exportadores estatales, esto significa recibir más pesos por cada dólar, un alivio contable que puede traducirse en mayor capacidad para pagar salarios o cubrir gastos internos.
No es una solución estructural, pero sí un incentivo marginal en una economía donde exportar se ha vuelto cada vez más costoso y menos rentable.
La flotación administrada y sus sombras
El Banco Central habla de una tasa basada en “indicadores macroeconómicos”. Eso, en la práctica, significa una flotación administrada, sin reglas públicas ni mecanismos transparentes de cálculo. La discrecionalidad queda incorporada al diseño.
A ello se suma un problema de fondo: el Banco Central no controla todas las reservas internacionales. Esa limitación reduce su capacidad real para defender o administrar la tasa en momentos de tensión.
Bancarización sin confianza
El énfasis en el sistema bancario choca con una realidad incómoda: la confianza está dañada. El ordenamiento monetario, las restricciones al retiro de divisas y la incapacidad de los bancos para satisfacer la demanda dejaron una huella profunda.
Para muchos hogares y negocios, operar por canales oficiales sigue percibiéndose como riesgoso. Sin confianza, la formalización avanza más lento de lo que dictan las normas.
Límites que garantizan la supervivencia del mercado informal
El mercado oficial nace con restricciones claras. Las personas naturales solo pueden comprar hasta 100 USD por operación. Las formas no estatales, hasta el 50 % de sus ingresos fiscales recientes. Eso asegura que una parte significativa de la demanda seguirá buscando refugio fuera del sistema formal.
Mientras exista escasez, colas, cortes eléctricos y límites operativos, el mercado informal no solo sobrevivirá, sino que seguirá marcando el pulso.
Nueva tasa de cambio en Cuba, un paso necesario, pero insuficiente
La nueva tasa de cambio oficial flotante es un reconocimiento tardío de la realidad, no una solución integral. Sin reformas fiscales, sin disciplina monetaria y sin una transformación profunda del aparato productivo estatal, el peso cubano seguirá bajo presión.
El Gobierno ha movido ficha. Ahora el mercado, formal e informal, dirá cuánto vale realmente ese movimiento.
