En el mapa cada vez más turbulento de la política latinoamericana, Fernando Cerimedo aparece como una figura incómoda, influyente y profundamente polémica. No ocupa cargos públicos ni encabeza partidos, pero su huella se percibe en campañas electorales, disputas postelectorales y batallas digitales que han redefinido la forma de hacer política en la región.

Cerimedo se mueve en una zona gris donde confluyen marketing político, activismo digital, medios de comunicación y poder real. Para sus aliados, es un estratega brillante. Para sus críticos, un operador que empuja los límites de la democracia representativa. Ambas miradas conviven y explican por qué su nombre genera tanto ruido.

Del marketing a la política dura

De origen argentino, Fernando Cerimedo fundó la agencia Numen Publicidad, especializada en comunicación política y campañas digitales. Desde allí construyó una estructura regional capaz de operar en varios países al mismo tiempo, adaptando narrativas locales a la polarización, emocionalidad y presencia constante en redes sociales.

Su perfil no es el del consultor clásico que trabaja en la sombra. Cerimedo entiende la política como un escenario en tiempo real, donde la disputa por el relato es tan importante como el conteo de votos. Esa lógica lo llevó a convertirse también en copropietario de La Derecha Diario, un portal que amplifica discursos conservadores y ultraliberales con fuerte visibilidad en redes.

El salto definitivo a la escena regional llegó con su participación en la campaña presidencial de Javier Milei. Cerimedo fue parte del engranaje digital que ayudó a transformar a un economista disruptivo en un fenómeno político de masas. Desde la estética hasta los símbolos, su influencia quedó asociada a una comunicación agresiva, directa y viral.

Antes, ya había trabajado en Brasil junto al entorno de Jair Bolsonaro. Allí su nombre quedó ligado a una de las experiencias más controvertidas de la política digital regional como fue la instalación sistemática de dudas sobre el sistema electoral y la legitimidad de los resultados.

En ese contexto, la Policía Federal brasileña lo investigó por su presunta participación en una red coordinada de difusión de narrativas de fraude tras la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva. No fue imputado ni condenado, pero el caso consolidó su reputación como operador de alto riesgo político.

Honduras y la frontera de la soberanía electoral

Este año, Cerimedo volvió a colocarse en el centro de la escena, esta vez en Honduras. El Partido Nacional de Honduras lo contrató como asesor para las elecciones generales. En medio de una tensa etapa postelectoral, Cerimedo intervino públicamente, cuestionó al órgano electoral y aseguró que su candidato tenía una ventaja irreversible.

Sus declaraciones, dirigidas incluso a la presidenta del Consejo Nacional Electoral, abrieron un debate incómodo sobre la intromisión de consultores extranjeros en procesos soberanos. Legisladores y actores políticos hondureños lo acusaron de extralimitarse, mientras él defendía su derecho a exigir transparencia en el conteo.

En Argentina, su nombre también aparece vinculado a la investigación por presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Cerimedo declaró como testigo y confirmó relatos que comprometen a figuras del entorno presidencial, entre ellas Karina Milei.

Su testimonio no lo coloca como acusado, pero sí como un actor con acceso privilegiado a información sensible del poder. Esa cercanía refuerza la percepción de que Cerimedo opera en una zona donde la comunicación política y las internas del Estado se superponen peligrosamente.

El trumpismo como matriz ideológica de Fernando Cerimedo

Cerimedo se ha posicionado como uno de los hombres del trumpismo en América Latina. El propio Cerimedo ha reconocido su cercanía con el universo MAGA y su relación con Donald Trump y su exjefe de campaña Brad Parscale.

Sus defensores lo ven como un innovador. Sus críticos, como una amenaza para la institucionalidad democrática. Lo cierto es que su influencia crece y su nombre aparece cada vez que una elección se vuelve disputada, tensa o directamente incendiaria.