La reciente legislación de la Unión Europea (UE) para prevenir la importación de productos asociados a la deforestación ha causado revuelo en países centroamericanos que dependen de las exportaciones de café. Pero, más allá de los desafíos, esta coyuntura presenta una oportunidad única para transformar el sector cafetalero regional, invirtiendo en soluciones creativas e inclusivas que permitan cumplir con nuevos estándares ambientales al tiempo que se accede a mercados globales de alto valor.

El café en la encrucijada

Países como Honduras y Guatemala tienen al café como uno de sus principales productos de exportación agrícola. Un 20% del café que producen se exporta directamente a la Unión Europea. Pero bajo la nueva regulación europea, los importadores ahora deben realizar una diligencia debida, verificando que los granos no provengan de tierras deforestadas después de 2020.

Si bien estudios recientes sugieren que la gran mayoría de áreas de cultivo de café centroamericanas cumplen con este criterio, el verdadero desafío reside en implementar sistemas integrales de trazabilidad y monitoreo en cadenas de valor sumamente fragmentadas y débilmente reguladas.

La paradoja de los pequeños productores de café

La caficultura en estos países depende en gran medida de pequeños productores minifundistas. En Guatemala, el 90% de los productores posee fincas menores a 2 hectáreas. En Honduras, la cifra alcanza el 70%. Alrededor de dos tercios de estos agricultores viven bajo el umbral nacional de pobreza.

Irónicamente, estos pequeños caficultores que menos han contribuido a la deforestación global también son los que tienen menos recursos para demostrar el origen sostenible de su café. Sin apoyo, corren el riesgo de quedar excluidos del mercado europeo, perdiendo su sustento.

Innovación e inclusión para la sostenibilidad

No todo está perdido. Tanto Honduras como Guatemala cuentan con un entorno institucional favorable, con datos e infraestructura para desarrollar nuevos sistemas integrales de trazabilidad que sean accesibles para todos los eslabones de la cadena. Se pueden crear registros y mapas confiables sobre uso del suelo y ubicación de parcelas cafetaleras, aprovechando las capacidades ya existentes e inspirándose en las mejores prácticas de otros sectores exportadores.

Asimismo, la conectividad de los agricultores cafetaleros puede ampliarse de manera significativa con herramientas digitales innovadoras y canales de comunicación directa desde cooperativas, intermediarios formales y entidades públicas relevantes. Estos actores pueden cumplir una función central en la diseminación de conocimientos, provisión de asistencia técnica especializada y preparación de todos los productores, incluso los más pequeños, marginados y alejados, para cumplir con nuevos estándares de producción sostenible y acceder a mercados de exportación.

Hacia una caficultura próspera y responsable

Cumplir a cabalidad con las regulaciones ambientales de uno de los mercados cafetaleros más lucrativos requerirá de inversiones importantes en tecnología, capacidad humana e innovación institucional. Pero más allá de la amenaza, esta coyuntura ofrece una oportunidad única de transformación. Integrando plenamente criterios de sostenibilidad y trazabilidad verificable, la caficultura centroamericana puede renovarse y conectarse con mercados globales de alto valor que recompensan la calidad y la responsabilidad ambiental.

Con las soluciones adecuadas, la región tiene el potencial de convertirse en proveedora de cafés únicos, con identidad territorial, producidos sustentablemente por agricultores prósperos. Pero este futuro sólo será posible sobre la base de la inclusión y el apoyo decidido a los eslabones más vulnerables de la cadena. Superar este desafío regulatorio demandará recursos, coordinación y voluntad política. La recompensa será un sector cafetalero regional competitivo, inclusivo y comprometido con la sostenibilidad.