En las últimas semanas, numerosas protestas de agricultores en Europa han bloqueado carreteras, puertos e infraestructuras claves en países como Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos y Polonia. ¿Cuáles son los motivos detrás de este gran descontento en el campo europeo?

Causas de la indignación en el campo europeo

Si bien cada país tiene sus propias particularidades, existen algunas causas transversales que explican las protestas de agricultores en Europa.

Una de las principales son las políticas ambientales impuestas desde Bruselas en los últimos años, como la obligación de reservar al menos un 4% de la tierra cultivable para fines ecológicos o la drástica reducción en el uso de fertilizantes y pesticidas. Muchos agricultores consideran que estas medidas son arbitrarias y amenazan la viabilidad económica de su trabajo.

Otro gran motivo de indignación son los acuerdos comerciales que promueve activamente la Unión Europea con países sudamericanos como los del Mercosur y con naciones de Oceanía como Australia y Nueva Zelanda. Los agricultores europeos temen una competencia feroz de importaciones mucho más baratas, que además no cumplen con sus estrictos estándares ambientales, sanitarios y de bienestar animal.

A estas políticas controversiales se suma el fuerte incremento de los costes de producción, especialmente por la escalada sin precedentes de los precios de fertilizantes, cuyos valores se han más que duplicado en el último año debido a la interrupción de suministros rusos por la guerra en Ucrania.

Por si fuera poco, el cambio climático también está pasando una dura factura al campo europeo. La intensa sequía del pasado verano, atribuida al calentamiento global, devastó cosechas enteras en el sur del continente. Todo ello conforma una tormenta perfecta que ha colmado la paciencia del agro europeo.

Respuestas tibias de Bruselas y los gobiernos nacionales ante protestas de agricultores en Europa

Ante la gravedad de las protestas agrarias, que están paralizando sectores enteros de la economía, tanto la Comisión Europea como varios gobiernos nacionales se han visto forzados a reaccionar con ciertas medidas para intentar mitigar el descontento.

Bruselas ha propuesto acciones como proteger temporalmente a los agricultores europeos de la competencia de las importaciones ucranianas que están llegando masivamente subsidiadas. También prepara permitir de manera extraordinaria el uso de tierras en barbecho con fines productivos ante la crisis alimentaria global.

Algunos gobiernos nacionales, como el alemán, han planteado subsidiar parcialmente el diésel agrícola para reducir costes. El presidente francés Emmanuel Macron ha prometido defender en Bruselas la renegociación del acuerdo con Mercosur para imponer salvaguardas.

 

Sin embargo, hasta ahora estas propuestas se quedan cortas frente a las expectativas del sector, que esperaba compromisos más significativos tanto en la esfera ambiental y comercial como en el alivio de costes. Por ello, es probable que las protestas prosigan en el corto plazo.

¿Se flexibilizará Europa o estallará una crisis mayor?

Mirando a futuro, existen dos escenarios posibles:

Por un lado, si la Comisión Europea y los gobiernos nacionales acceden finalmente a introducir cambios sustanciales en la PAC para flexibilizar las políticas ambientales, revisar acuerdos comerciales y subsidiar los sobrecostes del sector, es probable que las protestas de agricultores en Europa se apacigüen.

Pero esto podría tener como consecuencia debilitar seriamente los compromisos ambientales del Pacto Verde europeo y comprometer intenciones geopolíticas como el acuerdo con el Mercosur.

Por otro lado, si las autoridades comunitarias y nacionales se muestran inflexibles frente a las demandas agrarias y no realizan concesiones importantes, es muy probable que los agricultores europeos endurezcan aún más sus medidas de presión, como paros prolongados o bloqueos de infraestructura crítica.

Esto podría provocar una crisis mayor con graves consecuencias económicas y políticas para la UE. Evitar ese escenario requerirá de parte de Bruselas una habilidosa estrategia que equilibre intereses contrapuestos entre sostenibilidad, productividad y estabilidad social en el campo europeo.