El primer abogado robot con IA, Ross Intelligence, perdió el juicio contra Thomson Reuters. Con este triunfo, la empresa británica aseguró que su base de datos jurídica Westlaw no fuera utilizada por la IA como entrenamiento. La decisión, emitida por un tribunal del Distrito de Delaware, sentó un precedente en Estados Unidos y desató un debate que trasciende las fronteras jurídicas. Además, esto fortalece la idea defendida por muchos de la necesidad de seguir contando con abogados especializados, que utilicen la IA como complemento, pero sin que la tecnología sustituya el lado humano.
La historia de Ross Intelligence, primer abogado robot
El conflicto comenzó en 2020, cuando Ross Intelligence, una startup especializada en IA para el ámbito jurídico, intentó obtener una licencia de uso de Westlaw, que le fue denegada. Decidida a continuar su proyecto, Ross recurrió a terceros para acceder a compilaciones de preguntas legales y respuestas que se construyeron a partir de notas de Westlaw. Estos documentos alimentaron su “abogado robot”, un sistema que prometía revolucionar la práctica legal al ofrecer análisis automatizados de casos judiciales.
Thomson Reuters demandó a Ross por infracción de derechos de autor. La empresa argumentó que el primer abogado de IA había utilizado sus resúmenes de sentencias y su sistema de clasificación, conocido como Key Number System, sin autorización. La empresa denunció que Ross no solo había copiado contenido protegido, sino que también amenazaba su modelo de negocio al ofrecer un servicio similar a un precio mucho menor.
El debate sobre el “uso justo” de datos
En un primer momento, el argumento de Ross se basó en la doctrina del “fair use” (uso justo), una figura jurídica en el derecho anglosajón que permite el uso limitado de contenido protegido bajo ciertas condiciones, como la crítica, el comentario o la docencia. La startup defendió que su IA estaba transformando el contenido al convertirlo en datos numéricos para analizar la relación entre términos legales. Esto justificaba su uso sin licencia.
Inicialmente, la balanza se inclinó a favor de Ross, ya que se consideró que el uso era legítimo al no afectar directamente el valor de mercado de Westlaw. Sin embargo, el juez Stephanos Bibas emitió un fallo a favor de Thomson Reuters, argumentando que el uso no era transformador y que, al replicar la funcionalidad de Westlaw, afectaba negativamente su mercado.
Creatividad y derechos de autor, claves en el veredicto contra el primer abogado robot
Uno de los puntos más controvertidos del fallo radica en la consideración de los resúmenes de Westlaw como obras creativas. Aunque las resoluciones judiciales son de libre acceso y no están protegidas por derechos de autor, el tribunal concluyó que los resúmenes que sintetizan y explican puntos clave de derecho sí lo están, ya que implican un juicio editorial y una “chispa creativa”.
El juez comparó esta labor con la de un escultor que da forma a una obra a partir de un bloque de mármol. Bajo esta premisa, el tribunal dictaminó que la copia de estos resúmenes constituía una violación directa de derechos de autor. De esta forma descartó la defensa de Ross de que su infracción había sido “inadvertida” o sin intención de dañar.
Impacto en la industria de IA
La sentencia no solo marcó una victoria legal para Thomson Reuters, sino que también selló el destino de Ross Intelligence. Incapaz de afrontar los costos judiciales, la startup cerró sus operaciones en diciembre de 2020. Además, perdió el acceso a nuevas rondas de financiación y dejó un vacío en el campo de la IA jurídica.
El futuro legal de la IA
Esta sentencia es solo el primer capítulo de lo que promete ser un debate continuo sobre el equilibrio entre innovación y protección de derechos de autor. Mientras que algunos defienden la necesidad de restringir el uso de contenido protegido para proteger el trabajo creativo, otros argumentan que limitar el acceso a datos, como le sucedió al primer abogado de IA, obstaculiza el desarrollo.
El fallo de Delaware marca un hito, pero también plantea preguntas críticas sobre el futuro de la IA y su relación con la propiedad intelectual. La batalla legal continúa, y sus implicaciones podrían redefinir el panorama digital global.