La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha puesto sobre la mesa una idea que parece gustar en los pasillos de Bruselas y Frankfurt: aumentar el gasto en defensa no solo es una necesidad estratégica, sino también un motor económico. Con planes que superan los 1.3 billones de euros entre iniciativas comunitarias y nacionales, el rearme europeo se perfila como un gran negocio que promete revitalizar industrias, generar empleo y redibujar el mapa financiero del continente.
La geopolítica como catalizador del rearme europeo
La sombra de la incertidumbre se cierne sobre Europa. Desde la guerra en Ucrania hasta las tensiones en Oriente Medio, pasando por las políticas impredecibles de un Donald Trump que parece dispuesto a desentenderse de la OTAN, el Viejo Continente siente la urgencia de tomar las riendas de su seguridad.
Esta coyuntura ha llevado a líderes como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a proponer una inyección masiva de fondos: 800.000 millones de euros para un rearme europeo que no solo busca blindar fronteras, sino también dinamizar la economía.
Alemania, por su parte, no se queda atrás. Con un fondo proyectado de 500.000 millones de euros y una reforma al rígido «freno de la deuda», el país busca liderar este esfuerzo, transformando su industria y proyectándose como pilar de una Europa más autónoma. Pero, ¿qué significa esto en términos de negocio?
Rearme europeo, un banquete para la industria militar
El rearme europeo no es solo una cuestión de tanques y misiles; es un festín para las empresas del sector armamentístico. Fabricantes de drones, sistemas antimisiles y tecnología de ciberseguridad ya frotan manos ante la perspectiva de contratos multimillonarios.
La idea de compras conjuntas, impulsada por la UE, promete economías de escala que podrían reducir costes y fortalecer una industria militar europea fragmentada. Países como Polonia, que ya destina más del 4% de su PIB a defensa, y España, rezagada con apenas el 1.24%, tendrán que acelerar el paso, abriendo oportunidades para proveedores locales y multinacionales.
Además, el BCE ve en este gasto una chispa para encender sectores adormecidos. La industria manufacturera, que ha sido un lastre para la eurozona, podría encontrar un salvavidas en la producción de equipos militares. Y no solo eso: la innovación tecnológica derivada de estos proyectos podría tener aplicaciones civiles, desde avances en inteligencia artificial hasta mejoras en infraestructuras críticas.
El dinero del rearme europeo: ¿de dónde sale y a dónde va?
Financiar esta ambición no es tarea menor. La Comisión Europea ha echado mano de todas las herramientas disponibles: desde préstamos conjuntos que recuerdan al fondo post-COVID hasta la movilización de ahorros privados a través de una «Unión del Ahorro». Incluso el Banco Europeo de Inversiones (BEI), liderado por Nadia Calviño, podría convertirse en un pilar clave, canalizando fondos hacia proyectos estratégicos. Y para que los gobiernos no tiemblen ante el déficit, se propone una cláusula de escape fiscal que excluya el gasto militar de las reglas de austeridad.
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Expertos advierten que sustituir el paraguas militar de EE.UU., en caso de un abandono total de la OTAN, podría costar cientos de miles de millones más y años de preparación. Alemania, por ejemplo, necesitaría aumentar su gasto anual en defensa en unos 250.000 millones de euros para alcanzar un 3.5% del PIB, según cálculos de economistas. ¿La solución? Algunos abogan por eurobonos, una idea que genera alergia en Berlín pero que podría ser inevitable.
Oportunidades y riesgos en el horizonte
El rearme europeo no solo promete crecimiento —el BCE estima un modesto 0.9% para 2025—, sino también empleo y competitividad. Sin embargo, los riesgos acechan. Las tensiones comerciales, exacerbadas por un Trump beligerante, podrían frenar exportaciones e inversión. La inflación, que ya sube al 2.3%, podría dispararse si la demanda generada por este gasto no se gestiona con cuidado.
Aun así, el mensaje es claro: Europa está dispuesta a pagar el precio de su autonomía. Para las empresas, los inversores y los gobiernos, el negocio del rearme es una apuesta arriesgada pero potencialmente transformadora. En este juego de poder y dinero, el continente no solo busca defenderse, sino también reinventarse.