En los despachos judiciales y las oficinas de empresa, la autenticidad de una firma ha dejado de ser un asunto trivial. La inteligencia artificial (IA) ha entrado con fuerza en el terreno de la documentoscopia y hoy es capaz de generar firmas falsas casi imposibles de distinguir de una rúbrica legítima. Este avance tecnológico ha multiplicado el trabajo de los peritos y ha encendido las alarmas entre abogados, jueces y notarios.

La firma como imagen digital manipulable

Las firmas, tradicionalmente concebidas como una extensión manual de la identidad, se han convertido en imágenes digitales fácilmente replicables. Lo que antes exigía destreza y tiempo ahora se logra en segundos con herramientas de IA generativa capaces de aprender el estilo gráfico de cualquier persona. En este contexto, los peritos calígrafos se enfrentan al algoritmo, un enemigo inédito.

Como advierten peritos informáticos, ya no es suficiente con observar el trazo o la presión del bolígrafo; hay que analizar los metadatos del archivo, la fecha en que se añadió la firma o si fue pegada desde otro documento. El trabajo forense ha tenido que migrar del papel a la pantalla.

Los nuevos delitos de papel… digital

Casos recientes en España y América Latina muestran cómo los recibos, contratos y testamentos digitales pueden tener firmas falsas con un realismo que engaña incluso a auditores experimentados. Documentos generados por IA reproducen texturas, sombras y movimientos del trazo que antes delataban el fraude. La facilidad con la que la inteligencia artificial altera nuestra percepción de la realidad también ha invadido el ámbito delictivo, apuntan expertos legales.

El problema no se limita a la firma. La IA puede fabricar grabaciones de voz, fotografías o incluso videos de personas firmando documentos falsos. La justicia se enfrenta así a un nuevo tipo de prueba, los llamados “deepfakes documentales”.

Peritos y algoritmos, aliados y adversarios de las firmas falsas

Los calígrafos forenses viven una transformación profunda. Las técnicas tradicionales de análisis —que se basaban en la identificación de gestos gráficos inconscientes e irrepetibles— coexisten ahora con herramientas de análisis digital que detectan capas ocultas, pixelaciones anómalas o manipulaciones en PDFs.

No obstante, expertos señalan que el valor del perito sigue siendo irremplazable. El ser humano, entrenado para detectar la repetición involuntaria de rasgos, sigue siendo la mejor defensa contra el engaño.

Los tribunales ante el dilema tecnológico de las firmas falsas

La convivencia entre pericias tradicionales y digitales plantea dilemas a los jueces. A menudo se presentan dos informes periciales opuestos sobre una misma firma. En esos casos, el magistrado debe aplicar su “sana crítica”, como señalan los abogados, y decidir cuál ofrece mayor rigor técnico. En última instancia, la justicia depende de la fiabilidad de métodos que evolucionan tan rápido como las trampas que intentan descubrir.

El panorama jurídico se complica aún más con la expansión de la firma electrónica. Su validez depende de los sistemas de certificación y del resguardo digital, pero la sofisticación de los ataques demuestra que no hay blindaje absoluto.

La prevención como mejor defensa

En este contexto incierto, el abogado Giovanni Caporaso Gottlieb, del bufete Caporaso & Partners, lanza una recomendación clave: “Siempre es mejor colocar también una huella digital en los contratos y papeles sensibles para evitar estafas con las firmas falsas. Es buena praxis siempre contratar a un abogado cuando se firman contratos o documentos de relevancia”. La asesoría profesional y la combinación de métodos analógicos y digitales son hoy la mejor garantía frente al fraude.

Hacia una nueva era de autenticación

El futuro de la lucha contra las falsificaciones parece depender, paradójicamente, de la misma inteligencia artificial que las ha potenciado. Algunos especialistas sugieren que los algoritmos podrían entrenarse para detectar inconsistencias invisibles al ojo humano, convirtiéndose así en aliados de los peritos.

Entre tanto, la certeza absoluta en la autenticidad documental se aleja. Lo que antes se resolvía con una lupa y un microscopio requiere hoy un laboratorio digital. La firma, ese gesto personal que simboliza confianza y voluntad, se ha convertido en una frontera más en la batalla por la verdad en la era de la inteligencia artificial.