La banca panameña acaba de recibir una de las sacudidas más sorprendentes de los últimos años. La venta del 100 % de Banistmo por parte del holding colombiano Grupo Cibest al conglomerado regional Inversiones Cuscatlán Centroamérica es una clara señal de cómo están mutando las prioridades estratégicas de los grandes grupos financieros en la región.

El acuerdo, valorado en torno a los US$1.418–1.428 millones, coloca a Cuscatlán como nuevo propietario de uno de los bancos con mayor arraigo histórico en Panamá y reconfigura el equilibrio de fuerzas dentro del Centro Bancario Internacional panameño. La transacción, aún sujeta a autorizaciones regulatorias locales, marca el cierre de un ciclo iniciado en 2013, cuando Bancolombia compró HSBC Panamá en la mayor adquisición internacional de un banco colombiano hasta ese momento.

Banistmo, un activo clave que cambia de estrategia

Para Grupo Cibest, la salida de Banistmo responde a la idea de optimizar portafolio, liberar capital y concentrarse en aquellos mercados donde posee mayor escala y ventajas competitivas. El holding mantendrá presencia en Panamá, pero ahora enfocada en Bancolombia Panamá y en Cibest Capital, plataformas orientadas al negocio off shore y al mercado de capitales.

Desde la óptica financiera, la venta se concretó a múltiplos acordes con el contexto actual. Un ratio precio/utilidad cercano a 17 veces y una relación precio/valor en libros de 1,2x reflejan un mercado más exigente que el de hace una década, cuando las valoraciones en la región se encontraban infladas por condiciones de financiamiento mucho más laxas.

Cuscatlán refuerza su apuesta regional

Para Inversiones Cuscatlán, la compra de Banistmo representa un salto cualitativo. El grupo, que en los últimos años ha consolidado su presencia en El Salvador, Honduras y Guatemala, se convierte ahora en un actor de peso en Panamá, al sumar el quinto mayor banco del sistema por activos, con más de US$10.400 millones y una cartera crediticia superior a US$7.200 millones, según cifras oficiales.

La operación se suma a una secuencia de movimientos que muestran una estrategia clara de expansión. Primero la adquisición de Banco Inmobiliario en Guatemala, el fortalecimiento del negocio asegurador a través de SISA y la reciente autorización para integrar La Hipotecaria en varios países. En ese contexto, Banistmo aparece como una pieza central para articular una plataforma financiera regional con fuerte identidad centroamericana.

¿Qué significa esto para el sistema bancario panameño?

Panamá sigue siendo un hub financiero atractivo, pero ya no es el mercado de crecimiento acelerado que muchos proyectaban hace una década. La banca local enfrenta mayores exigencias regulatorias, competencia regional y un entorno económico más selectivo. En ese marco, la salida de un gran grupo sudamericano y la entrada de un conglomerado centroamericano no implica debilitamiento, sino un ajuste natural del ecosistema.

Banistmo conserva una marca profundamente asociada al país, una amplia base de clientes y una infraestructura robusta. El reto para Cuscatlán será integrar esa operación sin diluir su valor, manteniendo continuidad operativa y, al mismo tiempo, imprimiendo su propio modelo de gestión.

Uno de los puntos más sensibles de la operación es el impacto en clientes y trabajadores. Tanto el vendedor como el comprador han insistido en que la transición será ordenada, sin interrupciones en los servicios ni sobresaltos operativos. El compromiso incluye acompañamiento permanente, estabilidad laboral y preservación de la oferta financiera.

En un país donde la confianza es un activo clave del sistema bancario, este mensaje no es menor. Cualquier fisura en la continuidad podría tener efectos reputacionales que trasciendan a Banistmo y afecten al conjunto del sector.

Más que una venta de Banistmo, un síntoma regional

La operación Banistmo–Cuscatlán revela una tendencia más amplia en la banca latinoamericana. Los grandes grupos están priorizando mercados donde pueden escalar con eficiencia y desprendiéndose de activos que, aunque sólidos, no encajan del todo en su estrategia futura.

Para Panamá, el desafío es claro. Mantener su atractivo como plaza financiera exigirá estabilidad normativa, innovación y capacidad de adaptarse a estos nuevos jugadores regionales. Banistmo inicia ahora una nueva etapa. Y con ella, el sistema bancario panameño vuelve a demostrar que, lejos de la quietud, sigue siendo un terreno en permanente reconfiguración.