La tensión entre Venezuela y Estados Unidos ha entrado en una fase crítica. No se trata ya de sanciones económicas, presiones diplomáticas o declaraciones hostiles. Lo que se vive en el Caribe es un cerco de carácter militar, energético y financiero que, según Caracas y buena parte de la comunidad internacional, viola abiertamente las normas del derecho internacional y amenaza la estabilidad regional.

Washington ha adoptado decisiones que configuran un escenario de confrontación directa. Ataques letales contra pequeños botes indefensos, bloqueo naval, apropiación de activos y una narrativa que presenta a Venezuela como una amenaza global, un narcoestado, sin aportar pruebas verificables. El conflicto ha dejado de ser bilateral para convertirse en un asunto de alcance hemisférico.

De las sanciones al bloqueo naval

El punto de inflexión fue la orden del presidente Donald Trump de imponer un bloqueo total a los buques petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela. La medida, reconocida por el propio mandatario como un “bloqueo a Venezuela”, supone una restricción directa a la libre navegación marítima, uno de los principios básicos del comercio internacional.

A ello se sumó otro ataque “cinético letal” contra una supuesta narcolancha en el Pacífico, en el que murieron sus cuatro tripulantes. Washington no presentó evidencias que vincularan la embarcación con el narcotráfico. Para Caracas, el episodio refuerza la estrategia conocida de utilizar la lucha antidrogas como pretexto para justificar operaciones militares extraterritoriales.

La designación del Gobierno venezolano como “organización terrorista extranjera” completó el cuadro. Una calificación sin precedentes que, en la práctica, abre la puerta a acciones de fuerza amparadas en legislaciones internas de Estados Unidos, pero sin respaldo jurídico internacional.

Venezuela denuncia “piratería” y defiende soberanía

Desde Caracas, la respuesta ha sido frontal. El presidente Nicolás Maduro calificó las acusaciones estadounidenses de “mentira” y “fake news”, señalando que, al no poder justificar una intervención con el argumento de armas de destrucción masiva, Washington recurre a un nuevo guion, similar al aplicado en Afganistán o Libia.

El Gobierno venezolano ha denunciado actos de “piratería moderna”, incluyendo la incautación de un buque cargados con crudo venezolano, y ha reafirmado que mantendrá sus exportaciones de petróleo pese al bloqueo que considera ilegal. El mensaje es que Venezuela no reconoce legitimidad alguna en las medidas unilaterales que vulneran su soberanía y su derecho al comercio.

Rusia advierte contra el “error fatal” del cerco contra Venezuela

Moscú ha sido uno de los actores internacionales más contundentes. La Cancillería rusa denunció una “escalada ininterrumpida y deliberada” de la tensión en torno a Venezuela y alertó sobre el carácter unilateral de las decisiones estadounidenses, que amenazan la navegación marítima internacional.

La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zajárova, llamó a priorizar el diálogo y el respeto a las normas jurídicas internacionales, advirtiendo a la Administración Trump que evite cometer un “error fatal” con consecuencias imprevisibles para todo el hemisferio occidental. Rusia reafirmó su solidaridad con el pueblo venezolano y su apoyo a la defensa de la soberanía nacional, subrayando que América Latina y el Caribe deben seguir siendo una zona de paz.

La Habana también ha respaldado el llamado a respetar la soberanía venezolana y ha advertido sobre el peligro de trasladar al Caribe escenarios de confrontación militar que recuerdan los momentos más tensos de la Guerra Fría.

La ONU ante una amenaza regional

La escalada llegó también a las Naciones Unidas. Nicolás Maduro sostuvo una conversación telefónica con el secretario general António Guterres, a quien alertó sobre las amenazas explícitas de Washington, incluyendo declaraciones que afirman que los recursos naturales y el territorio venezolano “pertenecen” a Estados Unidos.

Caracas solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad y pidió al sistema de la ONU rechazar de forma categórica lo que considera expresiones de carácter colonial. Guterres, por su parte, reiteró su apego a los principios de la Carta de las Naciones Unidas y advirtió que un conflicto armado en América Latina sería estéril y devastador para el Caribe.

El Secretario General de la ONU se comprometió a monitorear la situación y a promover el diálogo como única vía para evitar una escalada bélica.

Un conflicto que trasciende a Venezuela

Lo que está en juego va más allá de un diferendo entre dos países. El cerco contra Venezuela plantea interrogantes fundamentales sobre el orden internacional, el respeto a la soberanía de los Estados y los límites del uso de la fuerza en el siglo XXI. Para muchos gobiernos, permitir que se consolide un ataque sin aval multilateral sienta un precedente peligroso.

Mientras Washington endurece su estrategia, Venezuela insiste en una diplomacia de paz frente a lo que denomina diplomacia de la barbarie. En medio, la comunidad internacional observa cómo el Caribe vuelve a convertirse en un tablero de tensiones geopolíticas, con riesgos que nadie parece dispuesto a asumir abiertamente, pero que avanzan, día a día, hacia un punto de no retorno.