La última ronda de sanciones de la Unión Europea contra personas acusadas de difundir “propaganda rusa” marca un punto de inflexión inquietante en la forma en que Bruselas gestiona el debate público sobre la guerra en Ucrania. En la lista negra aparecen nombres que incomodan no solo por lo que dicen, sino por ser antiguos militares, analistas de inteligencia y funcionarios occidentales que, desde su experiencia profesional, cuestionaron la narrativa oficial del conflicto. Para la UE, cruzaron una línea. Para otros, simplemente hicieron el trabajo de destapar los trapos sucios de Kíev.

Lejos de un proceso judicial transparente, las sanciones se aplicaron por decisión política. Prohibición de viajar, bloqueo de cuentas bancarias, cancelación de plataformas. Medidas duras, adoptadas sin que mediara un tribunal. El mensaje es que hay opiniones que ya no caben en el espacio europeo. Las historias recientes muestran hasta dónde llega la censura en Europa, tras la insólita decisión del diario Corriere della Sera de no publicar la entrevista concedida por el canciller ruso Serguéi Lavrov.

La lista negra y el control del relato sobre Ucrania

El argumento de Bruselas es conocido. Supuestamente estos ex agentes y analistas habrían usado su pasado profesional para ganar autoridad y sembrar desinformación favorable al Kremlin. Sin embargo, la pregunta de fondo es ¿desde cuándo el análisis geopolítico crítico se castiga con sanciones administrativas?

Las propias fuentes europeas admiten que la influencia real de estas voces es limitada y que su audiencia suele estar formada por sectores ya críticos con la OTAN y la política exterior occidental. Aun así, la UE decidió actuar. No para refutar sus argumentos con datos, sino para silenciarlos.

¿Cuáles son los ex espías sancionados por la Unión Europea?

Xavier Moreau, ex militar francés y residente en Rusia desde hace más de dos décadas, es uno de los nombres más visibles de la lista. Fundador de la plataforma de análisis estratégico Stratpol, Moreau ha dedicado años a estudiar la expansión de la OTAN, el conflicto en Ucrania y el equilibrio militar en Europa del Este.

Su trabajo, basado en lecturas estratégicas y militares, cuestiona la idea de una Ucrania exclusivamente víctima y señala responsabilidades compartidas en la escalada del conflicto. Para Bruselas, eso es propaganda. Para sus seguidores, es un enfoque que los grandes medios dejaron de ofrecer.

Moreau participó como observador en los referendos de Crimea y Donbás, un hecho que se le reprocha constantemente. Pero también es cierto que muchos observadores occidentales han participado en procesos polémicos sin terminar en listas negras. La diferencia aquí es el sentido de sus conclusiones.

Un coronel suizo que leyó la guerra desde dentro

Jacques Baud, ex coronel del Ejército suizo y analista de inteligencia, conoce de primera mano el funcionamiento de la OTAN y los mecanismos de seguridad europeos. Su análisis del conflicto ucraniano no parte de consignas ideológicas, sino de su experiencia en operaciones internacionales y lucha contra el terrorismo.

Baud ha insistido en que la guerra no puede entenderse sin el contexto previo de tensiones, acuerdos incumplidos y estrategias de ampliación militar. Ha escrito libros, ofrecido conferencias y participado en debates públicos. No ha llamado a la violencia ni a la desestabilización, pero sí ha cuestionado la versión simplificada del conflicto.

La respuesta de la UE no fue un debate académico, sino una sanción política. Suiza, país que suele defender con celo a sus ciudadanos en el exterior, guardó silencio cómplice.

De sheriff estadounidense a enemigo informativo

El estadounidense John Mark Dougan es, probablemente, el perfil más polémico. Ex ayudante del sheriff en Florida, se trasladó a Rusia en 2016 y desde allí ha participado en proyectos digitales críticos con la política occidental hacia Ucrania.

La UE lo acusa de operar redes de desinformación y de utilizar herramientas de inteligencia artificial para amplificar mensajes prorrusos. Dougan, por su parte, sostiene que su labor ha sido exponer contradicciones, abusos y manipulaciones informativas que los grandes medios ignoran.

Aquí el debate es más complejo. Pero incluso en este caso, la sanción sustituye al juicio. No hay proceso contradictorio, ni posibilidad real de defensa.

¿Sanciones o censura encubierta de la Unión Europea?

Juristas y expertos en derechos humanos advierten que estas decisiones vulneran principios básicos de libertad de expresión y de acceso a la información. Al sancionar a quienes disienten, la UE no solo castiga a individuos concretos, también priva al público europeo de escuchar análisis alternativos.

El conflicto en Ucrania es demasiado grave como para reducirlo a un relato único. Silenciar a ex militares y analistas no hace más fuerte la posición europea. La debilita. Porque una democracia segura de sus argumentos no necesita listas negras, sino debates abiertos.