El presidente estadounidense Donald Trump ha desatado una guerra comercial al imponer aranceles del 25% a México y Canadá, y del 10% a China, mediante una orden ejecutiva firmada desde su residencia en Mar-a-Lago. Según la Casa Blanca, esta decisión busca frenar el flujo de migrantes ilegales y el tráfico de drogas como el fentanilo, que según Trump «inundan» Estados Unidos. Sin embargo, la medida ha sido calificada como un «torpedo» al Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), pilar de la integración económica regional desde hace tres décadas.
Trump justificó los aranceles bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA), un mecanismo que le permite actuar sin aprobación del Congreso. «Proteger a los estadounidenses es mi deber», declaró en Truth Social, ignorando las advertencias de economistas sobre el riesgo de inflación y desempleo. Para el mandatario, los aranceles no solo fortalecerán la seguridad nacional, sino que «repatriarán» industrias estratégicas, como la farmacéutica, al suelo estadounidense.
Respuestas inmediatas a la guerra comercial
La reacción de los socios comerciales de EE.UU. fue rápida y contundente. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, rechazó las acusaciones de complicidad con carteles de drogas y anunció medidas arancelarias y no arancelarias en defensa de su economía. «No es con imposiciones, sino con diálogo, como se resuelven los problemas», afirmó, destacando que México ha incautado 40 toneladas de drogas en los últimos meses. Además, criticó la venta de armas estadounidenses a grupos criminales, un contrapunto mordaz a las afirmaciones de Trump.
Canadá, por su parte, respondió con aranceles del 25% sobre productos estadounidenses valorados en US$100.000 millones. Justin Trudeau, primer ministro canadiense, calificó la guerra comercial de Trump como «injustificada», señalando que menos del 1% del fentanilo en EE.UU. proviene de su país. «Esta no es la manera de cooperar», subrayó, mientras preparaba una escalada gradual de represalias para minimizar el impacto en empresas locales.
China entra al tablero: la OMC como campo de batalla
China, blanco de un arancel del 10% en la guerra comercial, no se quedó atrás. El gobierno de Pekín anunció que recurrirá a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y aplicará «contramedidas proporcionales», acusando a EE.UU. de violar normas internacionales. Esta estrategia refleja un patrón visto en disputas anteriores, donde el gigante asiático combina acciones legales con presión económica. Analistas advierten que una escalada con China podría extenderse a sectores tecnológicos o de materias primas, ampliando el alcance de la guerra comercial.
Impacto económico en México de la guerra comercial
México enfrenta el mayor riesgo. Con el 80% de sus exportaciones destinadas a EE.UU., sectores como el automotriz, electrónico y agroindustrial (incluidos los emblemáticos aguacates) están en la mira. Un arancel del 25% podría empujar al país a una recesión, con pérdidas de empleos, caída de inversiones y depreciación del peso, consideraron expertos locales.
Las pequeñas y medianas empresas, que dependen de cadenas de suministro transfronterizas, serían las primeras en colapsar. Por ejemplo, la industria automotriz, que representa el 46% de las exportaciones mexicanas a EE.UU., vería encarecerse cada componente que cruza la frontera, afectando a fabricantes en ambos lados.
Inflación en EE.UU., el costo oculto de la guerra comercial
Mientras Trump insiste en que los aranceles «enriquecerán a los estadounidenses», economistas como Kimberly Clausing, de la Universidad de California, señalan lo contrario: «Los consumidores pagarán más por autos, electrónicos y hasta cervezas». El encarecimiento de insumos mexicanos y canadienses, como el acero o el aguacate, podría elevar la inflación en EE.UU., que ya ronda el 4%. Sectores como la energía también sufren: el crudo canadiense, vital para las refinerías estadounidenses, ahora tendrá un arancel del 10%, presionando al alza los precios de la gasolina.
El T-MEC en la mira
El tratado que reemplazó al TLCAN en 2020 está bajo amenaza. Los aranceles contradicen su espíritu de cooperación y podrían desincentivar inversiones en manufactura regional. La incertidumbre también afecta el «Plan México» de Sheinbaum, que busca atraer inversiones en energías renovables y tecnología.
La volatilidad financiera ya se hizo sentir. Tras el anuncio, el peso mexicano y el dólar canadiense cayeron frente al dólar estadounidense, mientras los bonos del Tesoro subieron. En Wall Street, las acciones de empresas expuestas a comercio internacional cerraron a la baja.
Si los aranceles se mantienen, el FMI estima que el PIB global podría contraerse un 0.5% en 2026. Países no directamente involucrados, como Alemania o Japón, sufrirían por la interrupción de cadenas de suministro y la reducción del consumo en EE.UU.
¿Hacia una guerra comercial total?
Aunque Trump insiste en que los aranceles son «temporales», su historial sugiere lo contrario. En 2018, sus medidas contra China duraron años y afectaron a miles de empresas. Ahora, con represalias en marcha y tensiones migratorias sin resolver, el escenario es más explosivo. Sheinbaum y Trudeau han dejado claro que no cederán fácilmente, mientras China aprovecha para posicionarse como defensor del multilateralismo.
Expertos coinciden en que la clave está en la duración de los aranceles. Si se levantan en semanas, el daño sería limitado. Pero si persisten, la guerra comercial favorecería a bloques regionales y debilitaría instituciones como la OMC. Mientras tanto, millones de trabajadores, desde plantas maquiladoras mexicanas hasta granjas canadienses, aguardan con inquietud el próximo movimiento de Trump.