Cuando leíste el título de este artículo, probablemente hayas pensado que estaría dedicado a las mujeres que trabajan con la agencia antinarcóticos de Estados Unidos. La muy conocida y polémica D.E.A. Sin embargo, nada que ver. Esta vez abordaremos el muy lucrativo negocio de las mujeres que, con la DeAbajo, o sea, sus genitales, generan ingresos muy superiores a los de la mayoría de las profesionales que estudiaron por años para obtener un título universitario. Sí, es un artículo sobre el «oficio más antiguo» del planeta. Hoy, ser prostituta es cada vez más común y la prostitución mueve millones de dólares anuales.
La prostitución como industria: cifras que hablan
En América Latina, la prostitución es más que un fenómeno social: es una industria multimillonaria. Aunque el estigma continúa pesando sobre quienes ejercen el trabajo sexual, la realidad es que muchas mujeres ganan cifras sorprendentes en comparación con otras profesiones. De acuerdo con estimaciones de la ONU, el tráfico sexual en la región genera ingresos que superan los 16 mil millones de dólares al año. Y eso sin contar las ganancias que se mueven en la clandestinidad o en espacios no regulados.
¿Por qué se gana tanto con la prostitución?
La respuesta es simple y brutal: la demanda es inmensa. La prostitución ha dejado de estar relegada a los márgenes urbanos para convertirse en parte del paisaje cotidiano de muchas ciudades latinoamericanas. Desde zonas de tolerancia hasta plataformas digitales, los espacios donde se intercambian servicios sexuales se han diversificado. Las trabajadoras sexuales no solo venden su cuerpo: venden compañía, atención, fantasías, anonimato y, en algunos casos, hasta afecto. Este “combo emocional” tiene un valor altísimo en un mundo donde la soledad y la insatisfacción afectiva abundan.
El mapa legal de la prostitución en América Latina
Para entender por qué algunas mujeres pueden ganar tanto en la prostitución, es fundamental conocer el contexto legal. En países como Bolivia, Uruguay, Perú y Ecuador, la prostitución es legal y está regulada. Esto significa que las trabajadoras sexuales pueden registrarse, acceder a controles médicos regulares y, en teoría, trabajar sin ser criminalizadas. En estos escenarios, se abre un margen para profesionalizar el oficio y establecer tarifas que les permiten ingresos estables y elevados.
Por ejemplo, en Uruguay, donde la prostitución está regulada desde 2002, una trabajadora sexual puede llegar a ganar entre 1,500 y 3,000 dólares mensuales si trabaja en zonas turísticas o sectores de alto poder adquisitivo. En contraste, una maestra de primaria en el mismo país gana en promedio 900 dólares al mes.
Prostitución digital: el nuevo rostro del oficio más antiguo
Con la llegada de Internet y la pandemia de COVID-19, el trabajo sexual dio un salto al entorno digital. Plataformas como OnlyFans, redes sociales privadas y servicios de videollamadas permitieron a miles de mujeres ejercer la prostitución sin necesidad de intermediarios ni contacto físico. Esta modalidad no solo incrementó sus ingresos, sino que dio mayor autonomía y seguridad a muchas de ellas.
Hoy, una modelo de contenido erótico puede generar entre 5,000 y 20,000 dólares mensuales si maneja bien su marca personal, construye una base sólida de clientes y diversifica sus canales. Esta cifra está muy por encima del salario promedio en cualquier país latinoamericano.
El perfil de la nueva trabajadora sexual
Ya no es la mujer marginalizada de otras épocas. Hoy, muchas mujeres que se dedican a la prostitución tienen estudios universitarios, hablan varios idiomas, manejan redes sociales con destreza y entienden conceptos como marketing, ventas y gestión de marca. Algunas incluso prefieren esta vía a ejercer profesiones mal remuneradas o saturadas.
¿Trabajo o explotación?
El debate sobre si la prostitución debe ser reconocida como trabajo legítimo o considerada explotación sigue vigente. Desde sectores feministas abolicionistas, se argumenta que toda forma de prostitución es violencia sexual institucionalizada. Desde otros enfoques, particularmente el feminismo decolonial y algunos movimientos de trabajadoras sexuales, se sostiene que la prostitución puede ser una forma válida de subsistencia si está basada en el consentimiento y acompañada de derechos laborales.
La realidad de la prostitución en cifras
- El 80% de las víctimas de tráfico humano en América Latina son mujeres y niñas.
- El 93% de los casos de explotación sexual en Sudamérica ocurren dentro del mismo país de origen de la víctima.
- La prevalencia del VIH entre trabajadoras sexuales es del 4.9%, frente al 0.5% de la población general.
- Países como México, Colombia y Brasil son focos de turismo sexual, lo que incrementa la prostitución en zonas urbanas y turísticas.
Prostitución y narcotráfico: vínculos peligrosos
En muchos países, especialmente en México y Centroamérica, la prostitución no solo se entrelaza con el narcotráfico, sino que también se ve afectada por él. Los cárteles controlan redes de trata, extorsionan a trabajadoras sexuales, exigen cuotas a burdeles y utilizan la prostitución como fachada para el lavado de dinero. En este entorno, las ganancias pueden ser altas, pero los riesgos son letales.
¿Y el Estado?
Los gobiernos latinoamericanos muestran un enfoque errático frente a la prostitución. Mientras unos regulan con la intención de proteger a las trabajadoras, otros mantienen posturas abolicionistas o simplemente ignoran la realidad. Esta ambigüedad legal abre la puerta a la corrupción, el abuso policial y la explotación.
En Uruguay, las trabajadoras sexuales tienen acceso a atención médica, pueden organizarse en sindicatos y establecer tarifas sin intermediarios. Es el único país de América Latina con una legislación que busca garantizar condiciones dignas a quienes ejercen esta actividad.
¿Por qué ganan tanto las mujeres con la D.E.A?
Las mujeres ganan tanto trabajando con la “D.E.A.” —la DeAbajo, como lo hemos llamado aquí— porque el mercado lo permite. Porque hay demanda. Porque muchas veces, es la única opción viable para salir de la pobreza. Y también, porque algunas eligen este camino como forma de independencia económica. El cuerpo femenino, en sociedades profundamente desiguales y patriarcales, sigue siendo visto como un recurso comercializable. Mientras las estructuras sociales y económicas no cambien, la prostitución seguirá siendo una fuente rápida (aunque no siempre segura) de ingresos altos.
La prostitución no es un fenómeno nuevo, pero su impacto económico y cultural está alcanzando nuevas dimensiones. Ignorarla o moralizarla no servirá de nada. Entenderla como una realidad compleja —cruzada por la desigualdad, el deseo, la necesidad y el poder— es el primer paso hacia políticas más humanas y justas.