Mientras el mundo condena las tragedias humanitarias y exige un alto al fuego en Gaza, Israel exhibe un fenómeno sin precedentes: prosperidad económica en medio del conflicto. A contracorriente del estancamiento global, su mercado financiero se ha disparado, liderado por sectores estratégicos que se nutren, paradójicamente, de la guerra misma.
La guerra como impulso bursátil
A partir del estallido del conflicto en Gaza en octubre de 2023, los mercados esperaban un desplome. En cambio, ocurrió lo opuesto: el índice TA-125 se disparó un 46% hasta mediados de 2025, superando incluso al S&P 500. El shekel, fortalecido, alcanzó su mejor rendimiento en dos décadas. En la narrativa financiera global, Tel Aviv pasó de zona de riesgo a refugio rentable.
Los inversores, tanto locales como internacionales, parecen haber reinterpretado el conflicto: ya no es una amenaza para la estabilidad económica, sino una garantía de crecimiento sostenido. Las caídas iniciales en los mercados fueron vistas como oportunidades de compra. En Israel, la guerra dejó de ser un cisne negro y pasó a ser parte del modelo de negocio.
Bancos, armas y algoritmos
Tres pilares sostienen este auge. El primero es el sector bancario, beneficiado por tasas de interés elevadas que han impulsado sus márgenes y bonos de guerra. Acciones que suben un 30%, beneficios históricos y una base inversora que no huye, sino que redobla la apuesta.
El segundo es la industria armamentística. Mientras organismos internacionales debaten sobre crímenes de guerra, las exportaciones militares israelíes baten récords. Escudos antimisiles que interceptan proyectiles en tiempo real se convierten en vitrinas de venta. Cada ataque repelido se transforma en argumento de marketing.
El tercer eje es la tecnología. En seis meses, startups israelíes han levantado más de 9,000 millones de dólares. La inteligencia artificial y la ciberseguridad florecen en condiciones de prueba extremas. En lugar de ahuyentar al capital, la guerra ha convertido a Israel en un laboratorio de innovación con sangre real.
Capitalismo blindado
La clave no solo está en los sectores ganadores, sino en una cultura económica endurecida. Los inversores israelíes, moldeados por décadas de conflicto, han desarrollado una visión de largo plazo que asume la guerra como parte del ciclo. No venden en pánico; acumulan con estrategia.
A esta resiliencia estructural se suma una economía diversificada, con un desempleo de apenas 3% y una inflación en retroceso. Los acuerdos de alto el fuego y la destrucción de amenazas regionales reconfiguran el mapa: Israel no es solo un actor militar dominante, sino un polo de “estabilidad estratégica” a ojos de Wall Street.
La paradoja de la rentabilidad moral
Los indicadores económicos no lloran a los muertos. La bolsa de Tel Aviv no se detiene por los bombardeos en Gaza. Mientras en organismos internacionales se discute sobre el continuado genocidio, los mercados aplauden la eficacia militar, el blindaje financiero y la rentabilidad del conflicto. Así de mal anda el mundo.
Israel ha convertido el arte de la guerra en motor económico. La pregunta no es si su modelo es ético, sino hasta qué punto la rentabilidad puede anestesiar la indignación global. El genocidio, para los mercados, parece haberse vuelto una externalidad manejable.