El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva anunció una polémica reforma impositiva en las Operaciones Financieras (IOF), que pasaron del 1,1% al 3,5% en ciertas transacciones. La decisión, presentada como un paso para aumentar la recaudación fiscal, provocó una reacción inmediata y feroz en los mercados financieros: el real se depreció más del 1% y el índice bursátil EWZ, que agrupa acciones brasileñas en Wall Street, cayó más del 3%.
El incremento del IOF afecta créditos empresariales, remesas internacionales, compras con tarjetas en el exterior y depósitos elevados en fondos de pensiones. Además, obliga a los inversores extranjeros a pagar el tributo si retiran capital del país. El objetivo declarado por el Ministerio de Hacienda es ambicioso: recaudar más de 10.800 millones de dólares antes de 2026. Pero el costo político y económico de la reforma impositiva ya parece superar el beneficio esperado.
Inseguridad jurídica y descoordinación política detrás de la reforma impositiva
Las alarmas se encendieron no solo en los mercados, sino también en los pasillos del poder. Horas después del anuncio, el presidente Lula convocó una reunión de emergencia con varios ministros. El resultado fue un primer paso atrás: se anuló el aumento del IOF sobre inversiones de fondos nacionales en el exterior. El ministro de Hacienda, Fernando Haddad, justificó la corrección como una “necesidad técnica” para evitar “especulaciones”.
Pero la descoordinación interna por la reforma impositiva quedó en evidencia. Técnicos del Ministerio afirmaron que el Banco Central estaba al tanto de la medida; su presidente, Gabriel Galípolo, lo negó públicamente. Además, expresó su oposición al uso del IOF como herramienta de recaudación, por su impacto negativo en la política cambiaria y la confianza del mercado.
El verdadero problema detrás de la reforma impositiva: el gasto público
La reforma impositiva aparece en un contexto fiscal crítico: el déficit primario de Brasil en 2025 supera los 17.000 millones de dólares, y algunos cálculos lo elevan al 1% del PIB cuando se incluyen gastos no contemplados, como el programa de becas Pé de meia. Según el economista Marcos Mendes, Brasil necesitaría un ajuste de casi 80.000 millones de dólares para alcanzar un superávit del 2% del PIB. Pero en lugar de reducir el gasto estructural, el gobierno optó por aumentar los ingresos a través de impuestos.
Paradójicamente, en la misma semana del aumento impositivo, el gobierno anunció una ampliación de subsidios eléctricos para 60 millones de brasileños. La medida, percibida como electoralista, transfiere el costo a la clase media y a la industria, que ya carga con el nuevo IOF.
Impacto de la reforma impositiva sobre empresas, clase media y economía real
Los sectores más golpeados por esta política son precisamente los que el gobierno prometió proteger: las micro y pequeñas empresas y los consumidores de clase media. La Unión Nacional de Entidades de Comercio y Servicios (UNECS) denunció que el nuevo IOF encarece el crédito a corto plazo, vital para la supervivencia de pequeños negocios. Según FecomercioSP, 7,2 millones de empresas están en mora y las solicitudes de recuperación judicial crecieron un 61,8% en 2024.
En paralelo, más de 75 millones de brasileños están endeudados, y los nuevos impuestos solo profundizan esta crisis de consumo y acceso al crédito. A nivel internacional, los analistas temen que Brasil se aísle del capital extranjero, contradiciendo compromisos con la OCDE y el FMI que exigían reducir el IOF de aquí a 2029.
¿Hacia dónde va Lula?
A pesar del descontento creciente y del deterioro de su imagen pública, Lula reafirmó ante su partido que buscará la reelección en 2026. Con un discurso que mezcla medidas populistas con una pesada carga fiscal, el mandatario parece apostar a mantener el apoyo de los sectores más vulnerables, mientras transfiere los costos a quienes más consumen, invierten o emprenden.
Brasil enfrenta una encrucijada: sin reformas estructurales reales y con una presión fiscal en aumento, la confianza de los inversores —y de los propios brasileños— pende de un hilo. El IOF puede ser solo el síntoma de un problema mucho más profundo: un modelo económico que parece repetir errores del pasado.