Dos propuestas de economías se enfrentan en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Kamala Harris, actual vicepresidenta, y Donald Trump, exmandatario, representan enfoques diametralmente opuestos en la forma de manejar la economía más grande del mundo. Con la creciente preocupación de los estadounidenses por la inflación, el costo de la vida y el futuro de la clase media, sus propuestas tendrán un impacto directo en el bienestar económico del país.
Dos enfoques de economías, un mismo objetivo
Tanto Harris como Trump coinciden en que el gobierno federal debe jugar un papel crucial para garantizar una economía próspera. Sin embargo, discrepan profundamente en cuanto a cómo y cuándo debería intervenir el Estado. Mientras Harris aboga por una intervención agresiva y progresista que prioriza a la clase media y a los trabajadores, Trump se enfoca en reducir impuestos y desregular mercados para estimular el crecimiento desde el sector privado.
La visión progresista de Kamala Harris
Harris defiende una economía más equitativa, en la que el gobierno actúe para corregir las distorsiones del mercado privado. Propone subir impuestos a las grandes corporaciones y a las personas con ingresos más altos, utilizando esos recursos para financiar programas sociales que beneficien a la clase media y a los trabajadores de bajos ingresos.
Entre sus propuestas clave se destaca un plan de ayudas para la adquisición de la primera vivienda, donde cada comprador podría recibir hasta 25.000 dólares en apoyo inicial. Además, Harris planea reinstaurar el crédito tributario por hijos, que fue un pilar fundamental durante la pandemia, con el fin de brindar alivio económico a las familias trabajadoras. Su estrategia se centra en atacar directamente los costos elevados en áreas críticas como la vivienda, la atención médica y los medicamentos.
Pero su visión va más allá del apoyo directo a los ciudadanos. Harris busca también incentivar la competencia en sectores estratégicos como las energías limpias, ofreciendo exenciones fiscales a empresas que ayuden a combatir el cambio climático mediante tecnologías verdes y construcción de viviendas asequibles. Su enfoque en la inversión en infraestructura tiene como objetivo crear empleo y mejorar los salarios, además de reducir las disparidades sociales a través del acceso a servicios esenciales como la educación y la salud.
Donald Trump: el retorno de «America First»
Por su parte, Donald Trump propone un camino completamente diferente. Siguiendo el legado de su mandato anterior, Trump se compromete a continuar con su política de recortes fiscales, especialmente para las grandes corporaciones y la clase alta. El exmandatario ve en la desregulación de la economía y la reducción de impuestos los motores fundamentales para incentivar la inversión, aumentar la competitividad y garantizar el crecimiento económico.
Un pilar central de su propuesta de economías es la imposición de aranceles a productos importados, una estrategia con la que busca proteger la industria estadounidense, particularmente en sectores como la automoción y la energía. Trump ha propuesto aranceles de hasta el 60% para productos provenientes de China y un 10% para las importaciones en general, en un esfuerzo por recuperar empleos y fortalecer la base industrial del país.
En cuanto a la política energética, Trump se inclina hacia la defensa de las energías tradicionales, como el petróleo y el gas, rechazando los subsidios a las energías renovables y favoreciendo el «fracking» y otras técnicas de extracción. Su objetivo es garantizar la independencia energética de Estados Unidos, reducir su dependencia del petróleo extranjero y mantener los costos energéticos bajos para los consumidores.
Propuestas fiscales de economías: ¿quién pagará la cuenta?
Una de las principales diferencias entre los dos candidatos radica en su enfoque fiscal. Kamala Harris busca aumentar los impuestos para los más ricos y las grandes empresas, con el fin de financiar programas sociales que ayuden a reducir la desigualdad. Bajo su plan, las tasas impositivas sobre las ganancias de capital y los ingresos altos aumentarían significativamente, destinando esos recursos a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos más vulnerables.
Por el contrario, Trump apuesta por una extensión de los recortes fiscales que implementó durante su presidencia. Su plan incluye reducir la tasa impositiva corporativa del 21% al 15%, manteniendo los impuestos para las personas en niveles bajos. Esta política, que beneficia a las grandes corporaciones y a los más ricos, tiene como objetivo atraer más inversión y aumentar la creación de empleo en sectores clave de la economía.
Ambas estrategias tienen implicaciones a largo plazo en la deuda pública. Según estimaciones, las propuestas de Trump aumentarían la deuda en 5.8 billones de dólares durante la próxima década, mientras que las de Harris sumarían 1.2 billones. Esto plantea la pregunta: ¿quién pagará la cuenta de estas ambiciosas políticas?
El impacto en los sectores productivos
El enfoque económico de Harris, con su énfasis en las energías renovables y la infraestructura, beneficiaría a sectores como la tecnología, la construcción y los cuidados médicos. Las empresas relacionadas con la energía verde y la producción de vehículos eléctricos podrían ver un aumento significativo en las inversiones públicas, generando nuevos empleos en áreas relacionadas con la sostenibilidad y la transición energética.
En cambio, una victoria de Trump favorecería a las industrias más tradicionales, como el petróleo, el gas y la manufactura. Su política de reducción de regulaciones y apoyo a los combustibles fósiles mantendría en pie a las empresas de energía convencional, mientras que sus planes para incentivar la producción nacional podrían revitalizar sectores industriales clave.
¿Qué futuro espera a la clase media?
La clase media estadounidense se encuentra en el centro del debate de economías. Harris propone fortalecerla a través de inversiones en vivienda, salud y educación, mientras que Trump apuesta por un enfoque más indirecto, buscando que la reducción de impuestos y la desregulación beneficien a los trabajadores a través de la creación de empleo y el aumento de los salarios.
Ambos candidatos se enfrentan al desafío de convencer a un electorado que, aunque ha visto mejoras económicas en los últimos años, sigue preocupado por la inflación, el costo de vida y el futuro de la economía. La elección entre estas dos visiones será crucial para determinar el rumbo que tomará Estados Unidos en la próxima década.