El 2025 ha traído buenas noticias para la economía de Panamá. El país cerró el primer semestre con un crecimiento del PIB de 4,4%. El Canal interoceánico volvió a ser el gran protagonista, con un alza de más del 24% en ingresos por peajes, acompañado por un repunte del transporte aéreo que superó el 12%. La combinación impulsó al sector logístico en su conjunto hasta un notable 18,9%, confirmando el peso de la geografía panameña como carta ganadora.
La plaza financiera también aportó lo suyo con un 6% de expansión, mientras hoteles, restaurantes y actividades profesionales se movieron en torno al 4%. Sin embargo, más allá de estas cifras, el panorama de la economía de Panamá se nubla cuando se observa el impacto en el empleo y en el bolsillo de los hogares.
Crecimiento concentrado de la economía de Panamá y poco empleo
La paradoja es clara: la economía de Panamá se expande, pero el desempleo sigue en aumento. Al cierre de 2024 la tasa ya alcanzaba 9,5% y todo apunta a que en 2025 se superará la barrera psicológica del 10%, algo que no ocurría desde hace dos décadas si se excluye el paréntesis de la pandemia.
La explicación está en la naturaleza del crecimiento. Los sectores que lideran —logística, finanzas y transporte aéreo— son altamente productivos, pero no crean plazas masivas. El contraste con la construcción es evidente, ya que apenas registra un 2% de avance en el semestre, a pesar de ser históricamente uno de los grandes generadores de empleo.
La agricultura, otro sostén tradicional, apenas se movió un 1,4%, mientras la manufactura no pasó del 1,9%. Estas ramas sí emplean a mucha gente, pero atraviesan un periodo de bajo dinamismo.
El consumo, en caída libre
Los números del ITBMS, el impuesto que grava las ventas de bienes y servicios, son un termómetro de la situación real. Hasta julio se había recaudado un 11% menos que en 2024, lo que equivale a una caída de 83,9 millones de dólares frente a lo proyectado. La contracción del consumo es clara y se explica por tres factores: desempleo creciente, salarios estancados y aumento de la informalidad.
Las familias gastan menos porque deben priorizar lo básico. Incluso quienes conservan su empleo sienten el golpe de las tasas de interés. Los créditos hipotecarios, por ejemplo, pasaron en algunos casos de 6,5% a 8%, lo que significa hasta 400 dólares adicionales al mes en la letra. Ese dinero que se va al banco deja de circular en comercios, restaurantes o pequeños negocios.
La percepción ciudadana es un crecimiento de la economía de Panamá sin progreso
Cuando se anunció el alza del PIB en 4,4%, las reacciones en medios digitales fueron mayoritariamente de molestia. “¿Dónde está ese crecimiento?”, “trabajo el doble y no ahorro nada”, “los precios suben, el empleo no aparece” fueron comentarios repetidos por centenares de usuarios.
Para buena parte de la población, la bonanza es un espejismo reservado a elites políticas y empresariales. Se habla de una “economía de multiverso”, ya que las estadísticas que muestran un país pujante, pero que no se reflejan en las calles, mercados ni hogares. Esa brecha entre cifras y percepción es, en sí misma, un riesgo político y social.
El desafío de fondo de la economía de Panamá
Los analistas coinciden en que Panamá atraviesa un momento decisivo. La pérdida de liquidez, el cierre de la gran mina de cobre, la caída del consumo y la fragilidad del mercado laboral se combinan en un cóctel que puede comprometer la sostenibilidad del crecimiento.
La clave estará en diversificar. Reactivar sectores intensivos en empleo —como la construcción y la agricultura—, atraer inversión con estabilidad regulatoria y, sobre todo, lograr que los frutos del crecimiento se repartan con mayor equidad.
El país cuenta con fortalezas únicas como son un canal estratégico, una posición geográfica envidiable y un sector logístico que sigue desafiando turbulencias globales. Pero de poco servirá si la gente siente que el progreso pasa de largo frente a su puerta.