En un mundo globalizado, donde el comercio impulsa el progreso, los aranceles de Trump han desatado un torbellino de incertidumbre. Desde su regreso a la Casa Blanca, el presidente ha apostado por alzas arancelarias para corregir el déficit comercial de EE.UU. Sin embargo, este enfoque ignora la complejidad de la economía moderna y amenaza con dañar más de lo que repara.

La trampa del déficit comercial que no corrige los aranceles de Trump

El déficit comercial estadounidense, lejos de ser un capricho pasajero, es un rasgo estructural de su economía. EE.UU. importa bienes porque resulta más eficiente y económico que producirlos localmente. Este fenómeno no se resuelve con medidas de corto plazo como los aranceles de Trump. Forzar un cambio en la balanza comercial implicaría alterar la esencia misma de la economía americana, algo que ni Trump ni sus políticas pueden lograr sin costos significativos.

Servicios y capital, los verdaderos pilares

Mientras el déficit en bienes persiste, EE.UU. brilla en la exportación de servicios de alto valor, liderados por gigantes como Google, Microsoft y Amazon. Este superávit, junto con la emisión de activos financieros como los Treasuries, financia las importaciones. Intentar reducir el déficit comercial sin considerar estas dinámicas es como tratar de apagar un incendio con gasolina: inútil y peligroso.

El comercio como motor del progreso

El comercio internacional no es un juego de suma cero. Cuando un país exporta, otro importa, y ambos ganan. Este principio ha impulsado el crecimiento económico global, con el comercio representando hasta el 20% del PIB en economías avanzadas. Reducirlo mediante aranceles de Trump no solo frena la productividad, sino que también erosiona la competitividad de las naciones.

El déficit comercial de EE.UU. refleja una economía que consume más de lo que ahorra. Con una tasa de ahorro del 16-18% del PIB frente a una inversión del 20-21%, el país gasta más allá de su producción. En contraste, China, con un ahorro del 43-44%, mantiene un superávit. Los aranceles de Trump no cambiarán estas dinámicas estructurales, pues no alteran los hábitos de consumo ni las decisiones de inversión.

Los aranceles de Trump, un arma de doble filo

Los aranceles de Trump pueden beneficiar sectores específicos, pero a costa de dañar otros. Si EE.UU. encarece los productos extranjeros, sus socios comerciales responderán, afectando las exportaciones americanas. El resultado es un equilibrio precario que no resuelve el déficit y genera tensiones comerciales globales.

La obsesión proteccionista de Trump recuerda episodios oscuros, como el proteccionismo previo a la Gran Depresión. Las guerras comerciales no solo fracasan en corregir desequilibrios, sino que alimentan inestabilidad. Las bolsas ya sienten el impacto, aunque la resiliencia económica ha evitado un colapso inmediato.

Un futuro incierto

Más allá de la economía, los aranceles de Trump desafían el orden liberal que EE.UU. ayudó a construir. Al normalizar el caos, fortalecen a regímenes autoritarios que celebran la debilidad del liderazgo americano. La ciudadanía y las instituciones democráticas enfrentan ahora el reto de frenar esta deriva.