La Unión Europea decidió aplicar derechos compensatorios a los autos eléctricos chinos con el objetivo de forzar a las marcas a producir en suelo comunitario. Pero esa estrategia abrió otra dinámica inesperada. Marruecos y Turquía, con tratados comerciales favorables y costos laborales mucho más bajos, se han convertido en los nuevos puentes de entrada para los vehículos que buscan esquivar los aranceles.
China, líder indiscutible en baterías y con una industria automotriz altamente competitiva, no tardó en detectar la oportunidad. A la par que instala fábricas en Europa y arma kits para montar en suelo comunitario, invierte miles de millones en Turquía, un país que juega con habilidad su papel de bisagra entre Oriente y Occidente.
Inversiones millonarias, ventajas estratégicas
En Marruecos, las apuestas chinas ya superan los 10.000 millones de dólares. Turquía, aunque con cifras menores, avanza a gran velocidad. Chery desembolsó 1.000 millones de dólares en Samsun para una planta capaz de fabricar 200.000 vehículos al año. SWM Motors prepara otra en Eskisehir y BYD proyecta en Manisa una de sus fábricas más grandes fuera de Asia, que incluirá además un centro de investigación y desarrollo.
El atractivo no se limita a la mano de obra más barata. Ankara ha desplegado un paquete de incentivos fiscales que convierte la compra de autos eléctricos en una decisión más asequible para sus ciudadanos. Como resultado, en la primera mitad de este año, Turquía se colocó como el cuarto mayor mercado de autos eléctricos en Europa, solo detrás de Alemania, Reino Unido y Francia.
Europa también mira hacia Turquía
Las inversiones no llegan únicamente desde Pekín. Renault y Stellantis llevan años fabricando en Turquía para el mercado local y europeo. Además, la UE destinó 1.000 millones de euros entre 2021 y 2027, vía el programa Horizon Europe, al desarrollo del sector automotriz turco, con foco en infraestructura de carga, reciclaje de baterías y movilidad eléctrica.
Bruselas entiende que Turquía puede jugar un rol decisivo en la transición energética y prefiere tenerlo como socio estratégico antes que dejarles todo el terreno a los fabricantes chinos.
El equilibrio económico en juego con los autos eléctricos chinos
El modelo turco presenta un “win-win” evidente. China gana acceso preferente al mercado europeo, Turquía impulsa su sector automotriz con capital extranjero y Europa mantiene cerca a un socio industrial que no está dentro de la UE, pero sí ligado por acuerdos comerciales sólidos.
Sin embargo, el panorama no está exento de riesgos. El fabricante local TOGG, símbolo del esfuerzo turco por crear un eléctrico nacional, podría verse presionado por la llegada de modelos chinos a precios muy competitivos. Si en algún momento las empresas de Pekín deciden abandonar el país, el ecosistema local podría quedar debilitado.
Estados Unidos, observador y jugador lateral ante los autos eléctricos chinos
Al margen de esta ecuación, Estados Unidos mantiene distancia. Sus gigantes no están levantando fábricas en Turquía, pero sí participan mediante alianzas con socios locales. Ford, por ejemplo, produce junto a Otosan vehículos destinados tanto al mercado turco como al de Oriente Medio. Es un recordatorio de que, en la economía global, nadie quiere perder del todo su asiento en la mesa.
Turquía como bisagra de la movilidad eléctrica
En términos económicos, Turquía capitaliza su posición geográfica privilegiada y se convierte en un actor central de la transición hacia la electromovilidad. Con inversiones que fluyen desde China, Europa y, en menor medida, Estados Unidos, el país emerge como un pivote financiero e industrial en el tablero automotriz mundial.
Mientras Bruselas endurece reglas y China despliega su músculo industrial, Turquía se beneficia de la coyuntura. El riesgo está en el equilibrio: aprovechar la llegada de capital extranjero sin que este anule el desarrollo de un ecosistema propio.
En un mercado donde las baterías son el oro del siglo XXI y los autos eléctricos chinos marcan la nueva frontera de la competitividad, Turquía parece haber encontrado su oportunidad histórica, al ser la puerta económica de entrada a Europa para los gigantes chinos de la movilidad.