Robert Prevost, ahora conocido como León XIV, asume el liderazgo de la Iglesia católica en un momento tan simbólico como crítico. Su biografía misionera y su doble identidad —estadounidense de nacimiento, peruano por vocación— proyectan una imagen de Iglesia abierta y dialogante. Pero la silla de San Pedro no solo viene acompañada de desafíos espirituales: el nuevo pontífice deberá enfrentar un Vaticano en crisis económica sin precedentes.
Un Vaticano en números rojos
Durante los últimos años del papado de Francisco, el Vaticano ha experimentado una peligrosa erosión financiera. El déficit anual consolidado ronda los 70 a 87 millones de euros, y el histórico Óbolo de San Pedro —una de las principales vías de donación para el Vaticano— ha caído en picada: de 319 millones en 2015 a apenas 103 millones en 2023. Solo en 2024, las donaciones globales fueron de 48 millones de euros, con una caída de casi el 40% en cinco años.
Este escenario se explica por múltiples factores: desconfianza en la gestión de recursos, la pandemia, escándalos financieros como el del edificio en Londres, y una creciente disconformidad de sectores conservadores con el rumbo pastoral de Francisco.
La caída de los donantes clave agrava situación de Vaticano en crisis
Estados Unidos, que históricamente representaba el 28% de las donaciones diocesanas, ha reducido drásticamente sus aportes. Fundaciones influyentes como Legatus y Papal Foundation expresaron abiertamente su malestar con la línea reformista de Francisco. En algunos casos, llegaron incluso a suspender temporalmente sus donaciones, exigiendo mayor transparencia y claridad en el uso de los fondos.
Este descontento no fue solo económico: fue ideológico. Grupos conservadores en EE. UU., Alemania y otras regiones no solo cuestionaron el uso del dinero, sino la dirección espiritual y doctrinal de la Iglesia.
La reforma económica: una promesa a medio cumplir
Francisco intentó, desde 2013, modernizar la estructura financiera vaticana: cerró cuentas sospechosas del IOR, creó la Secretaría de Economía, recortó sueldos en la Curia y trasladó fondos clave a la APSA. Sin embargo, estas medidas fueron percibidas como insuficientes o mal implementadas. La creación de comisiones —como la más reciente para atraer donaciones— evidenció más la urgencia que la solución.
Vaticano en crisis: fuentes de ingreso en jaque
Una parte fundamental del problema radica en el sistema de pensiones del Vaticano. Con un déficit proyectado de más de 600 millones de euros y un personal envejecido, el fondo no garantiza estabilidad a largo plazo.
Por otro lado, los ingresos de los Museos Vaticanos —unos 600 millones anuales en actividad— se desplomaron durante la pandemia. Y aunque el Vaticano posee 5.000 inmuebles solo en Roma y 500 en París, sus beneficios finales no alcanzan para compensar la caída de donaciones.
Un reto monumental para León XIV
En este contexto, León XIV llega con una imagen de renovación, cercanía y experiencia pastoral en América Latina. Pero su gran prueba no estará solo en la prédica o en la diplomacia eclesial, sino en su capacidad para sanear las cuentas vaticanas y recuperar la confianza de donantes, diócesis y fieles.
No se trata solo de números: está en juego la sostenibilidad de la misión global de la Iglesia. El nuevo Papa deberá decidir si profundiza las reformas económicas, las reorienta o rompe con el modelo anterior.
¿Una nueva esperanza para salir del Vaticano en crisis?
León XIV ha mostrado, desde su primer discurso, voluntad de diálogo y apertura. Pero también ha dejado claro que la evangelización será el centro de su pontificado. Si logra conectar esa visión pastoral con una gestión financiera eficaz, podría marcar el inicio de una nueva etapa.
Una etapa en la que el Vaticano no solo predique austeridad, sino que la practique con solvencia. Y que la Iglesia, desde Roma hasta los confines del mundo, tenga los medios para sostener su labor espiritual y social sin depender de inciertas limosnas.