Los bancos centrales son instituciones que cumplen un rol fundamental en la economía de la gran mayoría de los países del mundo. Estos organismos especializados se encargan de regular aspectos críticos del sistema monetario y financiero, como la cantidad de dinero en circulación, las tasas de interés de referencia, el valor de la moneda local, la estabilidad del sistema bancario comercial y el nivel de inflación.
Dada su importancia estratégica, la existencia de un banco central sólido y creíble se ha transformado en un elemento central dentro de la arquitectura económica de la mayor parte de las naciones. Sin embargo, en la actualidad vemos cómo el presidente de Argentina, Javier Milei, centró la campaña que lo llevó a la Casa Rosada en la necesidad de cerrar el Banco Central. ¿Son necesarios estos bancos en los tiempos actuales?
Funciones esenciales de los bancos centrales
Los bancos centrales tienen como objetivo principal preservar el poder adquisitivo de la moneda local y mantener la inflación en niveles bajos y estables. Para ello, sus principales herramientas son la regulación de la cantidad de dinero en circulación y el establecimiento de las tasas de interés de referencia.
Incrementando o disminuyendo las tasas de interés, el banco central puede enfriar o estimular la demanda agregada y el crecimiento económico. De esta forma, actúa como estabilizador macroeconómico, conteniendo presiones inflacionarias o reactivando la economía ante recesiones.
Otra función primordial de los bancos centrales es la supervisión del sistema bancario comercial y financiero. Mediante regulaciones micro y macroprudenciales, se aseguran de que los bancos comerciales operen de manera sólida y segura para los depositantes.
Además, al actuar como prestamistas de última instancia, proveen liquidez para evitar quiebras bancarias cuando hay corridas financieras. El banco central también administra las reservas internacionales del país, cruciales para estabilizar la moneda local.
Países que no tienen banco central
A pesar de estas funciones indelegables, existe un puñado de países y micronaciones en el mundo que han decidido funcionar sin un banco central, como Kiribati, Tuvalu, Andorra, Islas Marshall, Isla de Man, Mónaco, Nauru, Micronesia, Palaos, el Principado de Liechtenstein y Panamá. Todos estos suelen ser considerados paraísos fiscales.
Al ser economías abiertas y altamente dependientes del comercio exterior, se benefician de la estabilidad cambiaria que obtiene al adoptar una moneda fuerte internacional como el dólar o el euro.
Panamá es la excepción, siendo el único país de tamaño mediano y con una población de varios millones que opera sin banco central. Desde 1904, Panamá utiliza oficialmente el dólar estadounidense como moneda de curso legal.
Pese a la ausencia de un banco central, Panamá ha mantenido un sólido sistema bancario y financiero. Pero carece de control monetario propio, debiendo importar la política monetaria de Estados Unidos.
La propuesta de Javier Milei para Argentina
Un caso que ha despertado atención reciente es la propuesta del mandatario Javier Milei de eliminar el Banco Central de la República Argentina (BCRA). El político quiere adoptar el dólar como moneda de curso legal para reemplazar al peso. Esta sería una de sus medidas más renovadoras.
Milei argumenta que la capacidad del BCRA para emitir pesos inorgánicos a discreción, financiando los sucesivos déficits fiscales, ha derivado en un descontrol inflacionario crónico. A día de hoy, la inflación en Argentina está en torno al 180% anual.
Bajo su óptica, el banco central ha sido utilizado como una «maquinita de imprimir billetes» para solventar el gasto público excesivo. Esto lo considera un «robo» al poder adquisitivo del pueblo argentino. Por ello, plantea disolver el BCRA y prohibir toda emisión monetaria futura.
Si bien la dolarización acabaría con la inflación al forzar la disciplina fiscal, también conllevaría costos muy elevados. Argentina perdería toda autonomía de política monetaria y cambiaria, además de la capacidad de responder con agilidad ante crisis económicas.
¿Qué es mejor para un país, tener o no tener un banco central?
No tener un banco central puede presentar algunas ventajas. Uno de los beneficios más importantes es que se elimina por completo la incertidumbre del tipo de cambio. Al usar una moneda fuerte global como el dólar, se benefician de la estabilidad y solidez que tiene esa divisa en los mercados mundiales. Además, se elimina el riesgo que conlleva la discrecionalidad de un banco central para emitir moneda según criterios políticos y no técnicos.
Otro aspecto positivo es que estos países pequeños importan la política monetaria de una nación desarrollada, que es predecible y transparente. De esta forma, la oferta monetaria y las tasas de interés quedan determinadas por las decisiones de la Reserva Federal de EE.UU. en el caso del dólar, sin posibilidad de manipulación local.
Asimismo, al utilizar una divisa de uso global se facilita en gran medida la integración comercial con el mundo, en comparación con tener que operar con una moneda doméstica poco conocida y de uso limitado fuera de las fronteras.
Por otro lado, la ausencia de banco central fomenta fuertemente la disciplina fiscal, ya que al no poder emitir moneda el gobierno no puede financiar déficits presupuestarios crónicos mediante la impresión inorgánica de billetes.
Además, al eliminar el riesgo cambiario y la posibilidad de devaluaciones arbitrarias promueve un ambiente más atractivo para la inversión extranjera y para la radicación de ahorros en el sistema financiero doméstico.
Ahora bien, no tener banco central también implica efectos negativos importantes. El principal es la pérdida de soberanía monetaria y financiera, al quedar la economía sujeta a decisiones de política monetaria sobre las que no se tiene control alguno.
También desaparece la capacidad del banco central de actuar como prestamista de última instancia ante situaciones de iliquidez en el sistema financiero. Esto eleva la vulnerabilidad frente a potenciales corridas bancarias.
Del mismo modo, la falta de instrumentos monetarios hace al país más susceptible a shocks económicos externos.
La conveniencia de tener o no un banco central depende fuertemente de las particulares circunstancias de cada país. Para economías muy pequeñas, los beneficios parecen superar los costos. Pero para la gran mayoría de naciones, sobre todo las de mayor tamaño, los servicios irremplazables de un banco central sólido y creíble resultan críticos.
¿La economía de tu país sería mejor sin un banco central? Comparte tus criterios en los comentarios.