Durante décadas, la energía nuclear estuvo asociada a grandes centrales, inversiones multimillonarias y debates políticos interminables. Ese paradigma empieza a resquebrajarse. Los reactores modulares pequeños —conocidos como SMR por sus siglas en inglés— avanzan desde los planos y prototipos hacia una etapa precomercial que promete alterar el equilibrio energético mundial en menos de una década.

Los SMR condensan una idea simple pero disruptiva: producir energía nuclear con reactores mucho más pequeños, fabricados en serie, con sistemas de seguridad pasivos y costos iniciales sensiblemente inferiores a los de una central convencional. Frente a los 1.000 megavatios habituales de una planta tradicional, estos reactores operan en un rango que va de los 70 a los 300 megavatios. Menos potencia individual, sí, pero mayor flexibilidad, menor riesgo financiero y nuevas aplicaciones industriales.

Mini reactores nucleares, una tecnología que cambia las reglas del juego

El atractivo de los SMR no reside solo en su tamaño. La clave está en su diseño. Al ser modulares, muchos de sus componentes se construyen en fábrica y se ensamblan en el sitio definitivo. Esto reduce tiempos de obra, imprevistos y sobrecostes, uno de los grandes talones de Aquiles de la industria nuclear tradicional.

Además, incorporan sistemas de seguridad intrínseca. En lugar de depender de la intervención humana o de sistemas activos complejos, estos reactores están diseñados para apagarse automáticamente ante cualquier anomalía física. La reacción nuclear se detiene sola si no se dan las condiciones adecuadas. Es un cambio conceptual profundo que busca cerrar, de raíz, el temor social al accidente nuclear.

China y Rusia toman la delantera en la construcción de mini reactores nucleares

China y Rusia lideran la carrera tecnológica de los mini reactores nucleares. Pekín avanza hacia la puesta en marcha del Linglong-1, su primer SMR comercial, desarrollado por la China National Nuclear Corporation. Con 125 megavatios de potencia, el reactor está pensado no solo para generar electricidad, sino también para desalinizar agua de mar, producir vapor industrial y abastecer zonas con redes eléctricas limitadas.

Rusia, por su parte, juega con una ventaja estratégica por tener décadas de experiencia en reactores compactos para usos navales. Su modelo RITM-200, desarrollado por Rosatom, ya funciona en rompehielos nucleares y ahora da el salto a aplicaciones civiles, tanto en plantas terrestres como flotantes. Moscú ve en los SMR una herramienta energética y geopolítica para regiones remotas y países aliados.

Tras años de liderazgo nuclear histórico, Estados Unidos reaccionó tarde, pero ahora pisa el acelerador. El diseño de NuScale Power es, hasta ahora, el único SMR certificado por el regulador nuclear estadounidense. Su reactor de agua presurizada, de 77 megavatios, apunta a los gigantes tecnológicos y los centros de datos que alimentan la inteligencia artificial y el universo cripto.

En paralelo, empresas como Oklo Inc. avanzan con diseños más disruptivos. Su reactor Aurora, refrigerado por sodio y basado en tecnología experimental probada en Idaho durante décadas, ya inició su construcción bajo el paraguas del Departamento de Energía.

Europa, entre la ambición y la renuncia a los mini reactores nucleares

El mapa europeo es desigual. Francia, bajo el impulso del plan “France 2030”, apuesta fuerte por los SMR como complemento de su parque nuclear histórico. En el extremo opuesto, España decidió cerrar progresivamente sus centrales y mantenerse al margen de esta nueva ola tecnológica. Una decisión que, según expertos del sector, no solo es energética, sino industrial y estratégica. Renunciar a los SMR implica también quedar fuera de una cadena de valor que promete crecer durante las próximas décadas.

La expansión de los mini reactores nucleares no es solo una cuestión tecnológica. Es una disputa por influencia, autonomía energética y liderazgo industrial. Mientras algunos países apuestan por dominar esta nueva generación nuclear, otros observan desde la barrera. La ventana de oportunidad está abierta, pero no lo estará para siempre.