La XVII Cumbre de los BRICS no solo exhibió la musculatura económica del bloque —40 % del PIB mundial medido por paridad de poder adquisitivo y casi la mitad de la población del planeta— sino que postuló un relato alternativo al orden surgido tras 1945. La Declaración de Río subrayó la igualdad soberana, la democracia y la inclusión como antídoto contra la “fatiga” de las instituciones de Bretton Woods, y lo hizo elevando el volumen de un Sur Global que hoy concentra recursos, población y, cada vez más, tecnología.

¿Qué son los BRICS y qué países integran esta alianza?

El acrónimo BRICS agrupa a un conjunto de economías emergentes que decidieron formar una alianza estratégica para impulsar un orden internacional más equitativo. Inicialmente constituido por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el bloque ha evolucionado hacia una plataforma de cooperación ampliada, con objetivos que van desde el comercio y las finanzas hasta la innovación tecnológica, la cultura y la gobernanza global.

A partir de 2024, el BRICS amplió su membresía a 10 países plenos, tras sumar a Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Además, ha admitido a más de una decena de países como socios estratégicos, con otros 30 solicitantes a la espera de ingreso. Esta expansión refleja el atractivo creciente del bloque, no solo por su peso económico —superior al del G7 en términos de paridad de poder adquisitivo— sino también por su narrativa de autonomía, multipolaridad y justicia global.

Lejos de ser un bloque monolítico, los BRICS representan una diversidad geopolítica notable: incluye democracias como India y Brasil, monarquías del Golfo, potencias tecnológicas como China y productores energéticos clave como Rusia. Esa pluralidad es vista tanto como una fortaleza en términos de representatividad como un reto para la cohesión interna. Aun así, la alianza ha logrado institucionalizarse y proyectar una voz cada vez más influyente en los grandes debates globales.

¿Qué rol juega la reforma de la ONU en la estrategia de legitimidad de los BRICS?

La primera gran apuesta es política: una “reforma amplia” del Consejo de Seguridad que otorgue escaños fijos y voz decisoria a África, América Latina y Asia. El mensaje es doble: sin representación plena no hay legitimidad, y un sistema multilateral que ignore a las potencias emergentes terminará por ser irrelevante. El reclamo, impulsado por Brasil, India y Sudáfrica desde hace décadas, se vuelve ahora más audible gracias al peso económico y demográfico del bloque.

¿Puede un bloque tan diverso mantener la cohesión interna?

La fortaleza de los BRICS es también su Talón de Aquiles. Integrar a economías planeadas como China junto a democracias federales como Brasil exige una arquitectura flexible. El consenso —regla de oro del bloque— ralentiza decisiones, pero ha permitido absorber cuatro nuevas adhesiones en 2024 y abrir la puerta a 10 socios, con más de 30 solicitudes sobre la mesa. La Declaración de la Cumbre en Río de Janeiro insiste en que la expansión seguirá “por consulta plena e inclusiva”, fórmula que busca equilibrio entre ambición y gobernabilidad.

¿Las ausencias de Putin y Xi debilitan el mensaje de unidad de los BRICS?

La cumbre evidenció fisuras simbólicas: Vladimir Putin se hizo representar por Serguéi Lavrov para evitar una posible orden de arresto internacional, y Xi Jinping delegó en Li Qiang. Aun así, la delegación rusa lideró el frente financiero y China respaldó los marcos comerciales. Lula, Modi y Ramaphosa capitalizaron protagonismo y reforzaron la idea de un liderazgo colegiado más allá de las grandes potencias.

¿Qué poder real hay tras la retórica de “justicia climática”?

El bloque no se limita a grandes palabras: la Declaración Marco sobre Finanzas Climáticas crea vías para que proyectos verdes en países en desarrollo accedan a capital más barato, mientras el Marco sobre Comercio y Desarrollo Sostenible fija estándares ambientales y sociales para las cadenas de valor sur‑sur. El Nuevo Banco de Desarrollo, presidido por Dilma Rousseff, deberá ahora traducir la promesa en créditos tangibles: de los 39 000 millones USD aprobados, 40 % ya se dirigen a iniciativas climáticas.

¿La desdolarización que proponen los BRICS es imposible o una tendencia irreversible?

Tres siglas cuentan la historia: BRICS Clear (infraestructura de liquidación), BRICS Bridge (puente de pagos) y CRA (reserva contingente). Al enlazar los sistemas de China, India y Rusia con plataformas propias, el bloque reduce la exposición a sanciones y abre espacio para que el comercio intra‑grupo —678 000 millones USD— se facture en yuanes, rupias o reales. El movimiento es gradual pero sostenido: 30 % de los créditos del NBD ya se desembolsan en monedas locales.

¿Cómo aprovecha el BRICS su ventaja demográfica y de recursos?

Controlar 41 % del petróleo y 72 % de tierras raras otorga palancas en la transición energética y en la economía digital. La apuesta del bloque es transformar esa abundancia en cadenas de valor internas. Para ello nace el Centro para Competencias Industriales (BCIC), destinado a formar ingenieros en baterías, semiconductores y robótica avanzada. El Plan de Innovación 2025‑2030 busca que la próxima ola tecnológica se patente —y fabrique— en Yakarta, São Paulo o Johannesburgo, no solo en Silicon Valley.

¿Puede la tecnología soldar una identidad común en los BRICS?

La cooperación científica ya tiene cimientos: 60 universidades integradas, olimpiadas matemáticas conjuntas y un protocolo de intercambio de datos satelitales que cubre 27 millones km². La idea es que investigadores de Recife y Samarcanda compartan laboratorios virtuales para IA o nanomateriales. Esa “ciencia sin visados” refuerza la narrativa de un futuro multipolar donde el conocimiento circula por el sur sin pedir permiso al norte.

¿Qué significa que el BRICS supere al G7 en PIB?

El punto de inflexión llegó en 2022: el bloque pasó del 16 % del PIB global en 1992 al 31,7 % previsto para 2025, mientras el G7 cayó del 45,8 % al 30,3 %. Las proyecciones del FMI afirman que en 2028 los BRICS rozarán el 40 % del PIB global incluso en términos nominales. Más que un titular, es una señal de que la demanda, la inversión y las cadenas logísticas pivotan hacia el sur, reconfigurando precios de materias primas, reglas financieras y centros de innovación.

¿Cómo impacta este giro en la vida cotidiana de la gente corriente?

Un comercio intra‑bloque más robusto significa alimentos, energía y bienes de consumo más baratos para 3 700 millones de personas que viven en países BRICS. La infraestructura financiada por el NBD —puertos, presas, redes 5G— se traduce en empleo y servicios públicos. Y la diversificación monetaria puede reducir los costes de importación de fármacos o fertilizantes al minimizar las pérdidas por tipo de cambio.

¿Qué desafíos amenazan el ascenso del bloque?

La lista es larga. Internamente, los modelos de desarrollo chocan: la economía planificada china contrasta con el liberalismo indio; Rusia afronta sanciones, Brasil ciclos fiscales y Sudáfrica problemas de energía. Para tomar decisiones, el consenso —ventaja diplomática— puede volverse tapón si las prioridades divergen. Externamente, Washington sopesa aranceles del 100 % para frenar la desdolarización y mantiene un régimen de sanciones que impacta sobre Rusia e Irán, dos engranajes del bloque.

¿La expansión ilimitada diluirá o reforzará la influencia BRICS?

Socios como Kazajistán o Bolivia aportan litio y uranio; Uganda y Nigeria, capital demográfico; Bielorrusia, capacidad industrial. Pero sumar demasiados socios podría saturar los mecanismos de decisión. El reto será distinguir entre “miembros plenos”, “socios” y “observadores” sin crear ciudadanos de segunda categoría dentro del club. Si encuentra el equilibrio, los BRICS podrían representar a 6 000 millones de habitantes en la próxima década.

¿Cómo responde el bloque a futuras crisis sanitarias?

La pandemia impulsó la idea de un sistema de alerta temprana coordinado y de una Asociación Médica BRICS. Esto se traduce en protocolos comunes de vigilancia epidemiológica y producción descentralizada de vacunas. La salud, junto al clima y la IA, figura entre las prioridades de la presidencia brasileña, señal de que la seguridad humana es el nuevo parámetro de poder.

BRICS, ¿hacia un orden multipolar o múltiples órdenes?

La narrativa BRICS combina pragmatismo y ambición: crear instituciones paralelas antes de descartar las heredadas, competir con el G7 sin cerrarse a alianzas puntuales, y convertir su peso demográfico en legitimidad normativa. Su éxito dependerá de tres ecuaciones: cohesión interna + innovación tecnológica + resiliencia financiera.

Si el NBD consolida un flujo estable de créditos verdes, si los sistemas de pago locales evitan choques con los mercados globales y si la expansión se maneja con gobernanza clara, el bloque no será una suma de economías emergentes, sino una arquitectura de poder capaz de moldear reglas. De fracasar, podría diluirse en un foro diplomático más.

Por ahora, la cumbre de Río cierra con una certeza: el centro de gravedad de la economía y, cada vez más, de la política mundial se inclina hacia el eje Brasil‑Yakarta‑Johannesburgo‑Nueva Delhi‑Beijing. Queda por ver si ese centro construye un orden alternativo cohesionado o un mosaico de esferas de influencia. Lo que es indiscutible es que el reloj geopolítico ya marca una hora distinta—y esa hora, para casi la mitad de la humanidad, se llama BRICS.