Las grandes ciudades están implementando pantallas gigantes en cada esquina. Nos bombardean de mensajes y nos lavan el cerebro
Las pantallas gigantes de los televisores han tenido una evolución extraordinaria. En la actualidad, importantes compañías del mercado aseguran que pueden producir pantallas con tecnología 8K a cualquier tamaño que solicite el cliente. Hoy, lugares icónicos para la publicidad como Times Square, en Nueva York o Piccadilly Circus, en Londres, muestran constantemente todo tipo de anuncios comerciales, en pantallas HD. Estas cada vez se ven mejor y más grandes. Y así nos lavan más el cerebro.
Para las agencias publicitarias, estos adelantos tecnológicos son ideales. Mientras más exposición tengan los anuncios, más se venderán los productos y servicios. Así funciona el mercado. Sin embargo, no pocos expertos consideran que este tipo de avances técnicos no contribuyen al bienestar de las sociedades. Ahora seremos bombardeados, todavía más, con publicidad, en cualquier lugar al que vayamos.
En la feria Integrated Systems Europe, que sesiona en Barcelona, hemos podido ver no pocas innovaciones vinculadas con el desarrollo de pantallas HD. Samsung presentó su impresionante “The Wall”, que mide 13 metros cuadrados. Otras empresas mostraron pantallas para el suelo y hasta para el techo. Algunas incluso mostraron una habitación con pantallas en las cuatro paredes, ideal para realizar encuentros virtuales. La compañía española Onionlab fue más allá y compartió su “habitación del futuro”. En ella todo son pantallas. Podemos verlas en las cuatro paredes, el suelo, techo y también en la fachada.
Mientras, la compañía austriaca Wolfvision presentó un dispositivo que permite observar de cerca objetos, de manera simultánea, en los dos lados de la conversación. Dotado de tecnología 4K, este dispositivo puede ser muy útil para tribunales, en conferencias y en clases.
La proliferación de los anuncios publicitarios en grandes pantallas HD preocupa a muchos. La enorme polución lumínica se ha convertido en un problema de las ciudades más pobladas del planeta. A pesar de las críticas, los gobiernos cada vez aplican normativas menos estrictas a las compañías, a la hora de colocar publicidad en pantallas, en las plazas más importantes.
Detrás de estos permisos se mueven grandes intereses económicos. Ante tantos millones de dólares en juego, poco importa la contaminación. También poco importa que intenten lavarnos el cerebro, con tantos mensajes que incitan al consumismo más ramplón.